Kristeen

5

P.O.V Klaus

Camino por los desolados pasillos del instituto buscando a una persona en concreto. Me acaban de expulsar de clase, así que supuestamente debería de estar yendo para dirección, pero en vez de eso estoy aquí, en busca de la chica que el otro día dejó en evidencia a Sasha y aunque no lo parezca, no he podido parar de pensar en ella después de lo ocurrido en la cafetería.

Sonrío sin poder evitarlo y suspiro rindiéndome. Llevo media hora buscándola. No la encontraré.

Solo hice que me echaran de clase porque no la había visto en toda la mañana. Incluso el profesor se sorprendió, ya que nunca me ha tenido que echar de su clase, pero ya no hay vuelta atrás. Ahora tengo que encontrar a esa chica.

Acomodo bien la mochila que cuelga de mi hombro y meto mis manos en los bolsillos de mis jeans. Camino cabizbajo, pensando.

Hace días que llevo pensando en aquella chica, mi mente está nublada con la pregunta del por qué esconde su cara.

Pero no sé porque me hago tantas ilusiones, cuando la chica se entere de la mierda con la que estoy hecho, no creo que quiera dirigir su mirada hacia mí. No creo que quiera saber el abuso que tengo que sufrir de parte de mis padres, gracias a mi hermano. Mis padres nunca me han visto con los mismos ojos que a mi hermano, es por eso que estoy ahorrando para salir de una maldita vez de ese infierno.

Una lágrima traviesa rueda por mi mejilla, la aparto rápidamente.

Camino más rápido para intentar adentrarme en el baño de hombres, sin embargo, fallo. Siento mi cuerpo chocar contra alguien, me tambaleo un poco y con eso, logro caer al suelo.

- Joder, ¿otra vez? -pregunto al viento, ya que nadie contesta. 

Me levanto despacio y sacudiendo mi pantalón, alzo la vista a la persona que se ha estrellado conmigo. Abro grande los ojos y de repente mis manos comienzan a sudar, mi cuerpo a temblar y mi espina dorsal a sentir escalofríos, y por primera vez en mi vida, mi corazón comienza a palpitar con tanta fuerza que dudo que no salga de mi pecho.

Extiendo tembloroso mi mano, para ayudarle a levantarse.

- Perdón, no estaba mirando. - digo con nerviosismo, intentando no mirarla más de la cuenta.

Una pequeña sonrisa nace de sus labios rosados. Acepta la mano que le había ofrecido antes y se eleva con rapidez.

- Gracias, Klaus. - dice lentamente. ¡Qué bien suena mi nombre en sus labios!

- De nada, ... - callo, porque no me sé su nombre. Espero a que ella me diga lo que tanto anhelo escuchar.

- Kristeen, Kristeen Lavrov. - dice con seguridad. 

¿Lavrov? ¿Porque me suena tanto ese apellido?

Pero mis preguntas se fueron tan rápido como ella alzó la vista hacia mí. No pude observar con claridad su rostro, solo sus hermosos ojos sin brillo de color esmeralda, un tanto sombríos. Unas bolsas oscuras colgaban de sus maravillosas esferas verdosas. 

- ¿Tu apellido no será por casualidad ruso? - pregunto con interés.

- Sí, lo es. Soy rusa. - dice encogiéndose de hombros.

- Oh. El mío es ... - no me deja acabar.

- Lo sé. - dice, encogiéndose de hombros.

Sonrío con vergüenza. Me rasco la cabeza con timidez. Me fijo en que ella se queda mirando una cosa con las cejas fruncidas, apunto mi vista en lo que ella está mirando. 

Son mis cortes. Llevo haciéndolo desde hace seis años, el día en el que empezaron los abusos.

Mi hermano me había culpado de haberle roto la nariz en el colegio, cuando él se había metido en una pelea con un compañero. Tuve que separarlo y llevármelo a casa, y para que mis padres no se dieran cuenta de que él se había metido en una pelea, me culpó a mí de haberle pegado. Ahí empezaron los golpes, mi hermano venía golpeado del colegio y el culpable era yo. Me pegaban hasta cansarse. Pedía ayuda a mi hermano, pero él no hacía más que sonreír con gracia. Tiempo después, los golpes ya no eran nada. Me desahogaba con los cortes en mi cuerpo. Me gustaba el dolor. 

Ellos me convirtieron en un monstruo.

Bajo rápidamente el brazo y la manga del jerséi que llevo puesto. Mi sonrisa desaparece y las lágrimas amenazan con salir. Los recuerdos no hacen nada más que venir e irse, cada etapa de mi vida recibiendo golpes.

- Eres tú. Tú eres a quien tengo que salvar. - susurra con sorpresa.

La miro con la cabeza ladeada.

- Espérame en la salida del instituto, tenemos que hablar. - dice con una voz gélida.

Asiento despacio y ella sale corriendo. Dos minutos después, suena la campana. 
 




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