La apuesta con la virgen

2: Las mujeres son asi

Milo

Después de asegurarme de que Lisa no saldría del tocador en un largo, largo rato, me reuní con algunos de mis compañeros en el exterior del colegio. Alex sonreía como un idiota, seguramente por alguna estúpida broma que uno de sus amigos contó.

Me acerqué hasta quedar frente a él y le arrojé la pequeña bolsa blanca que tenía con su pedido.

—Lo tuyo —mascullé sin mucha emoción. Negocios eran negocios. —Son cinco cigarrillos. 5 gramos de la mejor calidad. Tal y como los pediste, de un gramo cada uno.

Al ver su mirada brillante no pude hacer más que suspirar. El idiota terminaría acabando con su vida más pronto que tarde si continuaba consumiendo de esa manera. Pero bueno, yo no era nadie para juzgar las preferencias de mis clientes y mi padre me había enseñado que estos eran los mejores; consumo excesivo y dinero disponible. A mi no tenía porqué importarme lo que sucediera con su vida.

Alex asintió con una sonrisa torcida y tomó el delicado paquete como si fuese un tesoro importante. Antes de que pudiese guardarlo en el bolsillo de su pantalón, lo detuve colocando mi mano con la palma hacia arriba.

—Oh, cierto. Tu pago —murmuró risueño y antes de siquiera pestañear, sacó un fajo de billetes que mantenía en el tobillo de su calcetín. Diablos, que ordinario. —Lo tuyo, mi estimado Milo.

Hice una mueca de disgusto y me dispuse a contar los billetes. Alex no sería tan imbécil de intentar engañarme, pero yo no confiaba en nadie.

—¿Vas a decirme ahora que sucedió en el aula? ¿Por qué Lisa Vega te miraba como a un superhéroe? —preguntó Alex mientras yo estaba entretenido en mis negocios.

Ah, eso. Que escena más trillada y patética.

Me encogí de hombros.

—La idiota de tu novia estaba en medio de una escena con ella y tuve que interceder —fingí mirar al cielo. —Ellas estaban frente a mi pupitre. Allí tenía los cigarrillos de marihuana. Deberías decirle a tu perra de turno que guarde las apariencias, no puede ir por la vida golpeando a cualquier mujer que te mire más de dos segundos. Eso… no es propio de nuestro estrato social.

La expresión de Alex se endureció.

—Vanesa no es mi novia —dijo entre dientes y mirando a los demás. —Follamos de vez en cuando solamente.

—¿Y esto se lo has dicho a ella? —todos a nuestro alrededor rieron y pude ver como una vena del cuello de Alex se marcaba. Si existía algo que él odiara más que no ser el centro de la atención, era que se burlaran de sus cosas. Tan complicado y caprichoso el pequeño niño de papá. —Porque parece una zorra callejera peleando por su territorio.

El coro de risas a nuestro alrededor se hizo más grande. Alex apretó con fuerza la mandíbula, pero sonrió.

Era claro que esta era su forma de declararme la guerra.

Bah, ni que me importara.

—¿Entonces, tu fuiste el héroe para la damita en desventaja?

Reí amargamente y guardé mi dinero de forma eficiente para no levantar sospechas. Lo último que quería era un llamado de atención, que mi padre obviamente ignoraría, pero que le haría molestarse por mi falta de discreción en el negocio.   

—Algo así. ¿Por qué? —chaqueé la lengua. —¿Estas celoso y no quieres que me miré como te mira a ti?

Algunos aullaron de la risa por mi respuesta y Alex pareció rostizarse. Para nadie en nuestro círculo de amigos era un secreto como Lisa Vega lo miraba y aprovechábamos para burlarnos de él diciendo que atraía siempre a las más feas del colegio.

Ah, este día era perfecto.

—Dicen que ella es millonaria —Alex casi lo grito, en un vano intento de defenderse de las burlas —pero que finge en el colegio para no perjudicar la fama de su familia. Son de los más ricos del país.

Algunos bufaron, entretenidos por su idea.

—Milo es su héroe —comentó Luca, otro de los muchachos, —él podría preguntarle.

Me giré a mirarlo con una expresión pétrea.

—¿Y tú crees que ella me diría a mi quien es su familia? —bufé. Lisa parecía un animalillo asustado y solo por mera casualidad me había dedicado más de dos palabras seguidas. —No gracias, ese es un asunto en el que no quiero entrometerme. Si Alex quiere consolarse con la triste idea de que ella es millonaria, ¿Quién soy yo para destruir sus ilusiones?

Alex echaba humo por las orejas. Estaba irritadísimo con nuestras bromas y no pensaba quedarse atrás. Eso no sería propio de él.

 —Apostemos a que puedes conseguirlo —dijo con soltura, pero todos veíamos lo tensa de su postura. —Es decir, ¿Cuánto te podría costar averiguar la identidad de su familia?  

—No estoy interesado.

El timbre de regreso a clases sonó y me giré dispuesto a marcharme. Tenía que pasar por el sanitario para… higienizarme las manos. Sí, eso haría. Nada tenía que ver mi inquietud por Lisa Vega y su llanto.

—Le diré a mi hermano, que trabaja para el gobierno, que consiga la información que necesitas sobre tu madre —ofreció Alex de repente y consiguiendo toda mi atención. Lo enfrenté y su sonrisa se amplió. Era un maldito idiota egocéntrico. —A cambio, tu averiguas cual es la famosa familia de nuestra Moon girl*.




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