La caja

La caja

Estaba en el centro de aquellas cuatro paredes donde los días parecían no transcurrir. Miles de muñecas llenaban el espacio, pero nunca jugaba con ellas; solo las organizaba y acomodaba. Eran mi única compañía en esa gran soledad, y aún no entendía por qué estaba allí. De vez en cuando me perdía en mis pensamientos. No quería salir de esas cuatro paredes; al hacerlo, solo encontraba una caja más grande, lo cual me parecía cómico y desastroso debido a mi pequeñez en comparación.

Me sentía como esas muñecas que, en momentos de egoísmo, arrojaba por la ventana hacia una gran altura. Inocentemente, creía que podrían vivir y escapar de esa oscuridad. Cualquier cosa era mejor que esta caja, pero la realidad era más complicada. Al igual que las muñecas que tiraba, al día siguiente las encontraba de nuevo en mi cama. Era una tortura. No quería estar sola, pero tampoco deseaba que otros sintieran mi desolación.Al alcanzar mi primer banco, me asomaba por la ventana que, casualmente, daba al parque. Era irónico ver cómo los niños jugaban mientras los adultos los acompañaban. Debo admitir que de vez en cuando me sacaba una sonrisa, aunque cuando se iban y la noche reclamaba su dominio, la cruda realidad me golpeaba con más fuerza. Ansiaba salir, escapar de esta caja. Entre lágrimas, encendía las luces que me devolvían a ese mismo lugar, a esa caja más pequeña donde mis muñecas esperaban en silencio, aunque a veces parecían moverse como si estuvieran vivas.

No soportaba ese silencio.Al levantarme, cogía el vaso de yogur, el pan y el queso de la mesa, un ritual diario. Luego me sentaba en el sofá, sin ganas de mirar por la ventana. Era irónico que aquello que me brindaba felicidad también me causara el doble de dolor. Prefería quedarme en el sofá. En esos momentos me permitía sumergirme en mis recuerdos, buscando algún momento en el que hubiera sonreído como aquellos niños afuera. Pero, por más que intentaba recordar, no encontraba ninguno fuera de esta caja. No sabía qué sentía en esos momentos. ¿Era impotencia o temor? Era el sentimiento de no tener ningún momento como aquel.No quería llorar, pero mi cuerpo parecía tener su propia voluntad. Derramaba lágrimas que intentaba reprimir. No quería llorar, ¿qué ganaba con ello? Descubrí que no ganaba nada. Después de escuchar un estruendo, la ventana se oscureció y, como una niña valiente, corrí a encender las luces. No quería la oscuridad, pero por primera vez comprendí que también temía a esos ruidos estruendosos, como bestias que asustaban incluso a las nubes, que también lloraban. no espere mi mayor temor y las luces se apagaron. No entendía por qué se habían apagado. ¿La bestia de afuera las había dañado? No lo sabía, pero el temor me envolvía. Subí mis pies. No quería tenerlos en el suelo. Sentía miedo, pero los ruidos resonaban más y más fuerte, sacando mis gritos de auxilio. No deseaba esto. No quería estar en esta caja. No quería estar sola. No quería la oscuridad. No quería nada de eso. Sentía miedo y pedía auxilio a todo, a cualquiera que me salvara. Lloraba y deseaba a alguien, pero nadie llegaba. Mi exilio era agonizante. Aun sollozando e implorando ayuda, mi cabeza palpitaba y mi garganta dolía. Poco a poco perdía la esperanza de que alguien viniera, hasta que mis ojos se abrieron. Ya no escuchaba esos rugidos ni veía las lágrimas de las nubes.Con miedo, bajé mis pies. Sin siquiera ponerme los zapatos, me acerqué a la ventana que iluminaba toda la habitación. Finalmente, la caja tenía color. Miré hacia abajo y vi algo blanco en el suelo: era hielo. Entre jadeos, a los 7 años, llegó el pensamiento de que deseaba algo que no podía tener, y esa bestia me mostró que había algo más grande que temer que la caja en la que vivía. Con mi descubrimiento, cerré la ventana y con una paz que me brindaron las lágrimas, entré a mi habitación. En la parte superior de mi cama, cogí a la muñeca que siempre había estado en la misma caja que yo y, junto con las más recientes, las coloqué en sus improvisadas camas. Finalmente, me acosté y cerré los ojos sin pensamientos. Supongo que esa bestia me dio lo único que necesitaba pero no pedía: paz.



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En el texto hay: soledad, miedo, pas

Editado: 14.07.2024

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