La chica de las cartas.

Capitulo 2. Residencia Española.

 

 

 

 

Capítulo 2. Residencia Española.

 

 

 

12 de abril, 2014.

Hoy de nuevo te vi.

En las sombras de los murales del patio institucional, te vi hablando alegremente con tus amigos, en las gradas. Con ese perfecto cabello pelinegro, esos radiantes ojos azules… eres perfecto. Muchas veces intenté acercarme, éramos amigos, mejores amigos. Sin embargo, siempre existía esa pequeña timidez en mí.

Solías sonreírme cada vez que me veías, para ti era algo casual. Para mí era un jardín lleno de rosas.

Quisiera que me miraras. Solo a mí.

Mírame.

 

 

Fruncí el ceño al leer las cartas que le escribía a Morfeo años atrás.

En estos momentos me reía de mí misma. ¿Por qué rayos le escribía cartas a ese idiota? Idiota ciego.

Guardé de vuelta la caja de chocolate —donde yacían las cartas— en mi ropero. Era increíble leer fragmentos de una pequeña de trece años enamorada de su mejor amigo de la infancia. Hace dos años que dejé de escribir tales cosas, me cansé por el simple hecho de pensar que escribía pura ficción, ya que Feo jamás iría a fijarse en mi presencia de una manera romántica.

Abrí las ventanas de mi habitación, mientras le daba una rápida ojeada a algunos libros de mi estantería. Me había leído todos, desde los de ficción hasta los de romance. 

Era hora de comprar nuevos libros.

Suspiré por milésima vez. Estaba aburrida, no encontraba nada divertido por hacer. Paula iba a venir a visitarme, iríamos a por unos helados y pasaríamos la tarde viendo películas, pero esto no pudo ser posible, ya que tuvo que llevar a su hermano menor a catecismo.

Sin saber qué hacer, volví a tumbarme en mi cama. Olfateé el dulce aroma de las sabanas limpias, acurrucándome en estas. Estaba por caer en los brazos de Morfeo… no de ese Morfeo, Morfeo de Morfeo. Estaba por dormirme cuando mi madre irrumpe en mi habitación.

—¡Frida, hija, levántate que se nos hace tarde! —exclama desesperadamente.

¿Se nos hace tarde?

Me levanto rápidamente. Observé a mi madre tomar alguna que otra prenda de mi armario, cuando se detiene encontrando una peculiar caja de chocolates. Me da una mirada que no supe entender, para después acercarse a mí. Hizo a un lado mis sabanas olor a vainilla, tomó asiento en mi cama, sujetando mis manos.

—Hija, ¿aun sigues enamorada de ese muchacho?

«Muchacho»

Mi madre jamás supo que Ese “muchacho” —dueño del hecho de pedirle dinero para comprarle unos chocolates— era Morfeo. No soy muy buena explicando acerca de mis sentimientos a las personas, motivo por el cual hubo muchas peleas con mi madre. No soy muy abierta conmigo misma.

Si no te entiendes a ti, no esperas que alguien lo haga.

Desde mis cinco años, mi madre ya se encontraba planeando mi gigante boda, con mi perfecto esposo Morfeo Allen. Y en esos momentos, yo ni siquiera veía atractivo a Morfeo, para mí solo era Feo. Después, mientras que los años iban pasando, fue el flechazo lastimero hacia Morfeo.

—¿Qué? Claro que no. Ese chico se fue al exterior y eso del romance acabó, mamá —evito su mirada. Hago un vergonzoso movimiento con mis manos, ese típico movimiento que acostumbro a hacer cuando estoy nerviosa. Agradecí que mi madre no lo haya notado.

—¿Estás segura? A ese muchacho no pude conocerlo, pero me imagino que es una gran persona como para que aun lo recuerdes —dijo aquello ultimo con una sonrisa angelical.

—Lo fue, mamá. En su momento lo fue.

—Me agrada oír eso, Jana. Ahora, venía a buscarte para ir a la casa de Vanessa.

Vanessa Allen, madre de Morfeo y ese Marte. Vanessa es una mujer encantadora, muy dificl de pensar que es madre de los dos chicos con nombre de mitología. La señora es una mujer de apenas cincuenta años de edad, y a la edad que está, es una persona muy activa físicamente. Tiene el parecido de sus hijos: rubia de ojos azules.

—No me digas así, madre.

Solté el aire que había estado conteniendo.

—¿A la casa de los Allen? —hice una pausa— ¿Qué vamos hacer ahí?   

—¡Hoy es el cumpleaños de Vanessa, cariño! Morfeo y su hermano, que acaba de llegar del extranjero, le han preparado algo y nos han invitado. 

—Ya veo. ¿Es obligatorio que vaya? Ya sabes, Morfeo y yo no nos llevamos tan bien como antes. —Mi madre soltó un leve suspiro al escucharme. Ella era la persona que más apoyaba una relación existente entre Morfeo y yo, debido a esa gran idea, yo me fijé en él.

—Hija, sabes muy bien que Vanessa te quiere mucho… —no dejé que continuara y preparé mis cosas.

Tenía razón.

La señora Allen había hecho mucho por mi familia, ir a su cumpleaños no era ni se acercaba a un agradecimiento.




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