Konan y Noah

3

Konan

Pido permiso a mamá y ella acepta.

Sé que lo hace por no quedar mal con Noah, pero él ya sabe hasta de qué color es su tanga.

No es por ser grosera, pero mamá es muy hipócrita.

―Vámonos, Noah.

El asiente.

―Vámonos.

Salimos de mi casa y veo un carro rojo aparcado frente mi casa.

―Sube ―dice Noah.

―¿Qué? ¿Es tuyo?

―Lo es.

―Estoy muy feliz por ti, en serio es hermoso ―digo admirando el carro―. Y es el que querías.

―Un Jetta rojo ―dice sonriente.

Abro la puerta y del auto sale el aroma de Noah, su perfume costoso de Versace. No me impresiona que Noah gaste su dinero en perfumes. Además, ese fue un regalo mío. Trabajé tanto para comprárselo para su cumpleaños.

―Qué perfumado está el auto ―digo cuando el sube al carro.

―Sé que te gusta ese perfume.

―Lo sabes porque yo lo compré ―reímos―. Pero no es para que lo vacíes en el carro.

―No lo vacíe en el carro, lo vacíe en mí ropa que está allá atrás. ―señala con el pulgar los asientos traseros.

Y ahí está un traje negro con corbatín.

―¿Un traje? ¿Adónde tan formal?

―A mi boda, ¿vas? ―me mira con una sonrisa―. Graduación, Konan.

―Pero si te falta todavía...

―Adelantando. Sabes que no dejo nada para una semana antes.

―¿Perfumarlo desde ahora?

―Ajá... ―asiente―. Después de ir al centro comercial iremos por tu vestido.

―¿Mi vestido? ―pregunto confundida.

―Sí, irás conmigo al baile ―me sonríe y arranca el auto.

El camino es silencioso hasta que Noah pone una canción: The Devil in I de Slipknot.

―¿Cuándo acá el niño escucha Metal?

―Desde que una niña me dijo que escuchara esta canción.

Todo el recorrido dejó de ser silencioso gracias a Slipknot.

Las calles de Minnesota se hicieron semi oscuras y los faroles iluminaban un poco las calles.

El centro comercial está un poco lejos de casa, pero aún así llegamos temprano.

Comimos un helado y fuimos a medirme el vestido que Noah eligió para mí.

Un negro azulado metálico, de corte sirena.

Mi cuerpo no estaba tan formado, tenía cintura y cadera, pero no un trasero y bubis grandes, era una especie de tabla flexible.

―Te ves hermosa ―dice Noah.

―Gracias.

Se levanta y va hacia mí, me da un abrazo fuerte.

―Te amo, Konan.

―Yo también te amo, Noah.

Me quito el vestido y nos vamos, elegimos que él se lo llevaría a su casa ya que en la mía no puede estar.

Cuando llegamos a casa ya eran casi las 9:00 p. m.

Noah les explicó a mis padres porque tardamos tanto y quedó perdonado.

Al despedirlo a la puerta me dice:

―Debes dormir un poco más, tienes unas ojeras horribles. ―ríe.

―Dormiré bien hasta que pase la graduación.

―Qué pases bonita noche, duerme bien ―se despide de mí y le me da un beso en la frente―. Cualquier cosa me llamas, ¿está bien?

―Si señor.

Espero a que suba a su carro y despedirme con la mano mientras él me da una sonrisa y arranca.

Vuelvo e entrar a la casa y sé lo que me espera.

―Ya dinos, ¿andas con él? ―mi padre, el fastidioso Joshua Foley.

Aquí vamos...

―¿Cuánto? ―pregunta mi madre.

Pinto mi cara en confusión.

―¿De qué estás hablando? ¿Cuánto qué?

―¿Cuánto le pagas? ¿O cuán duro le das? ―mi madre dice obvia.

―¿Qué? ¿Insinúas que me estoy acostando con él?

―¿Es que no es obvio?

―Él está aquí porque quiere, no porque lo obligo ―defiendo volteando los ojos―. Esto en realidad es un asco, ¿Cómo que le pago? ¿Cómo que cuán duro le doy? La vida no es solo sexo, mamá.

―Ay Dios, me das asco ―cuando dice eso me repasa con su dedo índice, de pies a cabeza haciendo una mueca de desagrado―. No sé con cuántos malditos más te has metido, o te metiste cuando te dejamos ir a ese after party, lo más seguro es que ni fuiste y te quedaste de ver con unos cinco hombres para que te tomaran.

Ni negar que con me fui a dormir con un chico... Pero no hice nada de lo que ella piensa.

―¡SOLO TENGO QUINCE AÑOS MAMÁ! ¿Piensas que soy igual que tú? No, mamá, tú te juntaste con el imbécil de mi padre porque quisiste, porque te embarazaste de mí, porque no sabías que hacer. ―tomo aire―. ¿Recuerdas a tu madre? ¿A mi abuela? La mataste mamá, solo porque me protegía de la porquería de persona que eres, no, de la porquería de persona que son ―corrijo señalándolos a ambos―. Esto es una mierda.

Quería decirlo... y lo dije.

Ahora van los golpes.

No supe en qué momento cuando mamá ya me había pegado una cachetada, mientras tanto mi padre tomándome por la espalda, atrapando mis brazos por detrás, así como los policías toman a los delincuentes.

Quiero soltarme, pero no puedo.

Soy muy débil.

Me han vuelto muy débil.

Mi madre seguía golpeándome como saco de boxeo, cada golpe... nueva herida... nueva herida... nuevo moretón.

―¿Sabes? ―habla mi mamá―. Eres una malagradecida, una imbécil, eres una desgraciada, y cuanto quisiera yo haberte abortado cuando me di cuenta que estaba embarazada de ti.

―¿Y porqué no lo hiciste? ―contesté―. Tampoco es que yo tenga ganas de vivir en estos momentos.

Y otro golpe.

Otro.

Y otro.

Una patada.

Y un golpe en el estómago.

Buena noche para morir.

―Ya, déjala, Marta, ya, basta ―papá habla.

―La mataré de una vez ―mamá responde.

―¡QUE NO MALDITA SEA!

¿Papá defendiéndome? Va a llover mañana.

Él me suelta y se pone en medio de las dos.

Yo tosiendo como loca trato de subir a mi habitación...

Necesito a Noah.

 




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