La casa del lago 2, el reencuentro

Capítulo 3

Samantha

Una de las cosas que más me gusta hacer es trotar en la playa.

Es un momento que se siente íntimo, un espacio solo para ti.

Con una suave melodía en mis audífonos aumento el paso sintiendo que los pulmones arden y siento como el sudor baja por mi frente hasta empañar mi visión haciendo que deba bajar la velocidad. Levanto la mano para limpiarme y no logro ver por dónde voy y termino estrellándome contra una especie de pared de músculos y rebote hacia atrás y cuando estoy a punto de caer de trasero unos fuertes brazos se envuelven a mi alrededor.

—¿Estás bien? — Parpadeo varias veces sintiendo mi garganta cerrarse y no puedo articular una palabra.

Mi cabeza se va hacia atrás para poder verle a los ojos.

—¿Antoni? —Una hermosa sonrisa aparece en su rostro.

—No cariño, soy Diego, ¿Y tú?

Recupero la cordura cuando el hombre delante de mí me responde y es que me percato que aún me tiene envuelta alrededor de sus enormes brazos, notando cómo me abraza con fuerza, apretándome contra de su cuerpo.

—¿Podrías soltarme?

—Lo siento—se disculpa y me suelta y por alguna razón siento un vacío cuando me alejo de su cuerpo.

Por algún momento pensé que Antoni había regresado.

El hombre que tengo delante de mí es demasiado apuesto, tiene los ojos azules como dos témpanos de hielo como solía tenerlo Antoni, pero su mirada es cálida cuando me mira. Su cabello es más claro y una suave barba decora su rostro, dándole un toque oscuro. Lleva una camiseta sin mangas dejando ver la tinta en los músculos de sus brazos y unas bermudas hasta arriba de las rodillas revelando sus gruesos muslos y piernas tonificadas y puedo decir que este hombre fue hecho a la perfección.

Hombros anchos, caderas estrechas y piernas gruesas.

Incluso sus piernas tienen tatuajes y me pregunto hasta donde llegan y no puedo evitar mirar ese lado prohibido.

—¿Te gusta lo que ves?

—¿Disculpa? —Parpadeo dando un paso hacia atrás.

—Te quedaste mirándome como si quisieras devorarme—Sonríe mostrando su perfecta dentadura—Si quieres, puedo mostrarte más y…—Antes de terminar de hablar, levantó la mano y la estrelló contra su mejilla.

Jadeo, cuando me doy cuenta de lo que acabo de hacer.

No solo yo estoy sorprendida, el chico delante de mí queda con el rostro desviado.

—No sé quién eres y que te estás creyendo, pero a mí me respetas—Digo tratando de mantener la calma, pero siento que mi corazón se va a salir de mi pecho—Te puedes ir por donde viniste, no me interesa nada de ti—Doy un paso al frente, pero es para empezar a caminar hacia mi casa y cuando paso por su lado, tomó mi muñeca y me detiene—Suéltame.

—Mira, lo siento—Me suelta y da un paso hacia atrás levantando las palmas como señal de rendición—Me disculpo por lo anterior, tengo merecido ese buen golpe que, por cierto—Se toca la mejilla y sonríe de nuevo—Sí que sabes golpear.

—Espero que lo tengas en cuenta—Me cruzo de brazos.

—Lo haré—Extiende la mano —Me presento de nuevo, soy Diego Balmer ¿Y tú? —Dudo un momento darle la mano, pero al final lo hago.

No entiendo a este hombre, lo acabo de golpear y se presenta como si nada hubiese pasado.

Dios mío, ¿En qué estaba pensando? Es la primera vez que golpeo a alguien.

—Samantha—digo—Samantha Brocken.

Digo despertando de mi aturdimiento.

—Samantha—Susurra despacio mi nombre y es cuando me doy cuenta de que aún sostiene mi mano.

—¿Podrías soltarme?

—Disculpa—Ríe.

Evito rodar los ojos y decido mejor alejarme de este hombre, me hace sentir intranquila.

—¡Espera! —Trota hasta ponerse a mi lado.

—Mira, no sé qué pretendes, o bueno, sí, pero eso no va a pasar—Levanta una ceja y su sonrisa se elimina—No me interesas, no quiero nada contigo y quiero que me dejes en paz. Ve y búscate a otra, porque conmigo no encontrarás nada.

—Yo…

—Basta, en serio—Aprieto la punta de mi nariz y respiro hondo—Puede que seas lindo, pero de verdad no me interesas—Empiezo a caminar de nuevo y lo escucho reír.

—¿Te parezco lindo? —Pregunta divertido, trotando de nuevo a mi lado.

Ruedo los ojos y decido ignorarlo y camino más rápido.

—Cariño, que bueno que te encuentro—Me detengo ante la voz de mi abuela.

—Abu—Digo y puedo ver como sonríe con la mirada hacia atrás.

—Veo que conociste a Diego—Dice y se acerca.

—Digamos que sí—Murmuro apretando los labios—¿De dónde lo conoces tú?

—Es nuestro nuevo vecino—Señala la casa que está al lado de la mía.

—¿Qué? —Me volteo y lo observó sonreír con picardía.

A lo largo de los años se han construido varias casas formando una pequeña urbanización, la mayoría de las casas pertenece a la familia y algunas han salido a la venta.

—No sabía que ya la habían vendido—digo.

—Sí, tu padre la vendió hace unos años y ahora Diego vive en ella.

—Oh.

Esa casa me gustaba demasiado y llegué a soñar vivir en ella cuando me casara con…

Detengo mis pensamientos cuando siento un fuerte dolor en el pecho.

—Cabe recalcar que no soy el dueño—Diego se acerca con su sonrisa—Solo me estoy quedando en ella mientras los dueños están de viaje y le hago unas mejoras.

—Entiendo.

—Diego me pidió la pala prestada, pero no la encontré y recordé que la última vez tu padre fue quien la tomó, por eso le pedí que te buscara para que se la prestaras.

—Oh—Siento mis mejillas arder, el hombre no me estaba coqueteando, bueno, sí, pero él lo único que quería era que le prestara la pala.

—¿Entonces? —La abuela sonríe.

—¿Entonces? —Pregunto y caigo en cuenta de que los dos están esperando que me mueva para ir por la pala—Oh, la pala—Empiezo a caminar hacia mi casa.

—Gracias, señora Samantha, usted es muy amable. Le prometo devolvérsela en cuanto termine, ya que mañana iré a comprar mis herramientas—Lo escucho decir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.