La casa del Paraiso

CAPITULO IV: Confidencias

 

Esa noche, Marcos tampoco pudo dormir. 

Cuando llegó al Call Center él sabía lo mal que debía verse. Las manchas ennegrecidas bajo sus ojos, la barba de varios días. No quería ver a los muchachos, no deseaba ser interrogado por su estado y mucho menos contarles lo de la casa y la extraña ocupante que había descubierto en ella. Sin embargo, no pudo escapar al encuentro. 

—Amigo mío, ¡hoy te ves peor que nunca! ¡Pareces un sádico violador! —dijo Fernando en su tono jovial de siempre y se sentó en la mesa frente a Marcos. Santiago se sentó a su lado. 

—Lo que pasa es que no dormí bien anoche. 

—¿Otra vez?, ¿María? —Santiago pareció dudar antes de volver a preguntar —¿o la casa? 

— ¡Mierda, verdad! ¡La casa embrujada! — Fernando acercó su cuerpo rechoncho al frente y en tono confidencial preguntó —¿Entraste? 

Marcos dudó. No quería contarles, pero entonces recordó que Santiago era sensible a las energías sobrenaturales, «medio brujo» como decía Fernando y podía según lo que le había contado, ver fantasmas. Si aquello era cierto, tal vez podría ayudarle. 

Tragó secó y comenzó a contarles el relato surrealista de la noche anterior. Como siempre el rostro expresivo de Fernando acompañaba las palabras de Marcos, hasta hacia pequeños grititos en los momentos que parecían anteceder a las apariciones fantasmagóricas. Santiago por el contrario escuchaba en silencio y con rostro cabizbajo.  

—Mi hermano, creo que tienes que alejarte de allí. Esa mujer, seguro era un fantasma, algún ánima en pena. ¿No me contaste que en esa casa habían matado a una familia?  

—Sí. Es decir, no sé si mataron a una familia. Eso era lo que decían cuando yo estaba niño, pero no sé si es verdad. No sé. Ella no parecía un fantasma. Se veía sólida, no flotaba, ni nada. Parecía real, aunque sobrenatural, como si no fuera de este mundo. No sé cómo describirlo— concluyó Marcos dándose por vencido ante su incapacidad de expresarle a su amigo lo que había experimentado la noche anterior. 

—Igual deberías alejarte. No solo en el mundo espiritual existen fantasmas, también hay demonios y esa casa está cargada de muchas energías mágicas tanto benignas como malignas. Si no sabes cómo lidiar con esos seres y ese poder, es mejor que te alejes. 

—¿Tu viviste por ahí cierto?, una vez me contaste que de niño vivías cerca. ¿Alguna vez pasaste por la casa?  

Santiago pareció reflexionar sobre qué decir. Al fin pronunció: 

—Sí, de niño viví por ahí y a veces mi mamá caminaba por esa cuadra. Cuando pasábamos por el frente me llenaba de angustia, aunque nunca vi nada raro, solo sentía una terrible ansiedad—con gesto adusto remató—. Olvídate de esa casa amigo. 

Pero Marcos sabía que eso ya era imposible. La casa y su misterio se adentraron en él para atormentarlo en el día y llenarlo de ansiedad por la llegada de la noche, como si toda su espectral esencia se materializara cuando las sombras la cubrían. 



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En el texto hay: angustia, brujas, sobrenatural

Editado: 29.08.2020

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