La Akalaeb

Diario de la Reyna Aerith

Fragmento encontrado en el norte de Berethiel,
Los sabios calculan que el lenguaje es una mezcla entre dos lenguajes diversos.

Hubo una época en el tiempo en la que el mundo de Alqualondë no era más que una vasta tierra plagada de conflictos y riñas palaciegas. Los conceptos celestiales, las estrellas y los imperios eran ajenos a nosotros, simples fantasías susurradas en canciones de bardos errantes. En aquellos días, las guerras entre los diversos reinos del occidente de lo que antes era llamado Ublanthyr eran tan comunes como el viento que soplaba entre los árboles cristalinos. Sí… sí, hablo de un tiempo cuando Occidente no era llamado Berethiel, y mucho menos concebíamos aquel nombre para el primer imperio Elfae.
Berethiel significa Todo en uno.

El Continente de Ublanthyr, era joven en aquel entonces, y nosotros los elfae y elfuaranah también lo éramos. Por entonces, yo tenía apenas cuarenta años de vida, una flor que apenas comenzaba a brotar. Mis días transcurrían entre las intrigas y las sombras de la corte, y aunque llevaba una corona sobre mi frente como la Princesa Aerith de Yrandor, el peso del deber siempre me aplastaba.

En ese tiempo, el reino de Yrandor era una joya codiciada por todos los demás reinos élficos de Ublanthyr. No por su grandeza militar ni por sus conquistas pasadas, sino por sus árboles cristalinos: la Ulfurita, la Ametita y la Arrieta. Estos colosos de cuarzo y cristal emergían en las costas bañadas por el Mar de Ulvaeh, brillando con una luz mágica que podía doblegar el alma de quienes los observaban. Los cristales de sus ramas otorgaban a los usuarios un poder inimaginable, incrementando sus capacidades mágicas hasta niveles brutales, capaces de cambiar el curso de cualquier batalla o reinar sobre la voluntad de los demás. Pero aquello que hace prósperar una tierra también la condena. Yrandor estaba constantemente asediada, no solo por ejércitos externos, sino también por los susurros venenosos dentro de sus propios muros. Príncipes élficos de clanes rivales visitaban nuestra corte, vestidos de elegancia y falsas sonrisas, buscando mi mano en matrimonio. No por amor ni alianza, sino por el control absoluto de los árboles cristalinos. Sabía que si caía en sus redes, mi destino estaría sellado: un matrimonio vacío, un reino usurpado, y una muerte disfrazada de accidente.

Aquel tiempo estaba lleno de traiciones y ambiciones desmedidas, pero también de leyendas que definían nuestra identidad. El nombre de Ublanthyr provenía de un héroe ancestral, un elfo que, según las crónicas antiguas, había enfrentado a una criatura desconocida que descendió del cielo en un barco de hierro y fuego. Este héroe, con espada en mano, cercenó la cabeza del monstruo y dio su vida en el proceso. Su sacrificio nos dejó un legado de valentía, aunque también una advertencia sobre lo que acechaba más allá de las estrellas.

Pese a las tensiones en la corte y las amenazas externas, mi vida estaba destinada a seguir el mismo rumbo de muchas princesas antes que yo: un destino de sacrificios, deber y resignación. Al menos, así lo habría sido de no ser por aquel día.

El día en que el cielo se rasgó.

Una explosión iluminó el horizonte, y todos los elfos en Yrandor alzamos la mirada. Una nave de hierro y fuego descendió con estruendo desde las alturas, dejando un rastro de llamas y humo negro que se extendía como una cicatriz en el cielo. No lo sabíamos en ese momento, pero aquel evento marcaría el comienzo de algo que ni los bardos más hábiles podrían haber anticipado.

Supongo que esta historia no se puede contar sin el Descenso de aquel barco de hierro y fuego. Sí, supongo que esta es la historia de la creación de un imperio y la consecución del mismo. No sé qué pensarán las generaciones futuras; quizá piensen que una elfa loca se unió a un extraño llegado del cielo, desafiando todo lo que era sagrado. que concibio hijos con ese ser de orejas redondas que se autodenominaba "humano".

Pero ustedes no estaban allí. No saben nada.

No conocen las guerras terribles que se suscitaron en esa época. No saben lo que es ser obligada a amar a un príncipe que te quiere muerta una vez consumado el matrimonio. No, no saben. Supongo que esta es una historia donde se junta lo de arriba con lo de abajo. Y como la unión de esas dos realidades dio origen a los Ulblatanah, los Señores de las Estrellas, y al Imperio de Berethiel.

Puede que en el futuro ya no exista tal imperio, y puede que mis 50 hijos esten matandose unos a los otros pero para mí fue un gran viaje.

Pero debo empezar desde el principio. No puedo, no debo dejarme llevar por las corrientes de mis recuerdos y adelantar acontecimientos...

Empieza desde el principio.....




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