Knoxem

Capítulo 7: ¿Segura de que quieres quedarte?

Maren

—Ellos saben algo y no me quieren decir—aseguré sintiéndome satisfecha de mi suposición, sonreí sin ninguna razón aparente. Cuando tomé conciencia de ello, sacudí a nuria del hombro con entusiasmo para señalar mi boca. Ella me miró confundida—. ¡Lo hice! ¿ves? sonrisa natural.

—¡Genial!—me felicitó—y el alcohol no tuvo nada que ver.

—Le quitas lo divertido a la vida—protesté, pero ella solo rió para luego volver su atención a un no sé quién que parecía gustarle desde que entramos. Tiré mi cabeza hacia atrás y miré hacia el pasillo con aburrimiento. Estaba repleto de gente.

—Yo no me creo ese cuento—continué—, porque no creo en ellos para empezar.

—¿Me hablaste, Maren?—me preguntó hasin elevando su voz para que pudiera escucharlo sobre la música. Entonces me percaté de que él seguía a mi lado, interfiriendo en mi radar con su alocado cabello.

—No le hagas caso—se adelantó a responder Nuria—, le gusta hacer deducciones cuando está borracha. Le ve lo conspirativo a todo.

—Hasta la conspiración es de hecho una conspiración, no te dejes engañar—le dije a hasin levantando mi rostro para mirarlo frente a frente, como si hubiera dicho una frase célebre por la que esperaba que me recordara. Él le dirigió la mirada a nuria como si esperara a que ella dijera algo.

—Me miras cuando te hablo—dije chasqueando mis dedos frente a su cara provocando que volviera su atención a mí.

—Claro—asintió no muy convencido con una pizca de temor en sus ojos que me causó ternura.

—Estoy molestándote, eres tan lindo—reí pellizcando una de sus mejillas mientras él me sonreía sin entender nada.

Estaba a punto de agregar algo más pero vi a uno de los instructores dirigirse hacia una de las oficinas sin compañía. Era mi momento. Le di el último sorbo a la cerveza para pasársela a hasin, quien agarró el vaso algo confundido por mi repentina actitud.

—Es hora de arribar a la madre nodriza de los secretos—anuncié parándome del sillón para comenzar a caminar fuera de la sala—. Si no vuelvo en una hora, díganle a Freya que se vaya al infierno.

—Ya se lo dijiste—me recordó hasin—. Fue hoy de hecho, oye ¿dónde vas?

Me fui haciendo paso entre los borrachos tratando de no olvidar el recorrido hacia la oficina de instructores. Sabía perfectamente que allí solían encerrarse para recibir bailes privados, por lo que había pocas probabilidades de que alguien molestara.

Abrí la puerta de golpe como si esperaba darle un susto de muerte a quien fuera que estuviera del otro lado. Pero no, el instructor esperó a terminar de servirse algo en el vaso para finalmente voltear.

—Está ocupado por si no te diste cuenta—me informó pero yo aún así cerré la puerta detrás de mí haciendo caso omiso a su pedido. Era obvio que yo no era a quien esperaba—¿Estás sorda, niña?—rodé los ojos por su manera de referirse a mí, apenas tenía veintiséis y se creía el adulto supremo del lugar.

La sala tenía una débil iluminación, la lámpara junto al sillón me permitió distinguir un poco mejor su rostro.

—Necesito hablar contigo y no me iré hasta conseguirlo—le aseguré acercándome hasta donde se encontraba él. 

Si mal no recordaba se llamaba Illya, clan Marlox. Era alto, blanco, de mandíbula marcada, labios gruesos con una mirada intensa y dura, como muchos de los suyos.

—Hoy no trabajo—dijo sentándose en el sillón más grande apoyando uno de sus brazos sobre la cabecera y llevándose el vaso a los labios con la otra mano.—, así que lo que sea que tengas para decirme, tendrá que esperar.

—No tengo tanto apuro—admití mirando las cosas que tenía a mi alrededor. El lugar estaba predispuesto para una larga sesión de sexo desenfrenado. Sonreí mirando su ceñuda expresión.

Me acerqué hacia la mesilla en donde estaba colocada las bebidas y me apropié de un vaso para servirme lo que había en la botella. No estaba segura de lo que era, pero se veía tentador y fuerte. Y la botella también.

—Tú no pagaste por eso—protestó mirándome con impaciencia.

—Después me cobras—respondí dejándolo a la libre interpretación. No era del todo un secreto que se acostaba seguido con muchas estudiantes de niveles inferiores—. Concéntrate mejor en la bailarina.

—No solo me va a bailar—aclaró—¿Segura de que quieres quedarte?

—Por lo visto pasaste mucho tiempo con chicas de dieseis años si estás pensando que me asustaré viendo a dos personas tener sexo frente a mí.

Pude notar que quiso sonreír pero no lo dejó salir. 

Me acomodé en uno de los sillones individuales ubicados en una esquina con una tenue lámpara sobre la mesilla que tenía a un lado, en donde dejé reposar el vaso.

No tuvo tiempo de arrepentirse de mi presencia cuando una mujer alta y muy bien proporcionada entró por la puerta con un largo abrigo rojo, medias transparentes negras con unos zapatos de tacón aguja del mismo color. Era pelirroja, el fetiche de casi toda la población masculina y femenina.

—Veo que tienes un gusto exquisito—comenté y en ese momento la susodicha se percató de mi presencia.

—¿Los dos están para...?—preguntó.

—No—se apresuró a contestar él por mí—, ella solo va a mirar. Haz de cuenta que no está aquí.

Una vez que dijo eso, yo pasé a ser una lámpara más de la habitación mientras ella pasaba a preparar la música. De un segundo a otro la música comenzó a inundar la habitación. Él sonrió hacia mi dirección cuando la bailarina comenzó a quitarse el saco, como si estuviera seguro de que no aguantaría ver toda la rutina y lo que se vendría después.

Levantó el vaso hacia mi dirección con su expresión burlona, pero decidí no quedarme atrás y le devolví la sonrisa al mismo tiempo que imitaba su acción, como si brindáramos a la distancia. Llevamos los vasos a nuestras bocas al mismo tiempo mientras nos sosteníamos la mirada, por lo que tuve que disimular el ardor infernal que sentí en mi garganta a medida que el líquido bajaba. No reconocía el gusto de la bebida pero estaba segura de que era mucho más fuerte de lo que estaba acostumbrada.




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