La apuesta con la virgen

4: Un poco de drama... siempre viene bien

Lisa

Miraba entre mis manos el glorioso vaso de plástico que hasta unas horas atrás tuvo el manjar más delicioso que hubiese probado desde hacía mucho tiempo. Mis papilas gustativas habían sido deleitadas con el café, el chocolate y la leche de almendras y ahora debería vivir con el conocimiento de que eso había sido gracias a Milo. Milo Lovenksco.

Él era… una incógnita.

Una que yo me moría por resolver.

Me sentía como una desvergonzada por estar mostrando tanto interés en su persona cuando hasta hacía un día atrás suspiraba por uno de sus amigos. Pero es que nadie me había preparado para la amabilidad y consideración del joven ruso. El día anterior no solo había sido mi héroe ante el acoso de Vanesa, sino de que Milo se había asegurado de llevarme al tocador y cuando la campana de regreso a clases sonó, lo encontré esperando “casualmente” en las afueras de los sanitarios.

Mi tonto corazón revoloteaba con ilusión al recordar el interés en su mirada y comenzaba a sospechar que el destino quería darme una señal. ¿Podía ser una solo una coincidencia que justo el día de los enamorados él mostrase un poco de simpatía hacía mí? ¿Había estado tan cegada con Alex durante todos estos años que no había sido capaz de mirar más allá de su bonito pelo rubio y ahora la vida me lanzaba a la cara que Milo podía ser buen material para un primer amor…?

Un zamarreo me sacó bruscamente de mi ensoñación.

—Buenas, buenas… —la cantarina voz de Celeste, una de las pocas personas en este colegio que me hablaba, se oyó de pronto. Nosotras no éramos exactamente lo que se denomina “amigas”. Ella era un año menor que yo y solo compartíamos el recreo en algunas ocasiones. Celeste era buena, le gustaba chismear sobre todo y todos, y disfrutaba de mis silencios incomodos. Me hacía sentir a gusto con su presencia. Y sin embargo, nunca hacíamos más allá de eso, lo que se traducía a que no nos saludábamos en el interior del colegio o siquiera compartíamos tiempo fuera de él. Era triste para mí, pero no quería obligarla a ser mi amiga solo porque disfrutaba de sentarse en los jardines conmigo. —¿Cómo se encuentra la persona más famosa de esta escuela el día de hoy?

—¿Qué?

—Por favor, para nadie pasó desapercibido con quien llegaste esta mañana —ella tomó asiento a mi lado y desenvolvió su delicado neceser con bocadillos bajos en grasas. —¿Desde cuando tu y Milo Lovenksco son amigos?  

Sentí que la piel de mi rostro se convertía en fuego.

—No somos amigos —respondí demasiado rápido para mi gusto. —Él… me ayudó esta mañana.

Celeste soltó una risilla burlona.

—¿Qué, te hizo respiración boca a boca?

—¡Celeste! —chillé con vergüenza. —Nada de eso, solo… —suspiré. Milo había sido tan amable en traerme y luego comprarme un café especial para yo pudiese disfrutarlo. Él me había tratado como si fuese… una persona. Una normal y corriente, y no la escoria del colegio. —Coincidimos casualmente y se ofreció a traerme a la escuela —meneé mi vaso ya vacío frente a sus ojos. —Me compró un café con leche de almendras y bocadillos veganos.

—¡¿Qué!? —gritó mi amiga. —Estamos hablando de la misma persona, ¿verdad?

Asentí con una sonrisa tímida.

—¿Qué te pidió a cambio? —preguntó Celeste con una mirada suspicaz. Ella dio un gran mordisco a la insulsa galleta de arroz que tenía entre sus manos y me animó a contarle. Su decepción fue grande cuando le dije que nada. Milo había sido nada más que un caballero conmigo. —Pff, ¿entonces eso quiere decir que le gustas? ¿Comenzaras una historia de amor con él?

¿Qué más quisiera que tener algo bonito con alguien, que me mirasen como si fuese un tesoro y que se preocuparan por mi felicidad?

—No —sentencie sin inmutarme demasiado en la realización de que mis tontas ilusiones no tenían cabida en mi vida. —Solo es cuestión de tiempo hasta que se dé cuenta de que esta siendo demasiado amable con la marginada del colegio y él también lo haga. No me haré muchas ilusiones —el golpe de decepción duele mucho más después, pensé para mi misma.

Celeste notó mi rostro y no continuó hablando de mis encuentros con Milo. En su lugar me ofreció uno de sus bocadillos y comenzó con un entretenido monologo sobre las novedades de su vida. Ella viajaría a Francia con su madre y su hermana para elegir un vestido por sus dulces dieciséis, disfrutarían un par de días en la ciudad de Paris y luego volverían para organizar su fiesta de cumpleaños.

La miré con ojos soñadores, yo nunca tendría la posibilidad de salir de la ciudad ya que en el diccionario de mi madre la palabra “vacaciones” no existía. Ella se esforzaba mucho por cumplir con su puesto en la gerencia de la empresa y el dinero que recaudaba nunca lo utilizaba para disfrutar. No podía reprochárselo tampoco, mamá hacía todo lo posible por mantenernos contentos, pero su tacañería algunas veces era molesta.  

—¡Estoy tan malditamente harta de esa escritora! —chilló Celeste de pronto cuando una notificación sonó en su celular. —Ya ha pasado una maldita semana.

—¿Qué te sucede? —me acerqué a la pantalla de su teléfono donde tenía abierta una aplicación de lectura online. —¿Pasa algo interesante en la novela que lees ahora?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.