Antoni
Han pasado tantos años que los recuerdos empiezan a desaparecer en mi mente, que lo último que quiero es perder esos momentos que fueron los mejores de mi vida.
Samantha.
Y ella, lo mejor de mi vida. Mi pequeño ángel o mi Sol, como solía decirle yo, porque ella fue la luz que necesitaba para que iluminara mi oscuridad.
Y la perdí.
Cierro los ojos y suelto un profundo suspiro.
Rompí mi promesa.
Rompí su corazón.
Si solo las cosas hubiesen sido distintas.
Si mi abuelo no me hubiese encontrado.
Ahora entiendo todo del porqué mis padres se la pasaban de un lado a otro viajando sin querer que él nos encontrara.
Porque él es un manipulador y un egoísta.
Un maldito viejo que me ha tenido en sus manos, pero ya no más, no lo soporto más. Necesito volver donde está mi verdadera familia, donde está el gran amor de mi vida.
Conocer a los Brocken y los Spencer fue lo mejor que me pudo pasar.
No solo está Sam, también están los tíos Sofía y Alexander, los abuelos y…
Mis padres.
Que, aunque no fuese su hijo biológico, me trataron como si lo fuese e incluso nos apoyaron a Sam y a mí cuando decíamos que algún día nos íbamos a casa.
Mi madre Ana siempre decía que yo podría hacer lo que quisiera si le ponía corazón en ello. Que siempre luchara por mis sueños y que no dejará que nadie impidiera ser feliz.
Camino, escuchando mis pasos en el piso de mármol de este enorme piso donde están las oficinas Bianco. Un edificio de lujo, pero frío y vacío.
—Señor Bianco, qué gusto…
—¿Dónde está? —Interrumpo porque no quiero su lambonería, siempre es lo mismo cuando las personas saben quién soy o más bien mi apellido.
—Está en la oficina, pero…
Sigo mis pasos y abro la puerta sin tocar. Él siempre hace lo mismo, así que no tengo porque qué tener educación cuando él no la tiene.
—Hijo, qué menos mal que llegaste…—Levanto la mano interrumpiéndolo.
Esto hace que el abuelo cierre la boca y frunza el ceño porque nadie lo interrumpe.
—El negocio con los franceses es un hecho, ya firmaron lo contrario.
—Lo sé.
—También con los japoneses—Sonríe, le hice ganar mucho dinero con ese negocio.
—También lo sé y, por cierto, felicidades. Debemos celebrar—Lanzo las carpetas sobre el escritorio haciendo eco en su oficina.
—Me voy—Digo con determinación.
—¿Dónde irás esta vez? —Pregunta tomando una de las carpetas y empieza a revisarla—¿A Dubai? ¿Alemania?
—A casa—Frunce el ceño y deja la carpeta en el escritorio.
—Estás en casa.
—No, a mi casa y sabes de lo que hablo—Digo—Teníamos un trato y ya no esperaré más.
—Esta es tu casa—Dice con expresión dura—Yo soy tu familia, no ellos.
—Ellos son más que mi familia, son las personas que amo y no voy a seguir tolerando sus manipulaciones.
—No te puedes ir, eres mi único heredero. Si te vas, lo pierdes todo.
—Sabes que jamás me ha interesado tu dinero—Digo—No me interesa nada de lo que venga de ti—Me doy la vuelta para salir.
—¡Ni se te ocurra dejarme! —Grita dando un golpe en el escritorio—Sabes que si lo haces, ellos serán lo que pagará caro—Cierro los ojos y respiro hondo recordando que es un anciano.
—Que sea la última vez que me amenazas con ellos—Me doy la vuelta y en dos zancadas llegó a su escritorio y barro con todo su contenido, incluso su computadora sale volando hacia el suelo—Llegas siquiera a decir su nombre y verás las consecuencias.
—No puedes amenazarme.
—Tú tampoco, ya no más—Digo—No voy a tolerar que sigan manipulando mi vida, me quedé por mi familia, pero ya hice lo que tenía que hacer y me iré. Ni tú ni nadie me detendrá o verás que tan Bianco llevo en la sangre.
—¿Me estás amenazando?
—Te lo estoy advirtiendo.
—No puedo creer que dejes todo esto—Extiende los brazos señalando su alrededor—Eres el más rico de Italia y los más poderosos de Europa.
—El dinero no es todo—digo—¿No te quedó claro que a mi padre tampoco le importa?
—¡Y por eso está muerto! —Grita fuera de sí—¡Por irse con esa… cualquiera!
—Déjame en paz, viejo, búscate a otro heredero. No me necesitas como yo no te necesito a ti.
—¿Te vas a ir detrás de esa chica?
—A ti no te importa.
—Claro que me importa, eres mi nieto y…
—Ya te dije que ya no más. Soy un adulto y he esperado lo suficiente.
—¿Qué tal si hacemos un trato? —Entrelaza los dedos entre sí—Y podrás casarte con esa mujer.
—Es que de todas maneras lo haré.
—Siéntate y escúchame, después de esto no volveré a meterme en tu vida ni en la vida de esa familia. Te lo prometo.
Sé que no debería escucharlo y que debería irme y dejar todo atrás, pero sé que este hombre no se detendrá ante nada y no me dejará tranquilo. Necesito terminar con esto y cortar de una vez por toda todo lazo con mi abuelo para poder ser feliz porque es de la única manera que seré libre con mi familia.