Han pasado apenas dos días desde que descubrí que Amber es algo que creí imposible. Desde entonces, todo se siente como una marea que no deja de subir. Mi relación con ella se ha vuelto distante, no por miedo, sino porque no quiero incomodarla… y porque no estoy segura de estar lista para aceptar todo lo que se viene.
Después de leer aquel diario y mi conversación con Logan, algo en mí cambió. Al verlos cuchichear hoy en la cocina, algo se revolvió dentro. ¿Qué me están ocultando?
Sé que algo se avecina. Lo siento. Muy dentro de mí.
Y lo que me asusta más… es que siento que durante este tiempo, Atlas y yo nos hemos acercado. Aunque no lo parezca, creo que empiezo a sentir algo. No solo atracción… algo más profundo.
Perdida en esos pensamientos, alguien tocó la puerta con fuerza. Al abrir, me encontré con Felia. Estaba agitada, con el rostro tenso.
—¿Dónde está Atlas? —preguntó sin rodeos.
—En su habitación —respondí.
Sin decir más, me apartó y subió corriendo las escaleras.
Narra Chiara
Felia no volvió a salir de la habitación de Atlas durante todo el día. Ni siquiera bajó a almorzar. Yo, en cambio, me refugié en la biblioteca. No por amor a los libros, sino por necesidad de entender. Quería saber qué era Amber, qué estaba pasando, y qué demonios significaba todo esto.
Pasé horas buscando sin éxito… hasta que un rayo de luz iluminó un rincón alto y oscuro del estante. Me acerqué, trepé con cuidado y encontré libros antiguos, cubiertos de polvo. Uno de ellos llamó mi atención: encuadernado en cuero oscuro, con marcas apenas visibles.
Lo abrí.
Dentro, hablaba de hombres lobo. Decía que el medallón robado era la fuente de su vitalidad, que sin él la luna ya no bastaba. Y que quienes lo robaron… fueron vampiros.
Hablaba de la enemistad de Ezra. De un pacto oscuro. Y de un amor... o algo parecido. Pero justo cuando iba a leer más, noté que una hoja faltaba. Estaba arrancada.
Narra Chiara
Cerré el libro, aunque sabía que aún había mucho más por leer. El corazón me latía fuerte, y una parte de mí no quería seguir. Pero mi otra mitad… la que no quería ignorar más lo que ocurría en esta casa, no podía parar. Estiré la mano y tomé otro tomo más antiguo, cuya cubierta oscura parecía rechazar la luz.
Sus páginas hablaban de un hombre. Poderoso. Astuto. Ezra.
Un conde con un nombre que ya me resultaba demasiado frecuente. Su historia hablaba de un círculo cercano, seis hombres y uno más: su mejor amigo. Al principio, pensé que se trataba de una simple traición por amor, una vieja tragedia entre lealtades y pasiones. Pero cuanto más leía, más me convencía de que eso era apenas la superficie.
El amigo se fue, sí. Por amor. Ezra no lo aceptó. Tras el robo del medallón, lo maldijo con las palabras más crueles: que ninguno de sus descendientes conocería jamás una vida tranquila. Una condena que no moriría con él.
Tragué saliva. Las palabras empezaban a confundirse en mi mente, mezclándose con todo lo que había aprendido en estos días. Ezra no solo era un nombre maldito… parecía el eje alrededor del cual giraban demasiadas vidas.
Y entonces, sentí un leve mareo.
No era como las veces anteriores, no era dolor ni cansancio. Era... una imagen. Apenas un destello. Un rostro sin tiempo, y una voz que susurraba un nombre que no lograba distinguir. Me sujeté del estante y parpadeé varias veces. La visión se desvaneció tan pronto como vino, pero me dejó helada.
Lo cerré. Con fuerza. Y cuando me giré para salir, me topé con Amber.
No sabía si había estado ahí mucho tiempo o si justo había llegado, pero nuestros ojos se cruzaron y yo no dudé, en hablar al verla alejarse.
—No te he dicho que te vayas —dije, con más firmeza de la que pensaba tener—. Quiero toda la verdad.
Ella no retrocedió. No sonrió. Solo asintió.
Y entonces supe… que algo estaba a punto de cambiar para siempre.
Narra Amber
Cuando escuché que me llamaba de nuevo, lo supe. No podía seguir ocultándolo. Tendría que decírselo todo.
—Ezra nunca amó —dije—. Pero hizo otro pacto. Olvidarlo todo. Reencarnar… para tomar el lugar que prometió a la oscuridad. La oscuridad aceptó. Pero le jugó sucio: le dio seis meses. En esos seis meses, lo tentó. Le presentó a una joven. La amó como jamás pensó hacerlo. Y justo cuando su relación se volvió estable… el plazo se cumplió.
Intentó cancelar el pacto. Pero no pudo. Lo cumplió.
Lo que no sabía es que ella estaba embarazada. El destino, o quizás una burla de esa misma oscuridad, hizo lo suyo. Los rumores crecieron. La gente hablaba de brujería, de pecado. Una noche, entraron a su casa. La mataron, acusándola de vivir con el diablo.
Pero esa noche… ella vio una figura. Nadie sabe qué fue. Algunos creen que hizo un pacto. Pero su historia se perdió.
Hasta ahora.
Esta historia o maldición paso como una leyenda puesto que si bien existió Ezra no se sabe cómo iba a comenzar todo. Pero una mañana como ninguna otra lo supe mi cuerpo lo empezó a sentir necesitaba recuperar el colgante así que a me tienes.
Narra Chiara
Después de contarme todo aquello lo supe algo más estaba por venir, pero eso lo veríamos en su momento ahora estoy subiendo para ver a Atlas
Cuando entre a la habitación lo vi durmiendo pacíficamente tanto así que pensé en retirarme, pero su voz adormilada me pidió que me quedara con él.
Me desperté algo aturdida. Había pasado la noche bajándole la fiebre a Atlas. Pensé que al abrir los ojos lo vería más débil… pero no. Seguía viéndose imponente.
¿Qué me ves? — nada Atlas respondí
Por primera vez, se me escapó decir su nombre. Él no me corrigió, y supuse que no le importaba. Me levanté para traerle algo de desayuno, aún con las mejillas rosadas por la vergüenza.
En el pasillo, escuché voces. Amber y Logan en la cocina. Hablaban raro, como si ocultaran algo. Eso me dio escalofríos.
Mientras mi mente divagaba, recordé lo que había descubierto. Ezra. La maldición. La verdad fragmentada que no terminaba de entender.
Y entonces… Felia tocó la puerta, con apuro.
—¿Dónde está Atlas?
—En su habitación.
Me empujó y subió sin decir nada más.