Iris cayó entre hojas secas y tierra húmeda, el mundo dando vueltas a su alrededor hasta que todo se detuvo en un silencio pesado. Parpadeó varias veces, tratando de entender donde estaba. A su alrededor, un bosque inmenso la envolvía con sus sombras y susurros.
El aire era fresco, pero no olía como el bosque qué conocía. Había algo más, un aroma extraño entre lo dulce y lo amargo, como si la tierra guardará secretos olvidados.
Se puso de pie con dificultad, mirando sus manos y luego su ropa, el vestido que llevaba no era suyo, era sencillo, antiguo, como si la hubiera vestido un libro de cuentos. Su corazón latía con fuerza y la confusión la envolvía como una niebla espesa.
—¿Dónde estoy?—murmuró dando vueltas, con la esperanza de encontrar una respuesta en alguna dirección.
Intentó recordar como había llegado allí. La última imagen clara que tenía era la biblioteca de su abuelo y el libro que temblaba en sus manos. ¿Era posible que hubiera entrado en un libro? La idea parecía absurda pero el vestido y el entorno decían lo contrario.
Un crujido a lo lejos la sobresaltó. Iris se tensó, mirando hacia los árboles.
—¿Hay alguien ahí?—preguntó con voz asustada.
Un joven emergió de entre los troncos, con el cabello oscuro despeinado y ojos que brillaban con una mezcla de miedo y tristeza. Su expresión era de desconcierto, como si el mismo dudara de quién era.
—¿Quién eres?—preguntó Iris, tratando de sonar firme.
—No lo sé.—respondió él con un suspiro—. No recuerdo quién soy ni que hago aquí. Solo sé que debo evitar a la Sombra del Bosque. Pero no sé por qué.
Iris frunció el ceño incapaz de aceptar todo tan rápido.
—Eso no tiene sentido.—replicó—.¿Una sombra que te persigue? ¿No sabes quién eres? Esto es muy extraño.
Él bajó la mirada, sus manos temblaban ligeramente.
—No entiendo nada.—admitió—. Pero siento que si que si no me escondo, algo terrible pasará.
Iris dio un paso atrás tratando de ordenar sus pensamientos. ¿Cómo ayudar a alguien que no sabe quién es? ¿Cómo estar segura de que no estaba soñando o incluso perdiendo la razón?
Mientras tanto, Barquillo apareció sigilosamente entre los arbustos, maullando suavemente y llevando entre sus patas un pequeño cuaderno oscuro, cubierto con símbolos que brillaban débilmente con una luz azulada.
Iris se acercó y al tomar el cuaderno sintió un cosquilleo extraño recorrer sus dedos.
—¿Qué es esto?
Barquillo maulló como si animara a Iris a abrirlo. Con cuidado pasó las primeras páginas. En vez de palabras, habían árboles qué se marchitaban, fragmentos de rostros que aparecían y desaparecían, símbolos antiguos qué cambiaban de forma.
No podía entender todo, pero supuso que ese cuaderno,‐al que llamaría "Álbum de las Sombras"- sería la clave para avanzar. A veces las imágenes eran claras, otras incompletas o confusas, como si la historia misma estuviera rota.
De pronto, el viento trajo un olor a tierra mojada y hojas podridas. Unos ojos rojos y brillantes la observaron entre las ramas más altas, un cuervo enorme, negro como la noche, que desapareció en un parpadeo.
Iris sintió un escalofrío correrle por la espalda. El gato la miró fijamente.
—Esto es real—pensó.— Y tengo que entender que está pasando.
Mientras hojeaba el álbum una página le mostró algo diferente: una gema luminosa suspendida en el aire, rodeada por ramas retorcidas. En la siguiente, la gema parecía latir como un corazón, pero estaba cubierta por una sombra negra que la apretaba.
Iris comprendió qué aquel objeto -el Corazón del Bosque- debía ser el centro de ese libro. Sin él, todo estaba condenado a morir y olvidar.
Entonces en una esquina de la página apareció un pequeño fragmento de mapa con una inscripción apenas legible, una frase en una idioma antiguo que reconoció sin saber cómo.
"Dónde la memoria se oculta, la llave a los perdidos aguarda."
Su corazón dio un vuelco. Sin entender todavía que significaba, supo que ese mensaje era más que parte del cuento.
Iris miró al joven, que ahora la miraba con renovada esperanza.
—Si recuperamos ese corazón.—dijo.— Tal vez podamos salvar este bosque y quizá.... algo más.
Él asintió.
Juntos comenzaron a caminar hacia lo profundo del bosque, siguiendo el murmullo de los árboles y la sombra de un recuerdo que aún no podían alcanzar.
Barquillo los siguió, sus ojos brillando con un misterio que Iris ni se atrevía a imaginar.