La bella y la bestia - by H. Link P.

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De repente, el bosque selló un denso silencio, mientras Giosuè seguía sollozando en su llanto. Stella también dejó fluir sus lágrimas, pues las pérdidas de la bestia le recordaron todas las pérdidas que había tenido. La muerte de sus padres, sus hermanas siendo víctimas de un ataque, y Camille eliminada esa noche, «¿Qué más podían perder?» pensaban ambos.

Ante ese pesar, el rostro de Esmeralda expresaba poco, mas la ruptura de su silencio dejó salir su verdadero sentir.

—Si de algo sirve, Giosuè, tu humanidad quedó intacta a pesar de todo.

—¿Cómo dice? —preguntaron ambos.

—Aunque el hechizo dictó que te convertirías en una bestia, pude ayudar a que conservaras tu humanidad —respondió Esmeralda—. No sólo tu cuerpo conserva esa complexión, tu mente aún es capaz de sentir y percibir.

—¿Y por qué no puedes revertirlo?

—Lo he intentado, pero aquel embrujo es irrevocable. Como verás, yo también lamento cosas de hace años.

—Pero, ¿cómo fuiste liberada? ¿Qué te permitió escapar? —interrogó Stella.

—Tú, querida niña. Como la rosa justiciera que eres, tu luz anuló mi sello, y heme aquí.

—¿Qué?

—No sé si amas a Giosuè, pero tu presencia lo ha ayudado a vivir con plenitud.

—Comprendo, pero, ¿era necesario ocultar ese pesar?

—La verdad saldrá a la luz cuando llegue el momento. De hecho, este es el momento.

Apenas Esmeralda terminó de hablar, hizo que los rosales de las ruinas emitieran un brillo mayor, junto a un coro que resonaba por todo el bosque. Belia y sus soldados quedaron aturdidos, mas Bastian trató de resistir, pues sabía que eso era una prueba de que sus enemigos estaban cerca.

—Aunque la bélica y bestial oscuridad aún gobierna, el eco de aquellas flores persiste.

—¿De verdad cree que podemos hacer algo contra Belia? —dijo Stella

—Ahora que ha florecido una rosa de justicia y bondad, la verdad nos hará libres.

—Recién Belia destruyó mi pueblo, no creo poder hacerle frente.

—Calma, querida. Comprendo tu temor, pero es importante que seas valiente y…

Esmeralda estaba por hablar, pero un flechazo la interrumpió. Aunque pudo esquivarlo, supo que la búsqueda de Belia había finalizado. Finalmente, tras siete años de búsqueda, Belia pudo encontrar a la bestia. Sin perder tiempo en homólogos o discursos, la reina y sus soldados se enfrentaron al grupo, mas Giosuè fue veloz, esquivando las flechas y balas, y arrojando a uno que otro hombre, hasta que Bastian atrapó a Stella.

—Entrégate, o la chica la paga.

—¡Déjenla!— gritó Giosuè.

—No tan rápido —comentó Belia, amenazando a Stella con su ballesta—. Tú y nuestra tía fueron ingeniosos al ocultarse, pero su engaño ha de arder en el infierno.

—Igual que tu engaño ¡Te lo repito, suéltala!

—No soy como tu madre, pero tampoco puedo seguir sin actuar en defensa —habló Esmeralda, haciendo que varias flores rodearan a Bastian.

Mientras el hombre intentaba desprenderse de las plantas, Stella aprovechó el momento para correr, mas Belia le arrojó un golpe en la cabeza, dejándola inconsciente. Giosuè corrió a su ayuda, pero los soldados arrojaron una red de cadenas sobre él. Por su parte, Esmeralda aturdió a los soldados con más enredaderas, con tal de evitar otra masacre, pero su magia poco pudo servir en Bastian, quien pudo deshacerse de aquellas plantas.

—Ojo por ojo, Belia —dijo Esmeralda.

—Ya lo veremos.

—Que el reflejo de tu imagen se esfume.

Caminando frente a la hechicera, Belia preparó su ballesta, mas Esmeralda la envolvió en setas. Sabía que era el momento para atacarla, así que le arrojó un rayo de energía, uno del mismo poder que acabó con sus hermanas. Sabiendo que su señora corría peligro, Bastian quiso esquivar el ataque con el espejo, mas el rayo de luz lo atravesó.

Aunque Esmeralda quiso detenerse, era tarde. Tanto ella como Bastian experimentaban una agonía que quedó clara con sus gritos, hasta que todo cesó con un par de abruptos golpes contra el suelo. Lejos de sentir pena o dolor, Belia vio con decepción cómo su siervo se arrastraba, mientras a Esmeralda le esperaba el destino de sus hermanas.

Stella hizo esfuerzos por abrir los ojos, a la par que la bestia trataba de quitarse las cadenas de encima, hasta que él recibió un impacto de Bastian. Cuando llegaron más hombres, se encargaron de cargar a la bestia, no sin antes arrojar a Stella al pozo.

—Saint-Roux no nos espera con los brazos abiertos, pero nos esperará con una última mancha a su linaje —respondió Belia—. Cuando lleguemos, quiero que preparen la campana del juicio.

—Entendido.

Mientras Belia y sus fuerzas restantes se marchaban, el cuerpo de la doncella siguió descendiendo, mas su mente se hallaba en otro sitio. Tanto sus memorias pasadas como presentes parecían indicarle que la muerte estaba por cobrar su alma, hasta que un destello verde apareció, ilustrando a Stella en un prado del bosque, en lo que fueron aquellas ruinas. A su frente, otra figura familiar se hallaba de espaldas, nada menos que aquel príncipe.




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