El viaje a su casa lo hizo con miles de ideas en su cabeza. María y su extraño comportamiento, la casa de sus tormentos, su etérea ocupante y lo que ella era, lo que dijo Santiago de que tal vez los ocupantes de esa casa abandonada eran demonios o fantasmas. Aturdido, se llevó las manos a la cabeza. Miró a través del cristal sucio del bus que lo trasportaba, las luces de la ciudad indiferentes afuera. Suspiró y se bajó en su parada.
Con paso lento, se encaminó hacia su destino.
La casa blanca se erguía en la oscuridad. Los Chaguaramos agitaban sus hojas en el viento y las flores amarillas del árbol de Acacias escapaban de sus ramas.
Marcos tragó grueso. Sentía que lo llamaban desde adentro. Inexorablemente, como quien se asoma al precipicio y se siente atraído por el vació, así Marcos empujó la puerta lateral que daba al jardín abandonado.
El robusto roble se mostraba imperturbable en el fondo de jardín. Inmediatamente el gato negro se entrelazó en sus piernas maullando en susurros, dándole la bienvenida. Marcos lo acarició, comenzaba a sentir afecto por el felino, sentía que el animal era su amigo, confiaba en que él guiaría sus pasos por aquel transitar misterioso.
Empujó la puerta del frente y una corriente de aire le dio de lleno en la cara como si el viento, atrapado en el interior de la casa se desesperara por salir.
Todo era oscuridad adentro. El corazón de Marcos latía desbocado, quería volver a ver a la mujer con los cabellos de oro. Sin embargo, todo estaba desierto en el interior.
Con la linterna del teléfono encendida, el muchacho vagó por el salón del piano y la cocina. No había nadie allí. Al regresar al vestíbulo, se encontró con que el gato subía displicente la amplia escalera que daba a la planta superior.
Con la boca seca y las manos empapadas en sudor Marcos supo que era su invitación.
La planta de arriba albergaba las habitaciones. Un largo pasillo con puertas cerradas a cada lado se extendía al frente. Los jinetes y campesinos de los cuadros bucólicos que estaban en las paredes parecían mirarlo con ojos sombríos mientras la luz del celular proyectaba las sombras fantasmagóricas de los jarrones que en otro tiempo adornaron con gracia las esquinas del pasillo.
Caminaba tembloroso, sin saber que encontraría. El gato negro maulló suavemente asustándolo, y sin poderlo evitar pegó un brinco que casi lo hizo caer. Respiraba con dificultad paso a paso recorría el pasillo hasta que miró con sorpresa como el animal se introdujo en una de las habitaciones.
Todas las puertas estaban cerradas. Todas menos esa. Parado en el umbral entreabierto pudo notar como una cortina de tela fina se agitaba por el viento y salía a través de la ventana abierta. La luz de la luna reflejaba sus rayos en el piso de cerámica antigua. Con un estremecimiento, Marcos entró a la habitación.
Al entrar, la amplia ventana de madera podrida, abierta de par en par y la cortina flotando fantasmal en el interior, captó su atención. Algunos rayos de luna iluminaban la habitación mientras una rama de Mango se colaba por la ventana transformándose en un brazo de garras monstruosas que, como en una visión infantiles tratara de atraparlo. Tuvo que parpadear varias veces para convencerse de que solo eran ramas. En la pared de la izquierda había una gran cama con dosel. La colcha, de flores rosadas descoloridas, caía hasta el piso de cerámica.
De pronto, con un salto grácil el gato negro subió a la cama. Marcos se acercó y pudo ver un bulto que reposaba en ella. Con extraña excitación reconoció que el cuerpo sobre la cama era el objeto de su tormento. La hermosa muchacha yacía dormida como una princesa encantada entre las colchas.
Sus relumbrantes cabellos estaban esparcidos sobre la almohada y la piel pálida brillaba espectral bajo los rayos de la luna. Largas pestañas se extendían casi hasta tocar las sonrosadas mejillas y unos labios rojos entreabiertos dejaban escapar el dulce aliento de la bella durmiente.
Se acercó tentado.
Quería tocarla.
Conocer la textura de esa piel de porcelana. Cuando sus dedos estaban a pocos centímetros del rostro de la muchacha, esta abrió los ojos y una mirada ambarina traspasó el corazón del joven. Lo miró con ojos fijos pero ausentes y lentamente se sentó en la cama manteniendo al gato negro en su regazo quien se acurrucó en él.
Marcos sintió como su corazón latía tan fuerte que casi lo ahogaba. La muchacha parpadeó y entonces pareció verlo de verdad. Con suave voz le dijo:
—No debes estar aquí, es peligroso. Vete.
El gato suavemente ronroneó y luego con movimiento ágil bajó de la cama indicándole que la visita había terminado.
Marcos permanecía parado en el umbral, era imposible para él irse, acercarse o moverse, sus ojos no se apartaban de la hermosa mujer. El gato, insistente maullaba a sus pies, sin embargo, él lo ignoraba, quería llenar sus ojos hasta saciarse con la visión. Cuando por fin su cuerpo respondió y las piernas se movieron en dirección a ella, la extraña mujer lo notó, lo miró con horror y dejó escapar un grito desgarrador que quebró el silencio de la noche. El muchacho corrió atemorizado a la salida, con lágrimas en los ojos salió de la casa para volver a la realidad.
Editado: 29.08.2020