Hayden:
«Aunque el mundo cambie y envejezca, tú seguirás aquí. Esa es una verdad con la que tendrás que lidiar a pesar de que quieras evitarlo».
Esas fueron las palabras que mi padre cuando por accidente, me corté la palma de mi mano con la hoja de mi espada. Era un niño cuando mi padre me dijo eso y a pesar de que no lo pude comprender, con cada segundo, hora, mes y año… todo se hace más claro; especialmente ahora que la predicción de Aidan se hizo realidad. Ella está aquí y espero que no quiera quedarse.
Estamos alrededor de la mesa grande y redonda de la biblioteca, con apenas tres asientos ocupados. Aidan ha mantenido el Libro de la Creación, al igual que las gemas que tenemos en nuestro poder. Nunca me gustó que Aidan dejara objetos tan importantes a la vista, pero ahora veo su objetivo. Siempre esperó este momento. Siempre esperó que ella y yo nos reuniéramos aquí.
—Sé que no es muy cómodo haberlos llamado a ninguno de los dos —comenta Aidan, quien intenta romper el silencioso ambiente en la sala. Miro a dirección de ella, luce tan defensiva como fuera de sí misma —, pero tenemos que hablar de todo lo que ha estado pasando en estas últimas semanas.
Veo la expresión tensa de la chica. Luce enojada, asustada, pero al mismo tiempo, con una mirada con la que podría devorar a cualquiera.
—Saliste con vida y sin daño alguno del territorio del rey, Amber —es la primera vez que escucho su nombre —, pero más que suerte, debes saber que varias personas, incluida tu madre, sabíamos que algo así podría pasar. La Rebelión se hace cada vez más fuerte a medida que el control del rey sobre los Greinlods se hace más evidente —aquellas palabras… me hacen detener la respiración por unos segundos —, así que debemos estar unidos. Ahora que tu identidad como Hija de la Luna ha sido reconocida por el rey, es momento de que el Hijo del Sol y la Hija de la Luna se unan para que podamos consolidar a nuestros aleados.
—Apenas salí de ahí con vida… ¿de verdad quieres que peleé en su guerra? —por primera vez, veo en sus ojos más enojo que miedo. Sus ojos son de un azul oscuro, pero centellan como si hubiese fuego dentro de ellos.
—La guerra nunca ha terminado —responde Aidan enseguida, con la misma serenidad de siempre —, es por eso que estamos aquí, y aunque aún no puedas verlo, es por eso que tú también. Tu nacimiento escribió el destino de este mundo apenas llegaste a él —esta vez, cuando veo los ojos oscuros de Aidan, noto que no duda en medir sus palabras. Nunca ha sido una persona condescendiente, pero tampoco es cruel—. Y aunque no tienes por qué pelear por nuestra causa si no lo deseas, te pido que escuches.
Ella asiente, resignada.
—Dos de los líderes de las naciones saben de tu existencia, Amber —continúa —. La lideresa Odil Han, de la nación del Aire; y lord Adar Strong, de la nación de Fuego. Odil se halla a salvo por ahora, ya que su nación jamás ha sido invadida por los Greinlods o asediada por algún ejército. Y en cuanto a Adar… —hace una pausa analítica, frunciendo el ceño teñido de algunas canas —, está desaparecido. Aún no tenemos certeza de lo que pasó con él, pero lo sabremos una vez viajemos a Arquidia.
—¿Arquidia? —pregunta Amber, sorprendida, pero al mismo tiempo, incrédula. Debo admitir que me desconciertan sus reacciones, ya que pasa de la tristeza, la vulnerabilidad al enojo en instantes —, te tengo la terrible noticia de que la nación de Fuego fue devastada —explica, aún con enojo.
Aidan quien reconoce esa verdad con una expresión de dolorosa resignación mientras aprieta los labios y asiente con cautela, ya que ninguno de nosotros pudo actuar y mucho menos, haberlo previsto.
—Es por eso mismo que viajaremos a Arquidia en unos días —asegura Aidan con determinación—. Adar sabía que algo así podría suceder en cualquier momento, así que debió tener un plan de respaldo. Ayudaremos a los civiles, planearemos una estrategia para ello y averiguaremos todo lo posible para fortalecer nuestra posición —explica —. En cuanto a ti, Amber, puedes quedarte el tiempo que quieras en el Gran Bosque del Reflejo. Puedes considerar este lugar como tu hogar desde ahora, así que podrás irte cuando quieras, pero debes saber que tu madre confiaba en esto. Confiaba en ti y en lo que tú representas —asegura, mirando fijamente a la chica, como si la conociera. Hay un breve silencio, casi inescrutable. Los ojos azules de la chica se humedecen y por un momento creo que se soltará a llorar, pero no lo hace, sino que logra contenerse —. Tu padre también fue un buen hombre. Lo conocí, él te amaba. Más que a nadie, más que a nada, incluso más que a su propia vida.
El silencio incrementa unos segundos. Aidan dijo que cuando conociera la Hija de la Luna, mi cuerpo, mi mente y mi alma la reconocerían enseguida, pero lo que siento justo ahora… no es más un deseo profundo de salir de aquí.
Es una niña o, mejor dicho, apenas es una mujer. Tiene dieciocho años, pero, aunque su piel es joven y su cuerpo es frágil, sus ojos delatan una fuerza que no puedo nombrar todavía. No sé lo que es, pero por momento siento que veo a dos personas en una. Esta niña no tiene un solo rasguño encima, su postura y su voz delatan la educación que recibió. Es joven, delicada y hermosa, todo lo que no quería que fuera.