La bella y la bestia - by H. Link P.

Epílogo

A falta de una monarquía, el pueblo de Saint-Roux siguió su propio camino, procurando levantarse de tan venenosa situación. Se dice que los restos del castillo aún prevalecieron, mas su uso se limitó al simbolismo del cambio pronto a suceder, un cambio que ayudaría a Saint-Roux a restaurar su gloria pasada.

Por su parte, la Béni volvió a recibir la alegría cual primavera. Aunque la memoria de Stella siguió vigente por generaciones, no era recordada con tristeza, sino con ternura y benevolencia. Camille siguió viviendo ahí, pero decidió invertir su fortuna en la reconstrucción del pueblo.

También se fue a vivir con Wilfried, quien abrió una nueva librería. Poco a poco, su amistad floreció en una relación que, pasados unos años, dio luz a una bella familia. Los años corrieron sobre ellos, borrando toda energía, mas su memoria prevaleció, en especial su recuerdo con Stella y Giosuè .

Sobre los divisivos rumores, hubo gente aferrada a las acusaciones contra Belia, mas otros siguieron creyendo su engaño, mostrando que, incluso en muerte, el daño ya estaba hecho. Sin embargo, quienes creyeron la verdad, se encargaron de contarla a modo de fábulas y leyendas, mismas que hablaban de un príncipe convertido en bestia, y una dama de noble y bella bondad, quienes lograron derrocar a la reina del engaño mortal.

El tiempo pasó por todo y en todos, excepto en la verdad que ha sido como la piedra, desapercibida, pero duradera. Los bosques atestiguan semejante virtud, e incluso la dejan ver de vez en cuando, con aquella pareja que, según dicen, se le puede ver bailando en medio de los árboles y la bruma. Muchos tratan de hallarlos, mas el miedo y la incerteza nublan sus mentes, como el prejuicio que condenó a aquel príncipe en el pasado.

Sin embargo, también hay gente más abierta que, tras escuchar un eco emisario, logra dar con ese sitio mágico. Poco y nada es hallado, más allá de la cristalera que simboliza el eterno pacto de la pareja, no sólo con el bosque, sino con sus vidas, con su grato amor.

Al igual que el sol, las rosas emisarias aún siguen emergiendo y entonando su inmortal canto, en conjunto con los bailes y recorridos que hacen sus amos. No hay un final con todos viviendo felices por siempre, pero sí hay una verdad a clamar sobre aquellos que el mundo conoció como... la bella y la bestia.

la bella y la bestia




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