La chica peculiar

Capítulo 12: ¿Coincidencia?

29/04/2016

Luego de clases nos encontramos en la azotea de El lago diáfano. Teníamos una hora antes de que cerraran las puertas. Manteníamos la puerta abierta con una cartuchera, la que daba a la azotea, por si las dudas, para oír si alguien se acercaba.  

Sábita, a quien le habían dado de alta antes de lo que pensábamos, se encontraba pendiente de las escaleras. Debido al accidente tenía un cabestrillo para cuidar y limitar el movimiento de su brazo.

La idea de venir a hablar sobre cierto tema importante fue mía, los reuní para discutir y enterarme de sus opiniones, por lo que una vez acomodados empecé diciendo:

—La persona que lastimó a Sábita... me la encontré en mi casa el día de ayer.

—¡¿Qué?! —explotó Lila, frunciendo el ceño y sacando de su mochila un celular al mismo tiempo que decía—: Hay que avisarle a la policía.

Sábita la detuvo en seco.

—No des por hecho que Celeste no lo hizo, aunque, a decir verdad, si nos lo cuentas a escondidas quiere decir que no lo hiciste —dijo Sábita.  

—Bueno, te respondiste solo —le contesté.

—Dinos que pasó —respondió, revoloteando los ojos.

—Aparentemente ella estaba esperándome sosteniendo a mi mamá. Le había inyectado algo para que se quedara dormida. Dijo algo sobre Dios... y se fue —traté de explicar, evitando el tema de la luz.

—Así que es una mujer. ¿Le viste la cara? —inquirió.

—No, estaba vestida con un atuendo raro de color negro y muy, muy ajustado.

—¿Cómo los de sadomasoquismo? —acotó Lila, buscando una foto en internet desde su celular.

—¡Sí! —exclamé después de ver dichas fotos—. A decir verdad lo que tenía en mente era algo más como un espía, pero es algo así.  

—¿Por qué a ustedes dos? Digo, hay mucha gente en la ciudad, ¿será una casualidad? —Lila nos compartió lo que pensaba, mirándonos fijamente confusa e incluso desconfiada, sin quitar su expresión preocupada.

—¿Puede ser por esto? —dijo Sábita, pegando un portazo.

Se quitó el cabestrillo y movió el hombro con soltura. Lila le advirtió que tenga cuidado, a lo que Sábita contestó riéndose levemente:

—No hay de qué preocuparse, porque no tengo ninguna herida. De hecho, ya no la tenía un día después del disparo.

Lila estaba asombrada y yo también, a pesar de tener idea de que se trataba. No podía creer que se lo iba a contar sin consultarme, me imaginé que era para mantenerla a salvo. No se lo impedí.

Desde una de las manos de Sábita apareció una luz de baja intensidad, parecía morir poco a poco.

—Lila, gracias a esto, somos invencibles —afirmó Sábita—. Y Celeste puede darnos la energía necesaria. Quizá esto responda la pregunta de la casualidad.  

Lila me miró confusa, con las cejas arqueadas. Rápidamente me defendí de esa mirada.

—Mira, Lila, no te lo dije nada porque no sabía ni entendíani entiendo que es, pero ahora, supongo que te lo puedo decir. Aunque no estoy del todo segura, creo haberle pasado... poderes a Sábita.

—¿Es una broma? Estamos hablando de algo serió y, ¿me toman por idiota? —Lila comenzó a molestarse y a quejarse, pegando un fuerte zapatazo al suelo.

—¡Te equivocas, no es un truco, es la verdad! Deja que te enseñe como funciona.

—Podrías hacer lo mismo que conmigo —propuso Sábita.

—Sería peligroso si la causa de que nos intente matar es por los poderes —le respondí a Sábita. Me dirigí a Lila y me paré delante suya—. Mira con atención y dime si parece falso. —Me concentré, imaginando que mi corazón era una fuente y mis venas canales por los cuales debía pasar el agua. Se fueron iluminando con mayor intensidad, mucho más que la luz de Sábita, hasta llegar a la punta de mis dedos—. Rápido Sábita, pásame la cartuchera de mi mochila.

Bajó el cierre de mi mochila colgada en mi espalda y sacó la cartuchera. Con mi mano la vacié, dejando caer su contenido en el suelo y la coloqué frente a mi otra mano para posteriormente mandarla a volar en una pequeña explosión lumínica. Los ojos de Lila estaban abiertos como platos. No solo estaba asombrada, estaba maravillada, esbozando una aniñada y perfecta sonrisa.

—¡Enséñame a hacer eso! —fue lo primero que dijo.

—Perdón, pero ahora no. —Pude notar la desilusión en su mirada—. Hay que hacer las cosas con calma, piensen: La mujer que nos atacó, es probable que, si fue por esa razón, sepa sobre los poderes. Si te los doy puede que te ponga en peligro, Lila. Una vez que resolvamos este inconveniente, te prometo que te lo compartiré.

—Tengo una idea —se adelantó Sábita—. Si le das los poderes a Lila que sí de alguna manera es capaz de saber quién los tiene, se le cambiara la cara.

—¡No! —espeté—. No sabemos quién puede ser. Solo la pondríamos en peligro.

Tras unos cuantos segundos en silencio, Sábita, quien daba la impresión de estar pensando en algo para sus adentros, nos dijo:

—Piensen en algo que les haya llamado la atención, de quien puede ser esta mujer de negro.

Me costó recordar, pero finalmente hice memoria.

—Ahora que lo dices, hace unas semanas me parece que un auto me seguía cerca del parque.

—¿Pudiste ver la patente?

—No pude, pero creo que era de un color gris metalizado.

Sábita sonrió.

—¿Cómo el auto de la nueva profesora? —Se acercó a la cornisa y nos señaló con el dedo índice—. Si no es ella y no hace ningún gesto, tendremos que enseñarle a utilizar la luz y defenderse a Lila, es sencillo.

—Es ese, el mismo. No solo eso, la figura de su cuerpo y su altura creo que se parecen —afirmé.

—Lo de aquella vez, ¿puedes repetirlo? También voy a necesitar que me pases de tu poder, ya casi se me termina, de hecho, hace varios días debería haberse ido, pero descubrí que puedo tomar la energía de las pilas o baterías. Sin embargo, no duran demasiado.

Juntamos nuestros dedos, Sábita en la izquierda y Lila en la derecha. No funcionaba, sabía que era porque en realidad no era lo que quería para Lila, pero ella me lo pedía con viveza. Su sonrisa desbordaba ilusión. ¿Cómo negarme a ella? Cerré los ojos, cinco segundos después, los abrí. ¡Funciona!




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