La chica peculiar

Capítulo 9: Mi amiga

23/04/2016

—¡Mamá! Te digo que no quiero ir a ver a papá, te lo suplico, no quiero ir.

Empezamos el sábado discutiendo, o al menos eso pensaba.

—Supongo que puedo mentirle a tu padre con que estás enferma —rio.

—Vez que tú tampoco quieres que me junte con él, es un viejo aburrido y lo único que quiere es lavar culpas. La última vez me hizo ver una película romántica y las odio. No sabe nada, nada de mí.

—¿Tienes planes? Jamás te opusiste ir a verlo —preguntó curiosa, luego añadió—: ¿No andarás de novia?

—¡¿Q- qué dices?! ¿Cuándo me viste con un chico? No digas tonterías, te lo pido. No es que tenga planes, simplemente que desde ahora voy a tratar de hacer lo que en verdad quiera. —El rostro de mamá me daba a entender que estaba orgullosa por alguna razón—. ¿Sabes? Mejor me voy a hacer ejercicio.

—¡Ah! Mi hija haciendo ejercicio un sábado por la mañana, ¿qué le habrán hecho a mi Cele? — dramatizó, poniéndose una mano en la frente—. En tu vida te propusiste eso, bien hija, me alegro que pienses en tu salud. Dime, ¿vas a llegar para comer?

—Seguramente —respondo, rodando los ojos mientras subo a mi cuarto.  

Me puse mi mejor ropa deportiva, algo ligera y cómoda, unas zapatillas que no me importaba si se ensucian y una vincha negra para el pelo. Después de despedirme de mamá con un beso en el cachete salí entusiasmada por la puerta. ¿Quién lo pensaría? Trotando por el parque cerca de casa, es algo vergonzoso, pero no es cómo si a alguien en verdad le importara como me veo haciéndolo. Tras un par de vueltas terminé exhausta, no recordaba que era tan duro. Compré una botellita de agua en un kiosco y, mientras la sorbía, algo me llamó poderosamente la atención. Un auto gris metalizado (no se de autos), estacionado a unos cuantos metros de mí, recuerdo haberlo visto mientras venía hasta aquí. Tiene los vidrios polarizados, por lo que no podía distinguir la cara del conductor, apenas alcanzo a ver las manos agarrando el volante. Me daba la impresión de que me estaba observando. Regresé a casa un poco perseguida, mirando constantemente a todas direcciones. Y cada vez que un auto del mismo color aparecía en las esquinas, me paralizaba de miedo.

—Seré tonta, ¿quién me va a seguir? Apuesto a que buscarían a alguien como Lila.  

25/04/2016

A falta de cinco minutos para que finalizara el recreo, por fin tomé valor para acercarme a Lila. Para mi suerte, se encontraba sola, tomando un agua mineral finamente gasificada en un banco de lindo y elegante diseño, al igual que el resto distribuidos en varias zonas de toda la escuela.

Lila estaba distraída, con la vista en sus zapatos y con el sorbete apoyado en sus rosados y bonitos labios. Cuando se percató de que estaba sentada a su lado, dirigió su cabeza hacia mi dirección, pronunciando mi nombre en voz baja. Aclaré mi garganta con una leve toz y cuando estaba a punto de decir algo, me interrumpió:

—Sábita me aclaró todo, que fue una confusión.

—¿No estás enojada? —pregunté. El corazón me palpitaba violentamente.

—Sí, pero... te perdono. Aunque no lo creas, te conozco lo suficiente como para saber que Sábita era la cabeza de lo que sea que planeaba. Él y yo terminamos.

Me estaba por poner a llorar de la emoción; quería abrazarla y estrujarla con fuerza, pero me contuve.

—Y, ¿dónde está Sábita?

—Mi madre me dijo que llamaron desde su casa para avisar que faltaría unos días por problemas familiares —me explicó Lila.

—Ya que estamos hablando de Sábita, me dirías como entró a esta escuela. Digo, ya sabes... —me aventuré tímidamente.

—Es becado —me aclaró la duda—. Cambiando de tema, me gustaría saber —Hizo una corta pausa y continuó — si te gustaría volver a ser mi amiga. Este último tiempo me di cuenta de que… te… extraño —terminó con un hilo de voz.

Lila estaba avergonzada, me di cuenta por el rubor de sus mejillas y porque le costaba establecer contacto visual, así que, no tardé en contestar:

—¡Me encantaría! —exclamé, con un sobrante aumento de volumen.

—¡Serás gritona! —me chistó indicando con su dedo índice.

En ese momento hice silencio, sin embargo, no pude contener las ganas de abrazarla. Me salió decir: "Gracias".

Todo estaba mejorando, es como si desde que decidí cambiar, el mundo me lo estuviera recompensando. ¿Mis decisiones están siendo las correctas? Ese extraño momento con Sábita, ¿fue algo bueno? No lo sé, pero de lo que estoy segura es que otra vez soy feliz. Todavía falta una cosa, mejorar mis notas.

—Lila, tengo que pedirte un favor. Ayúdame con la escuela, no quiero perder el año. Entiendo que la universidad no es para mí, pero no quiero defraudar a mamá. Por lo menos tengo que terminar la secundaria.

—Cele, ¿por qué dices eso? Te estás subestimando, ser pesimista no te va a llevar a ningún sitio. ¿De qué te gustaría trabajar en un futuro?

—No sé, pensar en que hacer durante el resto de mi vida me revuelve el estómago.

—Aún es muy pronto, pero no es mala idea buscar algo que te guste y enfocarte en ello.

—Eres muy madura, Lila. Ojalá fuera como tú, con las ideas bien claras.

—No hace falta que seas como yo —bajó la voz —, me gusta como tú eres. Te ayudaré.

El timbre sonó estrepitosamente (estaba colocado cerca de nosotras), sobresaltándome del banco y provocando la burla de una de las amigas de Lila que se acercaba hacia ella. Para la sorpresa de su amiga y la mía, Lila me defendió. Su amigo se disculpó conmigo y comenzó un chisme:

—¿Te enteraste de la nueva profesora? Parece una modela de "Bella" (una revista popular entre las adolescentes de esta escuela), todos los chicos están de babosos; por lo que me dijeron. Vas a tener que cuidar a tu novio, Lila. —La chica terminó con una risita tonta.




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