La bella y la bestia - by H. Link P.

XI

En contraste con el vasto clamor del exterior, los interiores del castillo eran regidos por un vasto silencio. No obstante, los pasos de Belia hacían pequeños ecos, mientras ella se dirigía al salón de baile, llevando el mismo vestido que el espejo le ilustraba. Entre sombras y pequeños destellos por las armas, la reina sonreía.

Por su parte, Giosuè despertó, viendo que estaba dentro de la campana que Belia había fabricado para su macabro deseo. La bestia trató de quebrar la jaula, mas un flechazo al aire lo asustó, impidiéndole moverse.

—No tan rápido, bestia.

—Tú…

—Mira lo que el tiempo ha hecho con nosotros, con este sitio —dijo Belia— ¿Quién diría que un conflicto sería nuestro inicio y desenlace?

—¿Cómo pudiste, Belia?

—Con mi intelecto, por supuesto.

—¡Basta!

—No te pongas agresivo —gruñó la reina, mientras quemaba su proyectil—. Descuida, no has de preocuparte más, porque tu pesar pronto se esfumará, igual que tu padre…

—¡No te atrevas a mencionarlo!

—Y no lo haré más, del mismo modo que no me molestaré en recordarte —concluyó Belia.

—¿Qué haces?

—¡Prepárate!

Con su proyectil, Belia hizo que el piso ardiera en fuego. Pese a ello, la celda de Giosuè comenzó a colgar del techo cual campana, de modo que Belia pudiera dispararle más flechas a su antojo, hasta que Stella logró llegar. Tras ver a la reina, la doncella no dudó en quitarle la ballesta, acompañando su arrebato con un empujón.

En respuesta, Belia tomó a Stella de sus cabellos, arrojándola contra una columna. Aunque Stella quedó aturdida y con su nariz sangrando, no se dio por vencida, y tomó uno de los oxidados faroles, logrando golpear a Belia en la cabeza. La reina entró en cólera, no tanto por su estropeado peinado, sino por la firmeza de Stella, misma que podía ver con sus ojos ardientes como el salón de baile.

Cuando Giosuè vio a Stella, sus fuerzas se vieron reanimadas, así que trató de liberarse, golpeándose contra la campana para quebrarla. Por su parte, Belia continuó arrojando a Stella contra las columnas, mas la doncella, a modo de distracción, rasgó el vestido de la reina. Fúrica, Belia tomó del cuello a Stella, y la arrastró hacia otro muro.

—¡Niña tramposa y grosera!

—M-monstruo.

—Por supuesto que soy un monstruo, uno que acabará contigo —dijo Belia, lista para clavar sus uñas en la doncella.

—¡Aléjate! —gritó Giosuè , acudiendo a la defensa de Stella.

—La bestia protegiendo a su bella dama, qué romántico.

—¡Stella, corre!

—No, Giosuè .

—Más te vale no… —insistió Belia, hasta que un cañonazo interrumpió sus palabras.

Para sorpresa de la reina, las turbas furiosas acabaron con sus soldados. No sólo lograron acceder a los jardines, también a las murallas, apoderándose de los sistemas de defensa. En respuesta, los siervos restantes tomaron fuertes medidas, destruyendo los puntos dominados por los enemigos, y provocando explosiones por todo el castillo. Desde luego, el humo y el fuego no se hicieron esperar, consumiendo las faldas del lugar.

Aprovechando la distracción de Belia, Giosuè y Stella huyeron, mas la reina no dudó en correr por los pasillos exteriores, logrando ver cómo la pareja se columpiaba por las cúpulas y arbotantes. A pesar de su agilidad para saltar de un lado a otro, no fueron rivales para la precisión de Belia, pues bastó un flechazo suyo para que Stella se soltara de los lomos de la bestia.

Aunque Stella pudo sostenerse en una arbotante, cayó lejos de Giosuè , quien también se vio atrapado por los aleatorios ataques de Belia. Sin más opción, la bestia brincó para enfrentarse a la reina, quien logró esquivar el acecho. Aprovechando su distracción, Belia se acercó para clavarle el trozo de una gárgola, mas Giosuè opuso resistencia. De una vez por todas, la bestia se enfrentó a la bella, pero bélica reina.

Tras ver un ventanal, Stella se lanzó hacia él, evitando su caída al fuego. Incluso con sus pocas fuerzas, quiso ayudar a Giosuè, así que corrió para seguirlo, mas él y Belia, entre rasguños, esquivos y persecuciones, llevaron su pelea a lo más alto del castillo. Logrando burlar su perspicacia, la bestia se ocultó en las cubiertas de la sala del trono, mientras Belia lo recorrió con locura.

—¿Te ocultas de nuevo? —dijo Belia— ¿Por qué no sales y peleas?

—Esta vez no —pensó Giosuè .

—Mi único error fue esperar que se cumpliera esa tonta maldición. Pero eso ya no importa, aquí y ahora concluye tu juicio, porque yo misma lo sellaré, ¡Yo soy el rocío del juicio!

La rabia trató de consumir a Giosuè , mas él fue paciente, esperando el momento preciso para atacar a Belia por la espalda. Sin embargo, la reina fue más astuta, logrando arrojarse contra la bestia, y preparándose para clavarle un puñal.

—¡Recibe tu final feliz, bestia!

—¡No! —gritó Stella, lanzándose contra su rival.

—No, esperen, no me maten —lloró Belia, tras ver cómo Stella amenazaba con lanzarla desde lo alto del castillo—. P-por favor, bestia, somos familia.

—Yo no soy… una bestia… como tú.

—¿Qué hacen?

—Te daré una oportunidad, vete —comentó Giosuè , tras acercar a Belia frente a él.

Sin embargo, los cañonazos hicieron que la torre temblara, provocando que Giosuè dejara caer a Belia, y que Stella cayera. Sin dudarlo, la bestia se arrojó y, agarrando impulso, logró tomar la mano de su amada. Cuando la doncella abrió los ojos, pudo ver cómo su salvador continuó columpiándose por las cúpulas del castillo, hasta que llegó a una torre.

—Lo logramos.

—Gracias —dijo Stella, lanzándose para abrazar a Giosuè.

El corazón de la bestia latió con fuerza, y sus ojos dejaron caer lágrimas de alegría, mientras Stella se envolvió en una calidez sin igual. Tras ello, la bestia se agachó, y Stella se paró de puntitas, esperando besar a su amado. No obstante, Belia se había salvado tras caer sobre una cúpula cercana, así que aprovechó aquel momento para disparar a Stella. Giosuè dio la vuelta para protegerla, mas él también recibió un proyectil en su pecho.




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