Knoxem

Capítulo 8: El suelo y yo. Parte I

Me impulsé en dirección a la tercera base y salté, pero aterricé sobre mis talones muy cerca del extremo resbalándome otra vez y cayendo de espaldas sobre las colchonetas.

—¿Acaso le pedí que nos mostrara cómo ser una completa inútil, señorita maren?—me preguntó la instructora con una voz gangosa— Porque si esa fue su intención, ha demostrado ser insuperable.

Me apoyé sobre mi muslo para levantarme por sexta vez en lo que va de la primera clase.

—Esta vez lo haré mejor—aseguré ajustando más mi cola de caballo al punto en que las raíces me dolieron por estar demasiado tirantes.

—¿Acaso me vio cara de segundas oportunidades?—preguntó fastidiada a pesar de llevar veinte minutos de clase—. Le acabo de dar una para lucirse frente a sus nuevos compañeros y la desperdició, así que vuelva a la banca y espere con los demás.

Salí del área y me senté en la banquilla con los demás, ni les había dirigido la mirada pero era más que obvio que me miraban de reojo y susurraban entre sí de mis fallas. Seguramente estaban subestimándome después de lo que vieron, pero estaban muy lejos de estar a mi altura, les faltaban varios años de experiencia para que fueran dignos competidores.

Revisé mis rodillas y tobillos haciendo una mueca al percatarme de que la tela se había pegado levemente a mi piel, lo que significaba que me había pelado al igual que mis nudillos. 

Parkour era una de las asignaturas más importantes para cualquiera que quisiera ser extractor o explorador, y a mí no se me ocurrió mejor idea que olvidar mi equipo de protección en la primera clase y actuar como una completa novata que no podía dar más de tres saltos seguidos.

La instructora dio una explicación con demostración incluida de lo que esperaba que lográramos. Saltó de base en base y se sostuvo de las diferentes estructuras sin mucho esfuerzo, como si tuviera pegamento en las manos.

Nos ordenó formarnos en tres filas frente a las tres hileras de obstáculos que se extendían a lo largo del gimnasio. Con una distancia de dos metros salimos uno tras otro en dirección a ellos, pero el orden de salida y la distancia tomada fue variando en cuestión de segundos debido a aquellos que eran más veloces.

Intenté seguir el ritmo para que los que venían detrás de mí no me pasaran por encima ni que me vieran como un obstáculo más. Hice varios saltos demasiado imprecisos y comencé a perder fuerza rápidamente percatándome de que estaba conteniendo la respiración otra vez. 

Tomé una bocanada de aire sin detenerme a mirar atrás y concentrándome únicamente en el ritmo de las pisadas de quienes venían a mis espaldas.

Sabía que estaba ignorando las técnicas que había aprendido pero me sentí desesperada por no querer quedarme atrás y me arrojé hacia un muro precipitadamente provocando que mi cuerpo chocara de lleno con el y mis rodillas peladas se golpearan con fuerza nuevamente. Quise flexionar mis brazos para alcanzar otra irregularidad que me ayudara a desplazarme hacia otro obstáculo, pero el salto de alguien más a mi lado me desestabilizó. 

Mis brazos temblaron por la adrenalina que me provocaba el instinto competitivo, hice contacto visual por un segundo con quien me acompañaba y éste me sonrió de manera burlona antes de sobrepasarme. 

Estiré mi brazo hacia el mismo hueco que él utilizó, pero mi impulso fue muy débil y quedé colgada de un solo brazo sosteniendo todo mi peso, hice fuerza con los únicos cuatro dedos que me mantenían lejos del suelo y traté de impulsarme otra vez, pero fallé. 

El suelo me recibió por séptima vez y presentí que íbamos a tener una relación duradera.

Dejé caer la bandeja de forma estruendosa sobre una de las mesas vacías del fondo y me senté con cuidado sobre la silla pegada a la pared. Por tantas caídas en la clase de parkour y los golpes que recibí en la clase de lucha, apenas podía respirar sin que mis costillas me dolieran como si los estuvieran aplastando unos bloques de hormigón.

—No me digas que no te parece una locura—levanté la vista de mi plato para ver a hasin y nuria acercarse a mi mesa—, es casi magia, nuria ¿acaso lo habías visto antes?

—No, pero tampoco es para tanto—respondió ella sentándose con su bandeja frente a mí seguida por el chico omaira—. Maren, ¿puedes decirle a hasin que la magia no existe? A mi no me escucha.

—Sí, dame el papel de la destructora de ilusiones—bromeé—, estuve preparándome para esto toda mi vida.

—Ese jarabe inquilino borró los hematomas y las cicatrices de un compañero como si nunca se los hubiese hecho—hizo énfasis en cada palabra esperando que de esa manera pudiéramos impresionarnos como él—. A mi me borró los rasguños de anoche incluyendo el sarpullido que me brotó hace una semana—se arremangó y nos mostró sus brazos—. ¿Ven? No quedó nada, aunque me sigue picando eso no le quita lo genial.

Al parecer ya habían conocido la sala de Sanación, en donde curaban y borraban cualquier herida con medicamentos o tratamientos avanzados de los inquilinos, dejando la piel libre de rasguños.

—Es porque los inquilinos lo inventaron con fines puramente estéticos—expliqué—, el dolor o la picazón sanarán a un ritmo más lento. Así que siempre te verás bien pero te seguirás sintiendo como la mierda por un par de horas o días.

Era una buena descripción de cómo me estaba sintiendo.

—¿Todo bien?—me preguntó nuria por mi repentino tono malhumorado.

—Todavía de pie—fingí un tono despreocupado para darle a entender que solo estaba aburrida—, así que bien. ¿Qué les pareció sus clases hasta el momento?

—Si me preguntas a mí—se adelantó hasin hablando con la boca llena de alfajor—, muy educativo todo. Si le preguntas a nuria, muy lujurioso.

—¿Ah, sí?—miré a la susodicha que empujó con su hombro a hasin por delatarla— Cuenten.

—No es nada—dijo nuria intentando restarle importancia mientras se llevaba a la boca un pedazo de bizcocho como excusa para no hablar.




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