Knoxem

Capítulo 4: Váyanse al infierno.

Una vez que la máquina expulsó mi brownie y el café en mi termo, los retiré con ansias ignorando el calor que me produjo el ejercicio que llevé a cabo para conseguirlo. Había olvidado que solo una porción de brownie costaba treinta abdominales. 

Caminé entre los estudiantes que se estaban reuniendo para ocupar alguna mesa y fui directo a aquella que estaba ocupada por Dennis y otros de mis viejos compañeros. Él me vio dirigirme hacia ellos, le sonreí, pero su respuesta fue negar levemente con la cabeza, como si me advirtiera de que no lo hiciera. Eso me confundió pero supuse que luego me contaría.

—Hola—saludé cuando ya estuve a un metro de ellos. Voltearon a verme, pero solo escuché un "hola" indiferente como respuesta mientras se miraban entre sí con complicidad. Ignoré ello y me acerqué a una silla, pero una pierna la ocupó antes que yo. Levanté la mirada y era de Freya, la que llevaba "la voz cantante" de nuestro grupo desde que eramos niños. 

—¿Qué se supone que haces?—preguntó con cierta diversión en la voz. 

—Creí que era bastante obvio—dije mostrando lo que traía en mis manos. Los demás me miraban de la misma manera que ella, como si hubieran descubierto algo muy vergonzoso de mí y que yo era la única que no se había enterado.

—A ver, mabel—dijo Sofía levantándose para acercarse a mí cargando con un ego que podría venderse por kilo.

—Maren—corregí irritada por su estúpido intento de fingir que no sabía mi nombre—. No finjas que tienes mejores cosas que recordar.

Me sonrío con su usual falsedad mostrándome toda su hilera de dientes, para mí se había convertido en su marca personal. Aunque nunca me cansaría de ello, envidiaba no poder hacerlo con la misma facilidad.

—Por favor—rió—, acepta nuestra invitación de irte a otra mesa y asimila de una vez que para nosotros ya no eres alguien que valga la pena recordar.

—¿Es en serio?—me burlé mirando a Freya, la cual estaba comiendo tranquila y viendo cómo su asistente intentaba echarme— Prácticamente nos criamos juntos y ahora tratan de descartarme por quien sabe qué estupidez.

—Aww, se cree especial—se burló el estorbo que tenía frente a mí—. Por favor, no llores, ¡No queremos hacer de esto un escándalo!—gritó atrayendo varias miradas que podía sentir a mis espaldas.

—A ti nadie te habló, Freya subdesarrollada—dije volviendo mi atención a ella por unos segundos—. Hablo con la dueña del circo, no con la mona cilindrera.

—¿Pero quién te...?

—Veo que no captas las indirecas—la interrumpió Freya dirigiendo su dura mirada a mí—. No eres bienvenida, así que toma tu pobre orgullo y vete a otra mesa porque aquí no hacemos caridad.

Apreté la mandíbula para evitar explotar de rabia. 

Miré a Dennis, esperando a que él dijera algo o que se levantara y decidiera irse conmigo porque se suponía que eso hacían los amigos más leales, pero me equivoqué. El muy cobarde evitaba cruzar miradas conmigo, como si ello fuera a comprometer también su lugar en el grupo. Volví mi atención a Freya.

Respiré hondo y decidí no seguir con esto. Me di media vuelta encontrándome con muchas miradas y sonrisas burlonas que vieron la pequeña escena como si fuera un programa de chismentos.

—Tal vez el baño esté libre para que vayas a comer un poco de mierda—agregó Sofía provocando que me volteara nuevamente y le tirara todo el café caliente a la cara. Chilló por la sorpresa como también por lo caliente que debía de estar. 

—Váyanse al infierno-dije con rabia—, especialmente tú—miré a Freya pero ella solo me miró de arriba a abajo con indiferencia.

Volví a retomar mi camino, dejando a Sofía insultar hasta las narices de mis ancestros.

—¡Lo vas a lamentar!—me amenazó pero solo me hizo reír.

—Lo único que lamento es haber desperdiciado mi café.

Apenas sentí pasar las horas luego del receso, a pesar de que me había incorporado en la última clase del día con quienes serían mis nuevos compañeros. Sin ánimos de socializar me perdí en mis pensamientos ignorando tanto las miradas de la mayoría como la explicación de la instructora sobre cómo desarrollaría su asignatura a lo largo del año y lo que esperaba de nosotros. 

Cuando me di cuenta ya me encontraba saliendo de la academia haciéndome paso entre la multitud de estudiantes que se habían amontonado con la misma intención.

—¿Dónde estabas?—me preguntaron girándome del hombro. Era Nuria bastante agitada, como si me hubiera perseguido por un rato largo—En el receso salí a buscarte después de lo que pasó, pero me perdí.

Y en eso caigo en la cuenta de que me olvidé por completo de que habíamos venido juntas.

—Fui al patio a tomar aire—respondí con despreocupación, omitiendo la parte en la que pateé algunas cosas que se me cruzaron por el camino—. Luego a clase ¿a ti cómo...?

—Ni se te ocurra a cambiarme de tema-me señaló con el índice de modo amenazador mientras nos alejábamos del establecimiento en dirección a la parada del bus—, me tienes que contar de principio a final qué fue lo que pasó en el comedor.

—Bueno—suspiré antes de comenzar—, todo empezó cuando tenía ocho años...

—Tampoco me retrocedas once años atrás—se retractó—. Mejor ve directo a lo que provocó el conflicto.

—Todo ese drama fue porque no ascendí de nivel—resumí, pero me detuve cuando sentí una presencia entre nosotras que nos había acompañado de cerca hasta la parada. Su rostro me resultaba familiar. Nuria notó el motivo por el cual me interrumpí y se golpeó la frente al mismo tiempo que reía.

—Me olvidé de decirte que Hasin viene con nosotras—¿hasin?

—Hola—saludó animadamente el chico agitando levemente su mano con una tierna sonrisa. Le devolví la sonrisa, aunque tal vez no pude ocultar mi confusión. Nuria me lo presentaba como si fuera alguien que ya habíamos conocido con anterioridad.

—Hola, si no te saludé antes es porque no sabía que nos acompañabas-me disculpé—. ¿Eres nuevo también?




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