Kristeen

8

Hoy es viernes, último día de clases y día en el que Klaus y yo nos veremos. Mi mirada se dirige rápidamente al reloj, situado en el centro de la clase, encima del gran pizarrón. Un gran bostezo sale de mi boca. Niego con la cabeza, ya que sé la razón por la que me encuentro tan cansada; llevo sin dormir cuatro días, desde la llegada de la información de mi hermano pequeño y de aquella repentina llamada.

Sin quererlo, mi vista se posa en la espalda ancha de Klaus, inconscientemente una sonrisa se dibuja en mi rostro. La borro con rapidez y coloco mis labios en una línea fina.

Poco después, como si hubiera notado que alguien lo mirara, se gira con el ceño fruncido, inspeccionando con sus grandes ojos, moviéndolos por toda la clase. Hasta que de un momento a otro, su vista se encuentra con la mía. Me dedica una sonrisa de oreja a oreja y yo no puedo hacer nada más que devolvérsela con vergüenza, porque él notó mi mirada.

Nos quedamos mirando, sólo para que tiempo después la campana que finaliza la hora de jornada tocase con frenesí. Desvío rápido mi vista de la de Klaus y me concentro en recoger mis libros y material, que se encuentran encima de mi mesa.

Cuando logro subir la cabeza, ya no queda nadie en el aula. Un suspiro de cansancio sale de mi boca.

- ¿Ya estás lista? - preguntan a mis espaldas.

Pego un pequeño salto por el susto.

- Me cago en la puta Klaus, te he dicho que no me vuelvas a dar esos sustos de mierda. - digo con la mano en el pecho, tratando de calmar mi acelerada respiración.

- Perdona Kristeen, pero no puedo evitarlo. - dice rascándose la cabeza con timidez.

- No pasa nada, mejor vámonos. - digo colgándome la mochila al hombro.

Cojo su mano para tirar de él, y aunque no debería de gustarme esto, me encanta coger de su mano. Mi mano encaja tan bien con la suya, su tacto es cálido y pacífico.

Cinco minutos después, llegamos al aparcamiento del instituto, hoy sí que he traído la moto. Voy hacia donde he aparcado la moto, más bien como dos o tres metro del aparcamiento, ya que no quiero que nadie lo vea.

Me acerco hasta ella, tomo el casco y se lo doy a Klaus, que mira la moto con terror.

- No jodas Klaus, ¿tienes miedo? - pregunto con burla, aunque ya sé la respuesta.

- N-No, sólo... Me cabo de acordar que me he dejado algo en casa, sí eso. Tendremos que ir a mi casa, ¿no? - dice con la voz dudosa. Excusas.

- Está bien Klaus, primero iremos a tu casa, luego iremos a cualquier sitio a charlar. - ruedo los ojos con indiferencia. - ¿Sabes que si tienes miedo de caerte puedes agarrarme de la cintura? - digo con burla.

Sólo alcanzo ver a Klaus sonrojado. Suelto una fuerte carcajada por la vergüenza que estará pasando.

- Ya. No es gracioso. No tengo miedo de... esas cosas. - dice señalando la moto.

- Vale. Vale. Ya paro, sube anda. - digo con una sonrisa.

Observo como se pone el casco. Yo me quito la capucha y subo a la moto primera. Con una mirada le indico que ya puede subir, él apenas puede hacerlo, ya que su cuerpo tembloroso no se lo permite. Intento aguantar la risa y le ayudo a incorporarse.

Arranco la moto con fuerza y siento a Klaus posar sus manos a cada lado de mi cintura. Río fuerte y arranco más fuerte.

- ¿Dónde queda tu casa Friedman? - pregunto alzando la voz para que me oiga.

- Sólo ve recto por esta calle y gira dos veces a la derecha, es una casa muy grande, la encontrarás. - dice guiándome con la voz. Asiento y acelero el motor.

Luego de diez minutos, llegamos cerca de una enorme mansión, aparco la moto en la acera de enfrente y espero a que Klaus baje, él baja con lentitud y posteriormente, bajo yo.

Él saca las llaves del bolsillo de sus joggers y mete la llave en la cerradura, pero antes de que él la abriera, alguien la abre por él.

- Oh. Has llegado pedazo de basura. - dice una voz masculina. Al principio, pensé que podría ser su padre, pero la persona que está frente a Klaus podría ser más joven, debido a que tiene la voz entre grave y aguda.

- No estoy para tus juegos Lian. - responde Klaus con fastidio.

Él se hace paso entre el chico y la puerta, y entra dando un empujón al joven que se encuentra frente a él. Su vista se posó en mí.

- Oh. Klaus, ¿me has traído a una putita? - dice con una sonrisa sacarrona, mirándome de arriba a abajo.

Klaus dirige su vista directamente a mí. Abre los ojos, como recordando que me encontraba ahí.

- No es ninguna puta y tampoco es para ti, aprende a respetar a las mujeres, mierda con patas. - dice apretando los dientes.

Él toma aire con profundidad antes de volver a hablar.

- Perdón por todo esto Kristeen. - Me dedica una sonrisa débil. - Puedes ponerte cómoda, subiré a dejar la mochila y tomaré una ducha, enseguida vuelvo. Mi hermano no te hará nada. - dice con los dientes apretados dirigiéndose a su hermano, para después desaparecer escaleras arriba.

Dejo la mochila cerca de la entrada y miro al hermano de Klaus, de nombre Lian, y repaso toda su cara y cuerpo. Viéndolo así, es casi idéntico a Klaus, sólo que los rasgos de Lian son más jóvenes. Con el ceño fruncido miro bien su cara. Pareciera que se metió en una pelea con algún compañero, ya que su cara está machacada. Tiene un ojo hinchado, un pómulo morado y la ceja partida.

Ignoro todo eso y me doy la vuelta, buscando la cocina. De pronto me entró sed.

Justo cuando estoy bebiendo el vaso de agua, escucho la puerta de la entrada abrirse. Frunciendo el ceño me acerco al salón, que se conecta con el pasillo de la entrada, me escondo detrás de un mueble para ver quién es.

- Lian, ya estamos en casa hijo. - chilla una voz femenina.

Una mujer y un hombre entran en la gran sala, con muchas bolsas en sus brazos, de distintas marcas famosas cada una. La mujer es rubia con los mismos ojos grises que Klaus, mientras que el hombre es castaño con ojos verdes, que se ve cansado de llevar tantas bolsas.




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