CAPÍTULO 8

VESTIDO DE NOVIA

Max detuvo la risa tan abruptamente volviendo a el gesto adusto de siempre. Nadie en toda su vida lo había sorprendido de aquella manera. Cada vez que estaba cerca de ella algo pasaba que lo mantenía en completa incertidumbre.

Hacia tanto tiempo que no se reía con tantas ganas ante lo divertido y absurdo de aquella situación.

Él, el hijo de un burdo y común comerciante que había tenido la suerte de hacer negocios poco legales y ganar bastante dinero con ellos sin llamar la atención de las autoridades. Él, estaba a punto de convertirse en Barón.

Su padre, Cornelius Blackthorne estaría en esos momentos revolcándose en su tumba sí tan sólo pudiera ver la posibilidad de que su odiado hijo se convirtiera en lo que nunca pudo, ni podría ser.

El odio que había sentido por mucho tiempo afloró en cada parte de su cuerpo. Su padre estaba al fin muerto y se había llevado parte de su alma con él, pero todavía quedaba esa mujer a la que la vida nunca debió darle la posibilidad de ser madre.

Esa mujer aún era capaz de hundirlo en la negrura de su alma, a pesar de mantenerse alejada de él por miles de kilómetros.

- Me has dejado sin palabras - le anunció. - Un tipo como yo convertido de la noche a la mañana en un miembro de la nobleza. Ahora entiendo la relación de tú familia con Sir Richard.

- Los títulos pertenecerán a la familia - le dijo en un tono de reserva, - nuestro matrimonio no es de lo más normal. Usted esta obligándome a este enlace y yo lo he aceptado por el bienestar de mí familia. Le pido que se redacte un documento en el que usted renuncie a los títulos cuando este matrimonio termine.

-¿Por qué estas hablando del fin de nuestro matrimonio sí aún no se lleva a cabo? - Demandó levantando una ceja con arrogancia mientras cruzaba con elegancia una pierna sobre la otra. - Sin embargo lo tomaré en cuenta en el acuerdo prenupcial. Sir Richard puede, con toda libertad enviar a mis abogados tus condiciones acerca de este matrimonio.

- Un matrimonio solo de nombre.

Max la miró con burla. Mildred lo miraba sonrojada con sus ojos verdes brillando desafiantes.

¿Sabia acaso lo deseable que era? Cada vez que pasaba más tiempo con ella vislumbraba una nueva faceta, era como descubrir una obra de arte cada vez que sus ojos se posaban en ella. Se estaba convirtiendo en una tentación que había llegado a su vida y a la que no podia evitar entregarse.

¿Un matrimonio de nombre? No de ninguna manera.

- No.

Su respuesta fue tajante. La joven palideció y lo miró ahora con temor y reserva, replegándose como una frágil criatura.

- Mí matrimonio no será sólo de nombre, - le anunció en un tono que no admitía replicas. - Quiero un heredero, una esposa que lleve en sus entrañas a un hijo con mí sangre.

- Hay otras maneras de tener un hijo...

- No lo creo. No para mi. - Se negó inclinándose hacia ella acercándose demasiado para ponerla nerviosa. - mí hijo y heredero será concebido de una manera natural, tal y como debe ser. Nuestro matrimonio será consumado, de la misma manera en como se ha hecho desde el principio de los tiempos. No puede ser de otra manera.

*

Milly intentó por todos los medios retrasar el momento de buscar su vestido de novia. Su padre ya era un hombre libre desde hacia tres días.

Al principio estaba muy molesto con ella por lo que hizo para obtener su libertad, sin embargo la reacción de sus hijas al tenerlo en casa lo hizo claudicar y aceptar de mala gana la boda de su hija mayor con la bestia.

Ayudó a Sir Richard a redactar los contratos prenupciales en donde le daban a ella una buena compensación sí llegaban a divorciarse, además de el hecho que Max renunciaría a el título de Barón de Collins.

Firmaron la mañana de jueves. El día en el que ella se encontraba caminando por la calle sin mucho entusiasmo en busca de su vestido de novia.

Se detuvo frente a la antigua tienda vintage, un ligero cosquilleo de adrenalina recorrió su cuerpo. No sé dio cuenta en que momento en donde estaba hasta que se detuvo frente al establecimiento.

Lanzó un suspiro y con manos temblorosas abrió la puerta de cristal. La campanilla sonó y su corazón dio un salto en el pecho. Titubeó antes de entrar.

La dama de cabello cano y lentes colgando en su cuello de una hermosa cadena de plata levantó la vista y sonrió al reconocerla.

-¡Querida joven amiga! - la saludó acercándose sonriente, - ¿Has venido a ver el hermoso vestido? Aún no lo vendo, todavía sigue esperándote.

- Buenas tardes señorita Molton - le sonrió apenas.

-¿Quieres que lo saque? - Preguntó tomándola del brazo acercándola al antiguo mostrador.

- Yo..., si, claro. - asintió dejándose llevar.

La señorita Molton la soltó y rodeo el mostrador inclinándose y, al levantarse sujetaba una larga y ancha caja blanca que dejó suavemente sobre la superficie. Sus manos largas y femeninas que como único adorno poseía un anillo de platino con diminutos diamantes rodeando un rubí en forma de corazón, recuerdo de el amor de su vida que había muerto un día antes de casarse. Abrió con sumo cuidado la tapa, el papel de seda fue retirado con delicadeza y un hermoso encaje color crema fue descubierto. El cuello redondo mostraba que se trataba de un antiguo vestido en perfectas condiciones.

Milly alargó su mano tocando apenas el delicado encaje.

La retiró con rapidez y dejo que la señorita Molton sacara la prenda mostrándosela. Milly emitió un leve jadeo, era el vestido más hermoso que jamás había visto.

El largo llegaba a los tobillos en suaves ondas, amoldándose a los movimientos; era de talle largo en donde se sujetaba a las caderas con un lazo de seda. No tenia mangas y en la parte de la espalda se arqueaba en una profundo escote que llegaba a la cintura. El encaje estaba bordado por pequeñas y delicadas lentejuelas y cristales brillantes.

- Realmente creo que este vestido es perfecto para ti - se acercó y lo colocó delante de ella, - pronto encontraras al novio ideal como accesorio para este hermoso vestido.