Esa noche, Abel apenas pudo dormir. Las imágenes de Olivia caminando del brazo de Gabriel lo perseguían como un eco constante, y aunque sabía que no tenía motivos para sentir celos, no podía evitarlo. Alice dormía tranquilamente a su lado, ajena a los pensamientos que lo consumían.
A la mañana siguiente, mientras desayunaban en la terraza del lujoso departamento que compartían, Alice habló sin levantar la vista de su teléfono.
—Vi que estabas hablando con Olivia anoche. Esa chica parece estar en todos lados últimamente —comentó con un tono despreocupado, pero cargado de intenciones ocultas.
Abel dejó su taza de café sobre la mesa, mirándola con cierta incomodidad.
—Olivia es una amiga de la familia, Alice. Además, es increíblemente talentosa. Si está en todos lados, es porque se lo ha ganado.
Alice alzó una ceja, sorprendida por la defensa implícita en sus palabras.
—Por supuesto. Solo espero que no esté demasiado ocupada con sus... aliados, como Gabriel. Parece que han estado bastante cerca últimamente, ¿no crees? —preguntó, con una sonrisa que no ocultaba su intención de provocar.
Abel no respondió de inmediato. El comentario de Alice despertó algo en él, pero no quería admitirlo, ni a ella ni a sí mismo.
—No sé qué quieres decir, Alice. Olivia es libre de hacer lo que quiera. No es asunto nuestro —respondió finalmente, intentando sonar neutral, aunque su tono traicionaba una leve molestia.
Alice dejó su teléfono sobre la mesa y lo miró directamente.
—No dije que fuera asunto nuestro, Abel. Solo me pareció curioso. Últimamente pareces más... atento a lo que hace —comentó, su voz afilada como un cuchillo.
Abel apartó la mirada, incómodo con la dirección que estaba tomando la conversación.
—Estás imaginando cosas. Olivia siempre ha sido importante para mí, pero no de la manera que estás insinuando —afirmó, aunque incluso para él las palabras sonaron poco convincentes.
Alice lo observó en silencio por un momento antes de cambiar de tema, pero Abel sabía que la conversación no había terminado realmente.
---Olivia---
En su oficina, Olivia revisaba los planes para una nueva campaña de su marca. El brillo de los diamantes y las líneas elegantes de sus diseños eran un reflejo de su propia personalidad: fuerte, ambiciosa, pero con una delicadeza que solo unos pocos podían ver.
Gabriel había enviado un mensaje esa mañana, agradeciéndole por la conversación de la noche anterior y sugiriendo una reunión para discutir ideas. Olivia lo miró en su teléfono, considerando sus opciones. Gabriel era una pieza valiosa en su estrategia, pero debía jugar con cuidado para no revelar demasiado de sus verdaderas intenciones.
—Señorita Olivia, el señor Gabriel está aquí para verla —anunció su asistente desde la puerta.
—Hazlo pasar —respondió Olivia, dejando su teléfono sobre el escritorio y ajustando su postura.
Gabriel entró con su característico aire de confianza, llevando consigo una energía que parecía llenar la habitación.
—Gracias por recibirme tan rápido. Espero no estar interrumpiendo nada importante —dijo, extendiendo la mano para saludarla.
Olivia sonrió, estrechando su mano con firmeza.
—Nunca estoy demasiado ocupada para una buena colaboración —respondió, invitándolo a sentarse frente a su escritorio.
Mientras Gabriel comenzaba a hablar de posibles proyectos conjuntos, Olivia lo escuchaba atentamente, pero una parte de su mente estaba en otro lugar, con otra persona. Sabía que cada movimiento que hacía con Gabriel tenía un propósito más grande, y aunque apreciaba su interés genuino, no podía permitirse desviarse de su objetivo principal.
Cuando la reunión terminó, Gabriel se despidió con una sonrisa que dejaba claro que estaba interesado no solo en sus joyas, sino también en ella. Olivia lo vio salir y, por un momento, se preguntó si estaba jugando con fuego.
"Un paso a la vez," se dijo a sí misma mientras volvía a concentrarse en su trabajo.
Abel, por su parte, no pudo evitar volver a cruzarse con Olivia
Más tarde ese día, Abel decidió hacer algo inusual: visitar la tienda principal de Olivia. No sabía exactamente por qué estaba ahí, pero se justificó diciendo que quería ver el impacto de sus diseños en persona. Al entrar, el lujo y la elegancia de la tienda lo envolvieron, recordándole una vez más lo lejos que había llegado Olivia.
Ella estaba al fondo, hablando con un cliente importante, pero lo vio tan pronto como cruzó la puerta. Una sonrisa apareció en sus labios, aunque esta vez no fue calculada, sino genuina.
—Abel, qué sorpresa verte aquí —dijo al acercarse, su voz suave pero firme.
Él sonrió, aunque algo nervioso.
—Estaba en la zona y pensé en pasar. Quería ver cómo va todo. Y debo decir que estoy impresionado. Esto es increíble, Olivia.
Ella inclinó la cabeza, agradecida, pero consciente de que había algo más detrás de su visita.
—Gracias. Siempre es agradable recibir buenos comentarios, sobre todo de alguien como tú. ¿Quieres que te dé un recorrido? —preguntó, ofreciéndole su brazo de manera juguetona.