Entonces Érick la cogió del brazo y le dijo con arrogancia y enfado:
-Escúchame bien, hasta ahora casi nadie me había amenzado porque nunca se atrevieron, y de los pocos que lo hicieron acabaron muy mal. Te juro, que si vuelves a amenazarme con eso que llamas "baratija" te meteré en la cárcel por fraude para que sepas quién es el que manda aquí y quién tiene contactos. ¡Y ahora, dame lo que me pertenece!
-¡Me estás haciendo daño, suéltame!-gritó Verónica.
Entonces sacó de su bolso la brújula y se la dio nerviosa y temblando.
-Aquí la tienes...
-¡Ahora vete, no quiero volver a verte!-dijo Érick con enfado y rabia que hasta sus bonitos ojos azules se convirtieron en algo que no quisieras volver a mirar.
Después de ese disgusto, Verónica se fue corriendo, se metió al baño para digerir todo lo que había pasado. Después de eso, se fue a ver cómo estaba su tía. Cuando entró en la habitación su tía se dio cuenta de que algo no marchaba bien y le preguntó:
-Hija...¿te pasó algo? Estás pálida...
-No tía, estoy bien. ¿Ya terminaste por hoy tu tratamiento?
-Sí hija, vámonos ya.
Cuando salieron y esperaban el ascensor se toparon los cuatro: Verónica, Erick, y el abuelo con la tía.
El abuelo vio una oportunidad para emparejar a Verónica con Érick, así que la saludó:
-Nos volvemos a encontrar Verónica, definitivamente es el destino...