El Lobo sin Sombra

Lila hizo algo que Iris no pudo entender. Se puso a cantar.

Su canto flotaba en el aire como una brisa cálida en invierno. Era una melodía suave, rota en partes, como si intentara recordar una canción olvidada. El lobo sin sombra se detuvo a unos pasos de ella, sus garras no hacían ruido, sus patas no dejaban huellas. El pelaje oscuro parecia absorver la luz del bosque. Su hocico se crispó y sus ojos centellearon con furia. El sonido parecía dolerle.

De pronto, saltó.

Iris apenas tuvo tiempo de empujar a Lila al suelo, el lobo pasó sobre ellas, rozándolos con un viento helado. Cayó de pie, sin un solo sonido y se giró para atacar de nuevo.

—¡Corre!—gritó Iris tirando de Lila para levantarla.

Erian se colocó entre ellas y el lobo, blandiendo una rama invisible a modo de espada. Pero cuando la lanzó la criatura la partió con un zarpaso invisible. El príncipe cayó de espaldas.

—¡Barquillo!—Iris buscó al gato con la mirada pero el ya estaba encima de una roca, trazando símbolos con la cola en el aire.

—¡No tiene sombra!—gritó el gato.—¡No pertenece a este mundo!¡No puedes golpear lo que no existe del todo!

El lobo gruñó. Lila intentó cantar de nuevo pero la criatura rugió con tanta fuerza que la melodía se rompió.

—Esta cazando su voz.—dijo Barquillo.—Si la destruye este cuento se pudre para siempre.

El lobo seguía acercándose. Iris miró alrededor, buscando algo, cualquier cosa. Entonces lo vió, reflejado en el espejo del Alba, el lobo sí tenía sombra.

—¡Tenemos que llevarlo hacia el espejo, es el único lugar donde tiene sombra!

Barquillo saltó hacia el suelo y corrió el espejo, Iris lo siguió y Lila, tras recuperar el aliento, también. Erian se levantó y empezó a lanzar piedras para distraer al lobo.

Una de ellas golpeó su ojo izquierdo, no sangró, pero la bestia se giró con furia y rugió de nuevo.

—¡Ahora!—gritó Iris.

Barquillo saltó sobre el marco del espejo. Con un zarpaso giró la luna metálica de su adorno superior. El cristal se iluminó, vibrando.

Ella se giró en el último momento y alzó el espejo. El lobo atravesó el cristal.

No chocó. No se rompió.
El espejo lo absorbió.

Y entonces el cuento floreció.

El bosque se iluminó como si amaneciera. Lila cayó de rodilla, exhausta y su voz se elevó por última vez, clara y libre. Una melodía llena de vida. Los árboles florecieron, las hojas danzaron con alegría. Y frente a ellos apareció un cristal de colores como que el había visto en el Álbum de las Sombras.

—Eso es.....—empezó Erian.

—El corazón del bosque.—terminó Iris por él.

De pronto el jóven pareció recordar todo acerca de su persona, lo mismo pasó con Lila. Sus ojos se iluminaron con un brillo que denotaba conocimiento.

—¡Ya recuerdo quién soy!—susurró Erian.

Pero antes de que Iris pudiera decir algo, un objeto cayó del cielo: una llave de plata, con forma de luna entreabierta. Lila la recogió y se la entregó a Iris sin decir palabra, al tocarla un brillo la rodeó.

—Barquillo...—empezó a decir.

Pero el mundo tembló.

Todo el paisaje se difuminó como tinta en el agua.

Iris gritó, el viento la arrastró hacia atrás, y Barquillo se aferró a su vestido. Erian extendió una mano hacia ella, pero fue demasiado tarde.

Despertó en el suelo de la biblioteca. El reloj antiguo marcaba las seis. No sabía si era de la tarde o de la mañana. Barquillo, sobre su pecho, ronroneaba con nerviosismo.

La llave seguía en su mano.

—¿Qué fue eso?

—Hicimos lo que teníamos que hacer en la historia, por lo que el libro nos ha expulsado, al no tener un propósito dentro de él.

—¿Y esto?—preguntó Iris, alzando la llave.

—Un fragmento del final perdido.—contestó Barquillo, con la voz más grave que nunca.

—¿Y Alaric?

El gato no respondió de inmediato. Se bajó de su pecho, se sacudió y la miró con seriedad.

—Ese nombre no debe decirse a la ligera, Iris. Hay libros que aún lo recuerdan y no todos quieren que lo encuentres.

Y sin más, saltó hacia una estantería, dejando a Iris con la llave en la mano y un millón de preguntas.