La semana pasada la maestra de español hablaba sobre una novela antigua que nos hizo leer.
La historia iba de un hombre que mató sin querer a una persona. Conforme avanzaba el libro, el hombre se iba haciendo más ruin. Al final, cuando se conoce el trasfondo uno termina entendiendo que ese crimen era, quizá, algo inevitable.
En la última página, el hombre se suicida.
—¿Ustedes que opinan chicos? —Nos preguntó la maestra— ¿Creen que, si el hombre no se hubiera matado, habría tenido forma de cambiar? Hay quienes dicen que gran parte de nuestra naturaleza nunca cambia a lo largo de la vida y que solo algunos pequeños comportamientos son los que se pueden modificar.
A toda la clase no pareció importarle ese cuestionamiento, pero a mí me dejó pensando durante el resto del día.
Todavía en la noche, estando en mi habitación, reflexioné una y otra vez el asunto. No pude dormir por varios días pensando en una respuesta.
Hoy, harta de no poder llegar a una conclusión, abordé a la maestra cuando acabó su clase.
—Maestra ¿Puedo hacerle una pregunta?
—Claro ¿De qué se trata?
—Es sobre… la novela del otro día. La del hombre asesino.
—Oh…
Se llevó la mano a la barbilla. Me observaba con detenimiento, como si tuviera ante ella una rarísima ave.
—Quieres saber qué es lo que pienso sobre el hombre ¿No? —Me quedé atónita. No pensé que fuera a adivinar con tanta exactitud lo que me pasaba por la cabeza.
Asentí.
—Pues… vaya… ¿Qué te puedo decir? Creo que para cada persona habrá una respuesta diferente.
»Si yo quiero cambiar, sé que puedo hacerlo. Pero no puedo asegurar que todas las personas tienen la capacidad o la fuerza para hacerlo también. ¿Entiendes? —Movió su cabeza de un lado a otro con los ojos cerrados. Parecía que pensaba en alguien mientras hablaba— Por más que yo quiera que alguien cambie, eso no depende de mí.
»Por eso te lo preguntaba… ¿Tú qué piensas? ¿Crees que podamos cambiarnos a nosotros mismos a voluntad?
—U-usted dijo… nos contó que… que nuestra naturaleza no cambia y… que solo se pueden cambiar pequeños comportamientos.
—Depende. En el caso del hombre asesino… ¿Crees que asesinar era parte de su naturaleza? ¿O solo un comportamiento?
—Creo —siguió diciendo ella— que solo el hombre lo sabía. Si asesinar era comportamiento o naturaleza debió saberlo. Y si no lo sabía, era su deber descubrirlo.
»Porque quién sabe… Quizá hay comportamientos detestables que terminamos conservando simplemente por comodidad. Porque cambiarlos es fastidioso. Aunque nos dañen, nos resulta un fastidio resolver nuestros problemas internos.
—Lo siento —dijo— No era mi intención darte todo este sermón.
—N-no se preocupe… Me ha ayudado mucho. En serio.
Ella se limitó a sonreírme, le agradecí y me alejé.
No sé si la maestra era consciente de esto, pero en ese momento me hizo la revelación trascendental que tanto necesitaba.
Es mi obligación como persona distinguir entre comportamiento y naturaleza.
Y estoy segura de que este diario me ayudará a hacerlo.
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Editado: 05.11.2024