El bosque comenzó a cambiar.
El aire se volvió denso, como si el mismo oxígeno dudara en avanzar. Las hojas, antes mecidas por la brisa, parecían mirar en dirección contraria y los árboles se estrechaban, empujándolos hacia un único sendero retorcido.
—Esto no estaba aquí.—dijo Iris deteniéndose.
—El cuento está.... reescribiendose.—murmuró Barquillo con los ojos entrecerrados.— O algo está frozando su trama.
Caminaron hasta que el sendero se abrió a una pequeña cabaña, construida entre raíces retorcidas. Hojas secas flotaban en el aire, como si el tiempo se hubiera detenido. Desde su interior, una luz cálida cálida parpadeaba y una voz temblorosa los invitó:
—Entren, tejedores de destinos. Los esperaba.
—¿Y si es una trampa?—preguntó Lila.
—Lo es.—dijo Barquillo.— Pero a veces las trampas contienen respuestas.
Iris, decidida, cruzó la puerta.
Adentro, un anciano con los ojos completamente en blanco leía un libro invisible. Su presencia llenaba la sala como un eco que no terminaba. Todo parecía más grande por dentro, como si la casa respirara.
—Bienvenida Iris.—dijo el anciano.—Príncipe Olvidado, Musa Silenciada. He visto sus hilos cruzarse.
—¿Quién eres?—preguntó Iris retrocediendo un paso.
—Soy el Recitador. Colecciono las historias que nadie recuerda. Les ofrezco la suya... a cambio de un instante de atención.
Y sin previo aviso, el suelo desapareció.
El mundo se dobló sobre sí mismo. Iris cayó, pero no golpeó nada. Estaba flotando en un vacío lleno de frases sueltas, fragmentos de cuentos y rostros distorsionados. Lila gritaba su nombre desde alguna parte. Erian gritaba desde espejos que lo mostraban como rey, como mendigo, como nada.
—Iris...—susurró la voz del recitador.—¿Quieres saber dónde están tus padres?
Delante de ella, flotando ante el vacío se formó una imagen: su madre, con el cabello revuelto y la piel pálida, gritando algo desde el interior de una página que ardía. A su lado, su padre extendía una mano hacia ella, atrapado dentro de un símbolo brillante qué se deshacía.
—¡Mamá!¡Papá!— Iris intentó alcanzarlos pero su brazo atravesó humo.
Entonces el cuaderno mágico se abrió con una frase quemada apareciendo en una hoja en blanco.
"No creas en visiones tejidas con hambre. Recuerda lo que has visto con el alma, no con los ojos"
—¡Basta!—gritó Iris.
Y el cuaderno emitió una onda de luz que rompió la ilusión. Todo se quebró como el cristal.
La sala de la cabaña volvió a aparecer. Barquillo rugía con una energía antigua, sus ojos brillando con fuego azul. El Recitador, ahora tembloroso, tenía humo saliendo de sus oídos.
—¡No debiste... resistirte!—gimió–¡Él los ve!¡Él ya sabe!
Erian recuperó el equilibrio y agarró la mano de Iris.
—¿Qué fue eso?
—Una advertencia, y una prueba.—dijo Barquillo.— Alaric envía sombras para torcer la verdad.
La cabaña comenzó a temblar, resquebrajándose, como si ya no pudiera sostener su propia mentira. Desde el techo cayeron palabras quemadas, frases sueltas, promesas rotas.
—¡Fuera!— gritó Iris tirando de Lila y Erian hacia la puerta.
Afuera, el bosque los recibió con una ráfaga de aire puro. La cabaña se deshizo detrás de ellos.
—¿Todos bien?—preguntó Barquillo agotado.
—Sí... creo que sí.— respondió Iris, aún jadeando.
El cuaderno se abrió una vez más, y esta vez dejó caer una pequeña hoja de papel. En ella, escrita con la misma caligrafía rápida, una frase nueva.
"El lago aún canta. Pero no esperará por siempre."
Erian tocó su pecho. Algo vibraba en él.
—Debemos llegar antes de que la historia olvide que existimos.
Iris asintió.
—Y esta vez, no dejaremos que el cuento nos engañe.