La chica de la capa negra

trabajo, miradas y secretos.

Capítulo 3. 

La chica de la capa negra. 

Estúpido uniforme.

Ese Era el único pensamiento que pasaba por la mente de Eli al ver ese tonto uniforme, no era feo, para nada, pero le parecía infantil aquella pieza de vestido de color rosado, acompañado por aquel gorro pastel con una dona, todavía no había iniciado y ya quería renunciar.

Suspiro con frustración y salió de la habitación cerrando con seguro, decidió bajar por las escaleras —aunque sabía que iba corta de tiempo— y fue lo peor que pudo hacer, sus pies mataban, a diferencia de un vampiro normal, ella si se cansaba, y mucho, sus pies mataban por un descanso, incluso podía sentir el sudor recorrer su cuerpo, claramente fue una mala idea bajar 7 pisos.

Los Tacones que tenían eran bastantes incómodos, sin embargo, caminó con ellos hasta su primer trabajo. Al llegar, miro el gran reloj en la pared y quiso aventarse de su piso, aunque fuera inmortal quería utilizar aquel dicho humano, había llegado media hora tarde.

— ¿Eli? Llegas media hora tarde— Hablo Alan quién estaba recibiendo pedidos con una mirada acusadora.

—Lo siento, tuve un inconveniente privado— Mentirosa, recriminó su mente, solo sentía mucha pereza de levantarse, por ello aplazo la alarma muchas veces, si, Eli era como cualquier humano en respecto a dormir, dormía la en la noche.

—Espero que no vuelva suceder, es tu primer día, no puedes entrar tarde— Amenazo y caminó hasta donde un comensal que llamaba para ser atendido.

—Claro— ¿Qué tenía que hacer? Eli no parecía realmente un vampiro, era olvidadiza, torpe, perezosa, y tenía todos los «defectos» que tanto odiaba de los humanos.

—Eli, aquí— Hablo Alan mientras señalaba una mesa, ese día el café, estaba curiosamente mucho más lleno que de costumbre.

—Hola, ¿Qué quiere? - El comensal la miro indignado, soltó un bufido y murmuro unas cuantas vulgaridades, salió echando humo por las ojeras, Alan la miraba con los ojos muy abiertos y se sintió muy avergonzada. ¿Ahora que hice? Toda la atención estaba en ella, sobre todo la mirada de Alan.

—¡No puedes tratarlos así!— Jalo a Eli del brazo y la llevo a la oficina en donde anteriormente habían firmado el contrato.

—¿Qué te pasa?— pregunto exaltado Eli, no leer había parecido para nada linda la actitud de Ala.

— ¿Cómo puedes tratar a un comensal así? ¡Tienes que ser amable!— El chico estaba muy enojado, estaba completamente rojo por el sobresalto y la vena de su cuello se remarcaba haciendo a Eli lamerse los labios, hacía tiempo había dejado de oír el regaño de su humano.

—ELI, TE ESTOY HABLANDO— sus palabras no fueron medidas, Eli brinco un poco por el grito del humano, lo más sorprendente fue que Eli normalmente no se sentía intimidada, pero como sus ojos se dilataron y lo fuerte de su voz la hicieron sentir un poco de miedo.

—Discúlpame, no debí gritarte— Salió hecho completamente furia de la oficina dejando a Eli sola y sorprendida, toco su pecho, este latía desesperadamente. Sintió como sus piernas perdían fuerza y un fuerte dolor se impregnaba en su cabeza. Un golpecito en la frente la hizo gruñir.

—Cariño, mueve ese trasero, tenemos muchos clientes— Lys la empujaba y meneaba para hacerla reaccionar.

—Un momento, estoy algo abrumada— Lys la miró extrañado.

—¿Alan hizo algo extraño?— preguntó alarmada.

—algo extraño, ¿Qué quieres decir con Ello?— Lys pareció padecer.

Y como si por arte de magia fuese, Alan ingreso con una gran sonrisa, cómo si lo que pasó anteriormente no hubiera sucedido.

—parece que hubieran visto un fantasma, ¿Estás bien, Lys? — Lys asintió repetidamente en silencio, y sin decir una sola palabra se fue del lugar.

—Tengo que irme —, Habló Eli, intentó irse de lugar, Alan tomo su mano.

—Lo siento, no debí gritarte, a veces no lo controlo, discúlpame— se veía muy arrepentido, Eli lo miró con compasión.

—no importa, estás bien, estamos bien— dio una palmada en su espalda.

—Ahora a trabajar, tengo que invitarle un postre a Lys por lo de ayer— río, ambos caminaron hacia dónde estaba los comensales viendo sus postres.

La felicidad entra por el estómago, esa frase era muy cierta, en aquella cafetería solo había sonrisas, risas, amigos, familias, parejas, madres e hijos, Eli se sentía cálida.

—Viene la abuela— habló Alan, al parecer “la abuela” cómo la llamaba Alan era la fundadora de aquel café, era bastante conocida y querida.

Desde los más chicos celebraron la llegada de la señora.

—¡Hola! ¡Llegó abu! — la felicidad era palpable, la señora de aproximadamente setenta años (70) abrazaba a los que charlaban animadamente y ellos gustosos aceptaban las caricias de la señora de edad.

—¡Abuela!— gritó Alan mientras se lanzaba a los brazos de su abuela.—mi pequeño niño— Alan la miró con un tierno puchero.

—No soy un niño, abuela — la adorable señora tomó sus mejillas y más pellizco.

—claro que eres mi niño o ya no te doy pastel de calabaza— Alan la miró indignado. Todos miraban tiernos la escena, la abuela Se giró hacía Eli y frunció el ceño.

—y tu joven, ¿Quién eres?— hizo un ademán para qué se acercará.

—Soy Eli, y soy una nueva trabajadora— hablo con total seguridad. La abuela cambió su expresión por una gran sonrisa.

—Soy Elisabeth, pero todos me dicen abuela, eres un encanto, tu cabello es muy lindo, ven acércate, quiero abrazarte— Eli quiso negarse, pero fue muy tarde, los brazos de aquella señora la tenían enrollada.

—Soy Elisabeth, pero todos me dicen abuela, eres un encanto, tu cabello es muy lindo, ven acércate, quiero abrazarte— Eli quiso negarse, pero fue muy tarde, los brazos de aquella señora la tenían enrollada.

—Eres una joven muy bella, en mi juventud conocí a alguien igual que tú, incluso tienen el mismo nombre, ella era mi vecina, pero nunca hablamos, mamá le daba comida—, Eli abrió los ojos como plato.




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