La chica peculiar

Capítulo 3: Sábita

Me senté sobre una pequeña almohada apoyada sobre la alfombra que cubría todo el suelo. Lila se acomodó a mí lado. Debíamos buscar información por el computador portátil, así que colocarnos enfrentadas era imposible. Aunque la computadora de escritorio estaba encendida, pero supongo que su novio nos ayudaría con ella.

En eso Sábita entró con una bandeja con dos vasos de jugo de manzana y algunos frutos secos. Lila le agradeció y volvió a lo suyo en la pantalla.

Yo la verdad no estaba entendiendo mucho, simplemente me limité a copiar lo que Lila me dictaba. Era algo... frustrante se puede decir, o algo parecido. Pero prefería seguir sus indicaciones que equivocarme y tener problemas con mi mamá, aún más, digo por la amonestación. Mi mamá fue comprensible en ese aspecto, sin embargo, no creo que me deje pasar una mala nota después de eso.  

Debes en cuando Sábita nos corregía. Siendo de dos cursos mayor sabía sobre en que estábamos trabajando. Parece un chico inteligente.

Tomamos una pequeña pausa para descansar. Nos encontramos tumbadas en la felpuda alfombra. Me recordaba a unos cuantos años atrás, donde éramos amigas. El silencio se había vuelto algo incómodo. Tomé coraje y hablé sobre el pasado. Quería saber por qué el maltrato y por qué dejamos de juntarnos. Ya casi olvidé por completo el momento exacto de nuestro distanciamiento.

Suspiré fuerte y claro para que me escuchara.

—Dime Lila, ¿por qué no me quieres? Antes hacíamos todo juntas. Íbamos de un lado al otro, pero siempre las dos. ¿Cuándo se terminó eso?

—Sabes bien el motivo. No me hagas decirlo —respondió Lila. A diferencia de lo que creí, se lo tomó con normalidad.  

No sabía que más decir. Ahora el ambiente era aún más incómodo.

—¿¡Porque lo hiciste!? —Lila rompió el silencio bruscamente. Su malhumor regresó tan rápido como se había ido. Se reincorporo y me tomó de la muñeca—. Dime, ¿¡por qué!?—preguntó de nuevo. Esta vez, rabiosa.

—¿De qué hablas? Suéltame, me estas lastimado.

Intenté soltarme con la ayuda de mi otra mano, pero me fue imposible. Acto seguido, Lila me gritó otra vez la misma pregunta. Al escuchar su tono de voz, me asusté, nunca fui muy buena manejando los gritos. Me puse roja y podía sentir como mis ojos se cristalizaban por unas cuantas lagrimas que no se desprendían.

—¡Suéltame! —le pedí desesperada.

Se vino hacía mi para agarrarme de los pelos. Lo único que hice fue imitarla. En ese instante Sábita, quien se había ido de la habitación anteriormente, entró para tratar de separarnos.

—¡Déjame! —le chilló Lila, pero Sábita hacía oídos sordos y nos distanció de un empujón—. ¡Vete de mi casa! Mañana no regreses, terminaré el trabajo yo sola. ¡Eres una imbécil!

Sus insultos dolían.

Sin dirigir la mirada a alguno de los dos, tomé mi mochila y salí corriendo como la cobarde que soy. Me tapé los oídos en mi camino a la salida, ya no quería escuchar los alaridos punzantes de Lila. Cada palabra calaba hondo en mi pecho, me provocaban un doloroso sufrimiento que me nublaba la mente. Solo quería irme y no regresar jamás. Sin embargo, por el momento no pude; me perdí. Llegué a la sala principal —eso creo— donde una chimenea apagada y un montón de cuadros reconocibles, aunque no tengas idea de arte, decoraban el lugar. Observé a mí alrededor, pensando en qué dirección parecía la salida de este laberinto.

—¿Te perdiste? —La voz de Sábita me sobresaltó.

Rápidamente me sequé las lágrimas con la manga de mi remera.

—¿Tú qué crees? —contesté, tratando de parecer una chica dura.

Sábita se me acercó a paso lento. Me quedé inmóvil esperando a que llegase a un metro de distancia. Me preguntaba cómo debía responder a algo así, o que pretendía, pero antes de llegar a una conclusión, ya estaba sobre mí.

—¿Qué sucede? ¿Me vas a guiar o no? —inquirí.

Tomó mi hombro y me besó. En ese momento tenía los ojos abiertos de par en par. Ni siquiera moví mi boca a pesar de que el intentaba que la incomodidad se diluyera. En cuanto sentí su lengua tocar mis labios lo empujé con fuerza.

—¿¡Acaso estás loco!? Eres el novio de Lila, si nos viera... ¿Cómo crees que hubiera reaccionado? De seguro nos mata en el acto—dije eufórica.

—Dices eso, pero cuando te besé te brillaban los ojos —me respondió Sábita, con un ademán burlón. Sonreía tan dulcemente, que no podía sacar mi vista de sus blancos dientes. De esa apariencia de galán el cual no esperarás que una persona así besara a alguien como yo.  

Por un momento, se me ocurrió una idea, la de arrebatarle la pareja a la horrenda persona que me acababa de gritar e insultar. Sin embargo, antes necesitaba saber por qué Sábita la traiciono. ¿Era una clase de broma de mal gusto? ¿Un plan perverso de Lila?

—Te preguntas por qué dejé a la chica rubia e inteligente, linda y maravillosa que está en su habitación recostada en su cama. Estoy seguro. Te diré que ahora mismo... me resultas más interesante que ella.

Su respuesta me sorprendió, fue como si leyera mis pensamientos, aunque sentía que no significaba nada lo que me acababa de decir. Pregunté:

—¿Quieres explicarte mejor? No me gusta que te hagas el misterioso, menos con lo desubicado que fuiste hace un momento.

—Con esto te quiero decir, quiero que seas mi amante —Sus palabras eran verdaderas, no mentía, no me lo puedo explicar, pero así era—. ¡Soy el protagonista! ¡Quiero sentir! Y si la acción no llega, la tengo que ir a buscar como buen aventurero. No necesitas entenderme.

Daba la impresión de un presentador de teatro de poca monta.

—Tampoco pretendía hacerlo —le contesté.  

No podía dejar de temblar. Di un paso hacia su rostro para devolverle el beso. Y posteriormente le pedí que me enseñara la salida. Creo que hasta mi voz sonaba como si estuviera sacudiéndome la garganta, ojalá no se haya percatado de eso.




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