La Chica De Los Cafés. | Próximamente. |

| Capítulo 1. |

| Psicóloga. |

ARLETTE.

— Dime Arlette, ¿cómo te sientes? — Hora 1:59.

— Yo pienso que bien. — Mis manos estaban sudando así que las pasé por mi vestido rosa.

— Arlette, hemos hablado mucho de esto, tu madre es mi amiga y me pidió que la ayudara, tú también debes hacerlo, ayúdame a ayudarte. —

Ya eran las dos en punto, era la hora, me levanté y caminé hacia la salida pero una mano me detuvo.

— Arlette, tu hora cambió, ahora son dos horas al día, terminamos a las tres. —

Dejé mi trasero en el sofá y la miré, esa mirada seria seguía estudiándome como si fuera un experimento.

— Sra. Marianne, créame, haga lo que haga con su mirada, no lo sabrá, soy buena guardando mis emociones. —

Suspiró y agarró su libreta, odiaba esa cosa de hojas blancas, todos los días me preguntaba qué tan mala era para que escribiera sobre mí.

— Bueno, ¿cómo te va en la escuela? —

Estaba a punto de terminar el bachillerato así que todos los días trataba de mejorarme, ingresando a clases extracurriculares pero ahora debido a mi enfermedad ya no podía.

— Excelente, mis notas siguen siendo las mismas incluso si no hago clases extracurriculares, también conocí a una chica llamada Atenea, su madre es fanática de la mitología griega. —

La psicóloga escribió algo en su cuaderno.  Solo miré la ventana que estaba a mi lado.

— Bueno, me alegro por ti, y dime has conocido a un chico, me enteré que una nueva familia se muda a la casa abandonada cerca del instituto donde vas. —

Sonreí ante esa pregunta o quizás declaración de la psicóloga, ella tenía razón, la casa se había dejado sola por 2 años y aunque tenía buenas condiciones decían que en ese lugar dormían personas sin hogar.

— Bueno, no lo escuché, con mi enfermedad no sé si puedo conocer a un chico, ni siquiera sabemos si el tratamiento está funcionando. —

Mi ánimo siempre está deprimido cuando hablaba del tratamiento, tenía miedo de que no funcionara, tenía miedo de que mi madre se quedara sola.

— Arlette, eres una gran chica, encontrarás a alguien que se preocupe por ti y te ayudará a salir adelante, no te rindas. —

Sonreí ante esas palabras, la psicóloga siempre me ayudó a no decaer, iba a hablar pero el sonido de un teléfono me interrumpió, era el teléfono de Marianne, ella me indicó que me quedara y se fue.

Evidentemente no me quedé quieta, caminé hasta la estantería, tenía varios libros; Orgullo y Prejuicio, Harry Potter, Percy Jackson, Asfixia, Miradas azucaradas y True Colors.

Se notaba que era amante de los libros, saqué uno y lo abrí, me di cuenta que se cayó un papel blanco, me agaché para recogerlo, era una foto de un niño y una chica, esa chica se me hacía conocida, entre cerré los ojos y acerque más la foto, era la psicóloga, pero ¿quién era el niño?

Volví a poner la foto en el libro y la guardé, oí cómo se abría la puerta, era la psicóloga quien me miraba con una sonrisa, volví al sofá, estaba a punto de sentarme pero Marianne habló.

— La sesión terminó Arlette, puedes irte a casa, te veo mañana a la misma hora, no lo olvides. —

Tomé mi mochila y salí, hoy tomaría un nuevo camino, escuché que se estaba abriendo una nueva cafetería cerca de mi casa así que me dirigí hacia ella, el camino era agradable, no hacía tanto frío así que puse mi suéter en la mochila, tenía planeado escribir así que pediría un café.

Cuando llegué vi que no había mucha gente así que supe que mi pedido sería rápido, cuando entré no me di cuenta de que alguien quería irse y choqué con él.

Supe que era él cuando vi sus zapatos, ninguna mujer usaría esos tenis, eran grandes y un poco exagerados para mi gusto.

— Lo siento, no me di cuenta, fue mi culpa. —

Me ajusté la mochila, cuando lo miré a los ojos quedé hipnotizada, cabello negro azabache y ojos azules, era lindo, salí de mi trance cuando vi que más gente quería pasar, me hice a un lado y negué.

— No te preocupes, tampoco me di cuenta de que querías salir, lo siento. —

Ese chico me sonrió y se fue, por mi parte caminé hasta el mostrador, pedí un capuchino y me senté en la última mesa para que nadie me molestara y así pudiera ver quién iba o venía, era algo que me gustaba hacer cuando iba a las cafeterías o restaurantes, siempre sentándome hasta el fondo.

Saqué mi laptop e ingresé a mis archivos, seleccioné la última escritura que tenía pendiente.

Miedo a morir.

Al seleccionar me llevo a una hoja en blanco con 2 palabras.

Capítulo Uno.

Mis ideas eran pocas y necesitaba sacar todo el miedo que sentía por la estúpida enfermedad, descubrir mi problema no era lindo, dejé de hablar con mis viejos amigos de mi antigua escuela, y también dejé de hablar con el chico que me gustaba. Y bueno, yo también tuve que cambiar de colegio, ya que en la anterior sabían, yo no quería eso, todos sentían lástima por mí y la verdad eso era lo último que yo quería.

A excepción de Marissa Müller, esa niña era la encarnación del diablo, esa niña era popular en la escuela y esa niña estaba frente a mí con un vaso de café.

— Oh, pero mira quién tenemos aquí, la chica con cáncer. —

La miré a los ojos y le di una sonrisa.

— También es bueno verte Marissa, dime ya ayudaste a mi hermano a encontrar su billetera, tal vez esta vez si la encuentras debajo de la cama. —

Meses atrás me había encontrado con mi hermano a punto de tener sexo con esta chica, era desagradable, prácticamente vi toda su anatomía.

— No es divertido, morí de pena, lo siento mucho.

Sí, es extraño, después de encontrarla la amenacé, le dije que si me volvía a molestar la iba a acusar con sus padres.

— No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo, es bueno verte aunque siempre lo dije encarnación del diablo. —




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