Capítulo 1. Feo mal follado.
El profesor Hamilton explicaba por enésima vez su tema de la teoría científica. El tema en sí, me había quedado claro, pero Morfeo alias el Alíen, el sin cerebro del salón; abrió su gran sexy boca, pidiéndole al profesor que le explicase otra vez porque no entendió.
¿Quién mierda no va a entender cuando el profesor ya va explicando más de cinco veces?
¡Solo el simio de Morfeo no entiende!
—Bien, hasta aquí la clase de hoy —informó el mayor de canas a los estudiantes. El timbre sonó, cuando ya todos estaban por salir; llama a Morfeo—. Joven Allen, me preocupa su falta de comprensión, pida ayuda a algunos de sus compañeros —dijo aquello ultimo con algo de veneno en sus palabras.
Sonreí como si hubiera visto a los mismísimos One Direction, con las encías a la vista de todos. Pero esto claramente solo fue imaginación mía, claro está. Para empezar, One Direction se separaron hace más de diez años, prometieron a sus fans alejarse solo por dieciocho meses, que terminaron ser diez años. Y, por último, porque Allen carcajeaba a unos cuantos centímetros de mí, por mi “caída de cama”
—¿Te volviste a caer de la camita, eh Patterson?
Oh rayos.
Bajé mi vista, imaginándome lo peor.
Mierda.
Otra vez me había puesto los calcetines de diferentes colores.
¡Pero esto es el colmo!
Como todos los días, me levanté a las ocho de la mañana para prepararme e ir al instituto. Me coloqué mi camisa blanca con mis pantalones negros, agarré una polera, unos zapatos y un par de calcetines… negros… o tal vez no eran negras. No, no eran negras.
¡Agarré un calcetín amarillo y el otro verde!
Fulminé con la mirada a Allen y le di la espalda.
—¿Te volviste a perder en medio de la clase por alíen mal follado? —contraataqué. —Diles a tus porristas que te atiendan mejor.
Se escuchó el sonido similar a la de una ambulancia y supuse que mis palabras habían acabado con el gran ego de ese Feo.
Punto para Frida.
(...)
—Vamos, rata de biblioteca, ¿desde cuándo ponerse calcetines de diferentes colores se puso de moda? —bromeó Paula, mi única y mejor amiga.
Di una gran mordida a mi hamburguesa de carne con queso, mientras Paula tomaba asiento. La pecosa se sentó a mi costado, mientras que me lanzaba una mirada llena de espanto.
—Aún me sigo preguntando porqué es que te gustaba usar tanto esos calcetines.
—Esos simples calcetines hicieron a Dobby libre. ¡Dobby es un elfo libre! —hablé con la boca llena.
Como buena fanática de Harry Potter, debía hacerle entender a mi dulce amiga aquellos conceptos desconocidos para ella. La palabra elfo no formaba parte de su vocabulario, su ceño fruncido confirmaba mi teoría. La vida era corta, debíamos aprovecharla al máximo, no al máximo como los pubertos de ahora creen —claro que no—, al máximo de poder oler cada libro nuevo, ese radiante aroma de las paginas blancas de aquellas escrituras. Poder leer todos los libros disponibles en cualquier biblioteca y ver cada película que el cine presente.
Estaba claro que mi amiga no conocía eso.
Suspiré.
Muggles tenían que ser.
—No hables con la boca llena, niña. Sé más educada.
Le mostré mi dedo corazón, dejándole a entender que dejase de hacer el papel de mamá estricta. Ella entendió mi indirecta y soltó una que otra carcajada.
Paula era una persona popular, una porrista de esas que si tienen cerebro. Rubia, pecosa, ojos azules, la típica chica que atrae a medio instituto. Es animadora de las serpientes —el equipo del instituto— Muy carismática, dulce y adorable.
Por otro lado, muy lejano, me encuentro yo. Seria, aburrida, no te hablo si no eres fan de Percy Jackson o al menos de mis wandi. La rata de biblioteca y el punto blanco del alíen mal follado. Pero claramente no soy la típica nerd que tiene el maldito autoestima por los pies. No señores.
Yo soy Frida Patterson, pelirroja de ojos marrones, floja para el deporte y con unos jodidos y bellos dieces en mi aporte (si eso no te enamora, no sé qué esperas, cariño). En pocas palabras soy: La chica más buena de todo el instituto pero que nadie la conoce porque anda con cara de amargada y viste como en mierda se le dé la gana.
—Ayer por la noche, Hipólito me invitó a salir —comentó Paula un tanto emocionada. La pelirroja me sacó de mis pensamientos, y también hizo que dejara de comer, ya que esta me había quitado mi hamburguesa, para prestarle más atención.
—Hipólito, perfecto, ¿Quién es Hipólito? —pregunté, recibiendo un golpe de parte de la rubia.
—¡Hipólito! ¿No sabes quién es Hipólito? —negué— ¡Es el chico más guapo de todo el instituto!