La Astronomía del Amor
Capitulo 2:
A lo largo de los siglos, la humanidad ha dado nombres que evocan poder y magnificencia a los objetos celestiales. Entre todos ellos, el Sol, la estrella central de nuestro sistema solar, se ha ganado una denominación que refleja no solo su importancia astronómica, sino también su profunda influencia en las culturas y creencias. En esta historia, a este sol tan antiguo como el tiempo mismo se le llama "Solis". El término proviene del latín, utilizado por los antiguos romanos, y significa literalmente "sol". Sin embargo, la elección de usar "Solis" en lugar de simplemente "sol" es una forma de recordarnos su grandeza y la reverencia que todas las civilizaciones han tenido por este astro. El nombre evoca imágenes de poder y majestad, de la energía infinita y la fuente de vida sin la cual no existiríamos.
Los atardeceres de Solis son un espectáculo que corta el aliento. Cada tarde, cuando la nutrida estrella comienza su descenso hacia el horizonte, el cielo se convierte en un lienzo vibrante de colores. Los tonos dorados se transforman en naranjas ardientes, luego en rojos intensos antes de desvanecerse gradualmente en púrpuras y azules profundos. La luz de Solis, difuminada a través de la atmósfera, crea un reflejo cegador sobre el mar y las montañas, un fenómeno que hipnotiza a todos quienes tienen el privilegio de presenciarlo. A medida que las sombras se alargan y el resplandor diurno cede su lugar a la obscuridad de la noche, uno no puede evitar sentirse humilde ante tal magnificencia. Este ritmo de luz y oscuridad, tan constante y a la vez siempre cambiante, es una danza eterna que marca el paso del tiempo.
Para Kain, los atardeceres representaban algo más que simple belleza; era un recordatorio constante de la razón misma por la cual dedicó su vida al estudio del cosmos. Desde muy joven, los cielos lo llamaron de una manera que no pudo ignorar. Las estrellas, planetas y constelaciones no solo eran luces en el cielo nocturno, sino portales hacia mundos desconocidos, misterios esperando ser desvelados.
Kain trabajaba como astrónomo en el Observatorio Celestial de Solis. Enclavado en la cima de una montaña, el observatorio era un lugar de silencio reverencial y de contemplación intensiva. Cada noche, Kain pasaba horas observando a través de telescopios, midiendo movimientos celestes y registrando sus descubrimientos. Las noches eran largas y muchas veces solitarias, pero cualquier incomodidad quedaba compensada por la maravilla de lo que las lentes revelaban.
Sin embargo, no todo en la vida de Kain era calma y satisfacción científica. El compromiso extremo con su trabajo a menudo generaba fricciones con sus colegas y superiores. En una de esas noches, una disputa especialmente acalorada sobre las prioridades del observatorio llevó a Kain a salir abruptamente, abrumado por la frustración y la impotencia.
Dejó atrás las luces artificiales del observatorio y se encaminó hacia el antiguo acantilado que se alzaba imponente frente al mar. Las olas se estrellaban violentamente contra las rocas, en un eco sonoro que acompañaba el latido acelerado de su corazón.
Allí, en la penumbra de la noche y envuelta únicamente por la luz plateada de la luna y el titilar distante de las estrellas, Kain divisó una silueta femenina, impregnado de curiosidad se acercó hasta divisar a una mujer admirando la vastedad del cielo nocturno.
Se acercó despacio, sin querer romper la burbuja la cual parecía envolverla, noto como la chica estaba tan absorta en sus pensamientos, que no parecía medir la consecuencia de que se encontraba en un acantilado y de noche.
Así que decidió romper el silencio sepulcral en el cuál se encontraban ambos.
-Qué haces aquí, tan sola y a esta hora?-
La mujer asustada por la voz desconocida, se sobresalta y se voltea.
Kain pudo mirarla y pensó que la mujer que se encontraba al frente de él era más hermosa que la estrella de Polaris o el mismo Solis, con sus ojos más brillantes que la luna misma.
-No estaba sola, estaba... meditando.- mencionó la mujer desconocida
- ¿Meditando? ¿Sobre el vacío?- dijo Kain y esbozó una sonrisa irónica, viendo cómo la chica hizo una mirada de irritación ante su comentario, siendo evidente que no le había gustado su respuesta.
- Soy Kain- se presentó, extendiendo una mano.
- Adhara- respondió ella, estrechando su mano
Después de un par de preguntas para saciar su curiosidad acerca de aquella
enigmática mujer llamada Adhara. Adhara decidió preguntar..
- ¿ Y tú qué estudias?- preguntó con interés hacia Kain, mirándolo en espera de su respuesta.
- Estudio el cielo y su existencia- contestó él de una manera muy simple
- ¿ Ya has encontrado el por qué a tus preguntas?- volvió a preguntar Adhara haciendo sentir a Kain como si de un interrogatorio se tratase
Kain se levantó de su sitio y comenzó a caminar teniendo una nueva idea al respecto de su investigación, pero decidió frenarse y contestar.
- Es el universo que hablamos Adhara.. simplemente aprecia la belleza incomprendida y contestarás tus respuestas- Respondió y volvió a retomar su camino hacia el observatorio
Kain había comprendido que no importaban las disputas ni las dificultades. el universo era vasto, y sus misterios eran demasiado profundos como para ser entendidos en soledad
Esa noche, bajo el manto estrellado, Kain encontró algo más que respuestas científicas. Encontró paz y una renovada motivación para seguir indagando en los secretos de Solis.
Inevitablemente, Solis volvería a surgir, iniciando un nuevo día lleno de preguntas, desafíos y, por supuesto, de maravillas por descubrir. Pero, por ahora, la noche tenía su propio encanto, y Kain junto a Adhara se perderían en ella, dejando que el resplandor de las estrellas los guiara en su sendero de búsqueda y descubrimiento.