Capítulo 3

Primera semana 

El reloj que se encontraba en la pared seguía marcando las 11:45 AM, esta última hora se me estaba haciendo eterna. Llevaba alrededor de dos turnos con el señor Rodolfo, profesor que se encargaba de impartir Historia y origen de la fotografía y que por alguna razón tengo el presentimiento de que no le agrado mucho.

— Como ya deberían saber la fotografía, como la conocemos hoy, comenzó a finales de la década de 1830 en Francia. Dónde Joseph Nicéphore Niépce utilizó una cámara oscura portátil para exponer a la luz una placa de peltre recubierta de betún. Esta fue la primera imagen grabada que no se desvaneció rápidamente —señalo la imagen— Cathryn podría decirnos usted quién era Joseph Nicéphore Niépce.

Ahora entienden por qué digo que no le debo agradar, he sido a la única que le ha hecho preguntas en estas dos horas. Para ser sincera no sabía mucho sobre ese señor, solo lo poco que había investigado para el examen.

—Niépce era conocido como el padre de la fotografía, un inventor francés reconocido en la actualidad como el creador de la heliografía, cuya técnica dio paso a la fotografía.

Seguía mirándome esperando más, pero eso era todo lo que tenía para decirle y al parecer no era suficiente.

—¿Eso es todo, señorita Hershberger? —asentí como respuesta—. Debería estudiar más, le recuerdo que está aquí a través de una beca que debe mantener.

Me tragué todo lo que estaba pensando en ese momento sobre su comentario. No me habían regalado la beca por la que estaba aquí, me lo había currado durante noches de desvelos.

Recogí mis pertenencias y salí a toda velocidad de aquel salón en cuanto sonó el timbre que daba por terminada la sección. Me dirigí a la cafetería donde me esperaba Sofía con mi almuerzo. Me coloqué frente a ella y su novio, derrumbándome en la mesa como si fuera un cuerpo sin fuerzas.

—¿Qué tal te ha tratado tus primeros días? —preguntó el chico.

—No es obvio —dije levantando la cabeza— Me va del culo, ese señor me odia sin razón aparente.

—¿Qué te hizo ahora? —volvió a preguntar riendo.

—En pocas palabras que tenía que currármelo más porque estaba ahí por una beca que debía mantener —explique—. Como si me hubieran regalado ese lugar.

—Ignóralo, es un señor entrando en sus sesenta, amargado y muy correcto. En algún momento se le pasará y te dejará tranquila, es solo un semestre.

Quise pensar que sería así, concentrándome de una vez por toda en mi sandwich de pavo y mi jugo.

—¿De qué hablaban?

—Nada —respondí ignorándolo.

—Alguien no amaneció de buen humor.

—La verdad es que no y verte no lo mejora Henry.

—Auch, eso dolió.

—Nos vemos luego Sofía —dije tomando mi almuerzo y marchándome a la residencia.

O eso quería hasta que me di cuenta de que tenía a alguien persiguiéndome.

—Necesitas que te acerque algún sitio.
—No te molestes, puedo ir caminando.

—No es molestia Cathryn.

Pensándolo bien, caminar cinco cuadras hasta la residencia no era lo que más me apetecía con este frío. Así que acepte el aventón que me estaba proponiendo. El viaje fue cómodo y silencioso, teniendo en cuenta que Henry y yo siempre teníamos algo para decir.

—Llegamos —informó— Quieres que te acompañe hasta tu habitación.

—¿Te me estás insinuando?

—¿Tú como lo interpretas?

—¿Qué quieres de mí, Henry?

—Ser tu amigo —admitió—. En realidad quiero ser más que tu amigo, pero podemos empezar por ahí.

Bajo del auto para rodearlo hasta estar en el lado donde me encontraba y abrir la puerta para mí, mientras yo seguía procesando lo que acaba de decir.

—¿Pizza? —preguntó

—Eh —fue lo único que salió de mi boca, estaba distraída pensando en lo de antes.

—¿Queso? ¿Doble queso? ¿Hawaiana? ¿De qué te gustan?

—Doble queso con chorizo.

—Paso por ti a las 6 y cenamos en mi casa —sin dejarme decir nada se dirigió a su puerta y antes de montarse en su auto gritó—. Nos vemos, niña bonita.