La brújula del tiempo (2019)

PARTE 2

Allariz, 2019

 

—¡Vieja yo! ¡Aquí lo único viejo que hay es tu ropa! ¿Qué pasa que te has escapado del psiquiátrico pensando que eres Shakespeare o qué?—esa voz no era de la anciana, era de una muchacha joven que vestía ropa muy extraña y escasa para lo que él estaba acostumbrado.

—¡Qué demonios! ¿Dónde está la vieja? ¿Por qué vistes como una ramera?—para Martín todo estaba igual salvo por la joven que estaba allí y la ausencia de Sabela.

—¿Sabes que te digo? ¡Qué ramera será tu abuela imbécil!—le empujó, pero esta vez no se cayó al suelo—Vuelve al loquero que falta te hace, encima de raro eres un machista. Mi ropa no tiene nada de malo, es un pantalón corto y una camiseta normales y corrientes, si ves algo de ramera en mí como tú dices, es que tienes un problema bien gordo.

La chica volvió hasta su coche sin percatarse de que aquel tipo vestido de obra de teatro shakesperiana la seguía.

—¿Qué es eso?—Martín miró el coche totalmente horrorizado.

—Es un coche, en serio estás mal de coco, chaval—ella subió al coche mientras Martín se quedaba quieto justo al lado—Si me dices en que hospital estabas puedo llamar para que vengan a por ti—sacó su móvil del bolsillo y vio como Martín pegó la cara a la ventanilla observando el teléfono—¿También te sorprende un simple móvil? Mira, no tengo todo el día ¿Me dices el número o qué?

—No sé quién eres no sé de dónde has sacado todos estos artilugios. Yo estaba en la feria del ganado, me alejé al bosque, me crucé con una vieja loca que decía que era meiga y no sé cuantas sandeces más, de repente me empujó y sólo te vi a ti y…comenzó toda esta locura…

—Espera… ¿Has dicho que has hablado con una meiga?—el hombre asintió horrorizado—A ver dime tu nombre y que año crees que es.

—Me llamo Martín y hasta dónde yo sé estamos en el año 1730, es así ¿No?—la miró aterrorizado, no quería que pensara que estaba loco, porque no era cierto.

—No me jodas—la chica salió del coche y cerró la puerta—Yo soy Iria, y no quiero asustarte ni asustarme pero… Estamos en el año 2019

—¡Eso no es cierto! ¡Eso no puede ser! ¿Eres cómplice de la vieja no?—en un descuido de Iria, Martín la apegó a él y le puso la daga en la garganta.

—¿Se puede saber que haces? ¡Suéltame!—le pegó un rodillazo en la entrepierna y se zafó de él—¡Eres el mayor imbécil medieval de la historia! Eso me pasa por ser buena gente y tenderle la mano a cualquiera ¿Sabes qué? ¡Búscate la vida!

Iria se subió al coche y lo arrancó, pero no pudo avanzar porque Martín estaba justo delante sin intención de apartarse.

—Perdóname por favor, no debí hacerlo, pero es que no sé qué está pasando. No te voy hacer ningún daño, te doy mi palabra—a Iria le pareció sincero y le instó a subir al coche.

—Vamos sube, daremos una vuelta para saber que haremos contigo—Martín se acercó y no supo como entrar, Iria muerta de risa le abrió la puerta, Martín se sentó y ella le indicó que tirara de la puerta hacia él—¿Ves? No es nada difícil, ahora habrá que ponerte el cinturón, paso de que nos multen.

—¿Cinturón? ¿Multen? Usas un lenguaje muy extraño—Iria se acercó a él cogiendo el cinturón y abrochándoselo, a Martín le gustó su aroma, olía a dulce.

—¡Pues anda que tú!—sonrió—Ahora sí, vamos a pensar—se pusieron en marcha y a los cincuenta metros él comenzó a gritar—¡Y hora qué te pasa!

—¡Para esto, nos vamos a matar mujer! ¿A quién se le ocurrió inventar esta monstruosidad?

—No nos vamos a matar, confía en mí, no soy tan mala conductora…creo—le hacía mucha gracia el pobrecillo porque todo lo asombraba y eso que apenas había visto nada—A ver cuéntame que te dijo esa mujer, en estas tierras las leyendas abundan. He oído hablar de las meigas y siempre he tenido mucha curiosidad.

—Me dijo algo sobre que mi vida no era esta, que mi destino se encontraba en otra época y cosas extrañas, yo no la creí. ¡Es que no puedo creerla Iria! Las brujas son cuentos para asustar a los niños, no existen. Quizá estoy soñando, o muerto o…

—Has viajado en el tiempo Martín. Eso o me estas tomando el pelo…—él la miró decepcionado—Pero no sé por qué, pero algo me dice que debo creerte. Intentaré ayudarte ¿Vale? Aunque no tengo ni idea de cómo.

—Gracias por creerme, no estoy loco, te lo juro—la miró tan fijamente a los ojos que pudo percibir unas motitas doradas en sus iris marrones. A pesar de su ropa extraña para él, se dio cuenta que era una joven hermosa, no era muy alta ya que le llegaba a él por la barbilla, tenía cabellos castaños demasiado cortos para ser una mujer según él, pero todo el conjunto le parecía muy bello. Se fijó en sus brazos y sin pedirle permiso le acarició los trazos que tenía—¿Qué es esto?

—Eso se llama tatuaje, es una herida que se hace dejando la tinta impregnada en la piel para siempre, no sé si me explico muy bien, lo siento

—¿Quién te hizo eso?—le parecía una idea monstruosa.

—Yo misma, me dedico a esto, soy tatuadora ¿Te gusta? Es un rosal, aunque pronto tengo que retocármelo, hace mucho que me lo hice.

—Tú… ¿Le haces eso a la gente?—Iria asintió—¿Por qué? ¿Te han hecho algo malo?




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