La chica que leía portales

El espejo del Alba

El bosque cambió una vez más.

No con violencia, sino con ese tipo de transformación que solo se percibe cuando se detiene el paso y se escucha. El aire ya no olía a corteza húmeda ni a hojas secas, ahora tenía un aroma delicado, casi dulce, como si alguien hubiera habierto una ventana hacia la madrugada.

Iris se detuvo, con el corazón aún latiéndole rápido por la carrera anterior. Habían caminado largo rato tras la salida de la cabaña del Recitador, dejando atrás los susurros que se pegaban a las paredes. No sabían con certeza hacia dónde iban, pero Lila, con su voz suave y sus pies descalzos aseguraba que el claro estaba cerca.

Pronto llegaron.

El claro no parecía parte del mismo bosque. Los árboles se abrían en una circunferencia perfecta, como si el lugar los mantuviera a raya. No había viento, pero el follaje alto se movía como si respirara. En el centro, había un lago, y en el centro del mismo, encima de una piedra lisa y musgosa, flotaba un espejo sin marco. No colgaba de nada... simplemente estaba.

Nadie habló al principio. Iris sentía que si alzaba la voz demasiado, rompería algo invisible. Su respiración salía en nubes pequeñas, como si allí el frío perteneciera a otro tiempo.

Erian fue el primero en acercarse, no dijo nada pero Iris vió como su mandíbula se tensaba al ver el reflejo. O mejor dicho, la ausencia de él, porque ni el lago, ni el espejo, mostraban su rostro.

Mostraban agua, y una corona hundiéndose en ella.

—¿Qué?—murmuró dando un paso atrás.

Barquillo se quedó más atrás, alerta, la cola erizada. Lila observaba en silencio, analizando los alrededores como si le resultaran familiar. Como si su canción ya hubiera sonado ahí, mucho antes.

Iris se aproximó, tragando saliva. El espejo no reflejaba su figura sino, escenas sueltas qué cambiaban con rapidez: una mujer pelirroja corriendo entre estanterías, un niño sosteniendo un libro con manos pequeñas, una silueta encapuchada qué extendía una llave dorada hacia la oscuridad. El agua del lago era completamente negra.

Sintió un tirón en el estómago.

—Barquillo.—susurró, sin apartar la vista del espejo.—El nombre que mencionaste antes.... Alaric.¿Quién es?

El gato no respondió de inmediato, caminó hasta sentarse en una raíz expuesta y se lamió una pata, como si eso le diera tiempo.

—Ese nombre.—dijo.— no pertenece a este bosque, ni a este cuento. Pero lo ronda, lo susurra, lo corrompe.

—¿Fue el quién te convirtió en gato?

Barquillo la miró extrañado.

—Solo es una sensación que tengo, que antes eras un ser muy poderoso, y que estás encerrado sin poder usar todos tus poderes.

—Es una sensación acertada.—dijo el gato.—En cuanto a Alaric. Hay cosas que no deben nombrarse antes de tiempo. Los nombres tienen poder, niña y ese en particular es un nombre muy poderoso.

Un denso silencio cayó sobre el grupo, hasta que algo crujió enre los árboles.

No fue un crujido común. Fue un sonido hueco, como si algo caminara sin tocar realmente el suelo. El claro, que antes parecía fuera de tiempo, se estremeció.

Barquillo se puso en pie de un salto.

—¡Lila, detrás de mi!

Iris se giró justo para ver como entre las sombras surgía un lobo enorme, de pelaje negro como tinta derramada. Su cuerpo era sólido pero no proyectada sombra alguna, ni siquiera bajo la luz suave que llenaba el claro.

No tenía ojos, solo dos orbes blancos como perlas muertas.

Y caminaba directo hacia Lila.



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En el texto hay: portales, aventura, magia

Editado: 29.06.2025

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