El teléfono vibró nuevamente, sacando a Abel de sus pensamientos. El mensaje de Olivia seguía allí, inmutable, esperando ser leído. Su corazón latió con fuerza, como si la conexión entre ellos, esa que había estado dormida por tanto tiempo, se hubiera despertado de golpe. Él estaba consciente de que no podía seguir evadiéndolo. No podía seguir ignorando lo que sentía, lo que siempre había sentido por ella.
"¿Podemos hablar?"
Abel no dudó. En lugar de responder con palabras, tomó su abrigo y salió de su oficina sin mirar atrás. La llamada había sido clara, pero él sabía que había algo más en juego. En ese instante, la confusión y la ansiedad que sentía no solo venían del hecho de enfrentar a Olivia, sino también de la lucha interna que le había acompañado durante los últimos años. Las piezas del rompecabezas seguían encajando de manera extraña, y él no sabía si debía sentirse aliviado o asustado.
El Encuentro
La noche había caído cuando Abel llegó a la dirección que Olivia le había enviado. Un pequeño café en una calle tranquila de la ciudad, lejos de las miradas curiosas. En el interior, las luces suaves y la música tenue creaban un ambiente relajado. Abel respiró hondo antes de entrar, cada paso parecía más pesado que el anterior.
Cuando vio a Olivia, sentada en una mesa cerca de la ventana, todo se detuvo por un segundo. La misma mujer, pero diferente. Los años habían hecho su trabajo, pero algo en ella seguía intacto. Su mirada, su forma de moverse, todo en ella lo atrapaba de inmediato. Olivia levantó la vista al verlo entrar, y una pequeña sonrisa apareció en sus labios, esa misma sonrisa que siempre lo había desconcertado y, a la vez, lo había cautivado.
—Hola, Abel —dijo, su voz suave pero firme. No era la misma de antes, no la misma que él recordaba llena de inseguridades, pero también cargada de una dulzura que lo había hecho sentirse protector de ella.
Él se sentó frente a ella, sin decir nada al principio. Los dos se miraron en silencio, como si ambos esperaran que el otro dijera algo importante, pero ninguno de los dos sabía por dónde comenzar.
Finalmente, Abel rompió el hielo.
—Te he estado recordando mucho últimamente, Olivia. Sobre todo... sobre lo que pasó.
Ella lo miró fijamente, como si estuviera esperando esa confesión. Sabía lo que él estaba diciendo, pero no estaba segura de lo que él realmente sentía.
—No sé si los recuerdos son suficientes para entender todo lo que pasó. —Olivia sonrió levemente, aunque había un dejo de tristeza en su voz. —Pero lo que sí sé es que no podemos seguir ignorando lo que fuimos. Lo que somos.
Abel desvió la mirada por un momento, pensando en todas las veces que había evitado enfrentarse a esa realidad. Ahora, frente a ella, era imposible seguir negando lo que había estado allí durante todos estos años. El primer beso bajo la casa del árbol, la despedida en la estación, los años en que ambos tomaron caminos separados, pero algo seguía uniendo sus destinos.
—He vivido con la sensación de que algo me falta, Olivia. No sé si es por las cosas que olvidé o por lo que dejé atrás, pero sé que no puedo seguir con esta incertidumbre —dijo Abel, su voz más baja de lo que le hubiera gustado.
Olivia no dejó de mirarlo. Era como si toda la conversación anterior fuera solo una preparación para este momento, este intercambio de verdades no dichas.
—Abel, nunca quise que te fueras. No después de todo lo que compartimos, no después de todo lo que sentíamos. —Ella hizo una pausa, respirando hondo. — Pero cuando te fuiste, entendí que no podíamos seguir viviendo en el pasado. Ni tú ni yo.
Abel asintió, aunque una parte de él no estaba seguro de estar listo para escuchar todo lo que Olivia tenía que decir. Recordaba el dolor que sintió cuando ella se alejó, la sensación de que la distancia había sido la respuesta para seguir adelante, para encontrar su lugar en el mundo sin arrastrar su amor por ella. Pero aquí estaban, juntos de nuevo, y las respuestas ya no parecían tan claras.
La Confusión del Corazón
A medida que la conversación avanzaba, las palabras de Olivia comenzaron a calar hondo en él. Sabía que, a pesar de la distancia y el tiempo, el vínculo entre ellos nunca había desaparecido por completo. Pero el amor que había compartido con ella había quedado guardado en un rincón de su corazón, donde ahora luchaba por salir.
Olivia continuó, con la voz un poco más firme:
—No te voy a mentir, Abel. No sé qué quiero ahora. Lo que sí sé es que siempre quise que supieras la verdad, que entendieras que no te olvidé. Que... aún te pienso, que me sigo preguntando qué habría pasado si tú no te hubieras ido.
Abel tragó saliva, sus pensamientos ya no eran claros. El caos dentro de él se había multiplicado, y cada palabra que Olivia decía solo aumentaba la confusión.
Pero entonces, recordó a Alice. En ese mismo instante, la imagen de su prometida apareció en su mente. Alice, su compañera en todo, la mujer con la que había planeado su futuro, con quien se había comprometido hace años. Alice, que esperaba su amor, su lealtad. Abel cerró los ojos por un momento, sintiendo un peso más grande que nunca.
Olivia notó el cambio en su rostro.