29 de Octubre del 2016.
Ya era media mañana cuando el viejo Chevy de color rojo propiedad de la periodista amateur Lara Twiggy se detuvo justo en frente de una pequeña vivienda rodeada de vegetación en donde vivía la persona a la que entrevistaria; Brini Monson. La que había sido única superviviente del gran incendio que había sucedido en la vieja Casa Willows hace casi ya un año. A Lara le picaba la curiosidad y no solo por saber qué era aquello que había sucedido en aquella casa, a fin de cuentas ella se había mudado a Willows casi a finales del verano y no sabía más que aquello que se rumoraba entre los habitantes de Willows, pero eso no era todo lo que provocaba su curiosidad. Tenía muchas preguntas para Brini Monson y casi hasta podría enumerarlas en orden, por ejemplo: ¿Por qué alguien como ella con necesidades y urgencias económicas no había revelado el suceso hace tiempo? Sí, sabía sobre eso, fue lo primero que aprendió de su antiguo jefe, Atlas Montgomery. Destripa el pasado de tu entrevistado. Algo sucio e ilegal, pero a fin de cuentas necesarios para entrar en el juego, la segunda pregunta: ¿Por qué no vendió la historia a los desesperados periódicos del condado? ¿Por qué ahora? ¿Y por qué la había mandado a pedir exactamente a ella? Una forastera con los conocimientos básicos sobre la historia de Willows, no por falta de iniciativa al investigar si no por falta de cooperación por parte de los habitantes. No entendía, pero seguro que lo averiguaria y he allí el motivo del porque ella estaba bajando de su viejo Chevy y encaminándose hacia las viejas escaleras de madera que conectan el pequeño jardín de enfrente con el porche.
Cuando llegó a Willows el verano pasado huyendo del descaro y las mentiras desagradables de su ex prometido Iván no pensó mucho a la hora se coger una pequeña maleta y finiquitar todos sus asuntos en Chicago, cuando pudo verse encaminada a la mitad de la nada aparcó su Chevy y salió a descargar toda la furia contenida en su interior y antes de siquiera saberlo ya estaba en Willows, un pequeño pueblo dentro del territorio de Nueva Orleans que para muchos aún seguía siendo desconocido. Jamás había escuchado de Willows, jamás pensó que terminaría en este pueblo perdido y por supuesto jamás imaginó que terminaría estableciéndose en un lugar envuelto en el misterio. Tara suspiró, llevaba meses viviendo en Willows y las únicas dos que sabía de su historia es que de la familia fundadora no quedaba ni un solo descendiente, y que hablar o querer hablar sobre esa familia era un tema tabú para todos los que vivían en Willows. Rápidamente su detector de historias se activó cuando notó esas cosas, pero para una periodista amateur con sueños de destripar aquella historia el que las fuentes de información decidieran callar no era muy bueno. Así que aquí estaba ella subiendo las escaleras chillonas de madera y a punto de tocar la puerta de Brini Monson, una mujer con aprietos económicos y una mujer que antes de la catástrofe ocurrida no había sido vista por nadie en el pueblo.
Ah, el misterio como lo odiaba y lo amaba a partes iguales. Debía ser aquello a lo que Tara llamaba su Sindrome de Gato, por que la curiosidad era algo que martirizaba a mujeres y gatos por igual. Y que la enterraran viva si esta historia no le comía la cabeza día y noche.
Golpeo la puerta ligeramente mientras que con su mano derecha apretaba ansiosa el asa de cuero de su bolso. No pasó mucho, quizás unos segundos cuando al otro lado de la puerta de madera se escucharon unos pasos ligeros, algo extraños y luego la puerta se abrió emitiendo un suave rechinido. Tara abrió la boca apenas vio a Brini, nunca la había visto solo había escuchado su voz a través del teléfono así que era la primera vez que la veía en persona. No era una mujer mayor como ella suponía, era una mujer joven de piel oscura radiante y cabello oscuro y alegre, pero lo que la dejó sin palabras fueron sus ojos. Eran del azul más claro que ella jamás había visto, estaba tan impresionada que casi pasa por alto al gran Danés de pelaje gris brillante que la vigilaba atento sentado sobre sus patas traseras.
—Usted debe ser Tara, mucho gusto soy Brini y este muchachon de aquí es mi compañero Holhooja—Tara arrugó la frente al escuchar el nombre del gran canino, por la modulación en el tono de Brini podía deducir que no era precisamente un idioma que conociera. Aunque eso pasó a segundo plano cuando vio la mano de Brini a todas luces esperando ser correspondida con un apretón de manos.
—Mucho gusto, Brini. Soy Tara Twiggy—enunció rápidamente y se apresuró a estrechar manos.—Eh, discúlpame pero me llamó la atención el nombre de tu mascota—al terminar la oración le pareció que el can viró la cabeza hacia un lado bufando indignado, claro eso no podía ser posible porque era un can.
Brini escondió su risa detrás de su mano y cabeceó negando:—No te preocupes, seguro es algo que no escuchas todos los días. Por si acaso te diré que es de origen finlandés. Pero ven pasa, seguramente no tarda en empezar a llover.
Allí iba otra vez la frente arrugada de Tara. ¿Lluvia? Imposible. ¿Pero qué la mujer no veía el sol radiante? ¿Y no sentía el calor? Pero no iba a ponerse a discutir sobre ello. Brini se movió silenciosa hacia un lado invitandola a su casa, lo primero con lo que se toparon los ojos de Tara fue con un escalón y una superficie de cerámica en el recibidor, a un lado un pequeño armario de madera con la puerta corrediza apenas abierta en donde se podía entrever un par de zapatos planos de color rojo.
—Disculpa, pero ¿podrías quitarte los zapatos?—algo descolocada Tara empezó la labor. Si no se equivocaba aquella era una costumbre muy propia de los países asiáticos. Una vez con sus botas cafés fuera Tara reparó en los pies de Brini, iba descalza y en su tobillo derecho unos finos hilos de oro centellaban dulcemente. Al ver las uñas pintadas de un rosa suave de Brini no pudo evitar sonreír ante la imagen contrastada de sus uñas pintadas de un fogoso tono rojo.—Bien, vamos al salón. Tengo preparado algo de té y un poco de pastel de limón.
Editado: 05.06.2020