La chica que leía portales

Ecos del otro lado

Iris se despertó con el olor a polvo antiguo flotando en el aire. Estaba en su habitación, en el mundo real. Aunque no recordaba como había llegado allí. La luz que entraba por las ventanas era grisácea, de esas que anuncian lluvia sin decidirse.

Barquillo estaba sentado en la alfombra al pie de la cama, lamiéndose una pata con una seriedad que no le quedaba. Al verla moverse se le erizó el lomo y corrió a su hombro, donde se encontró con un suspiro.

—¿Qué ha pasado?—preguntó Iris.

—Te has desmayado minutos después de caer en la biblioteca, estabas exhausta, dormiste dos días enteros.—dijo Barquillo con expresión preocupada.

La llave plateada brillaba en su mesita de noche, fría, real. Se la quedó mirando como esperando a que hablara.

Y entonces la puerta de la habitación se abrió.

Era Elías.

El abuelo se detuvo en el umbral con un bastón en una mano y un plato lleno de comida en la otra. Observó la escena en silencio. Sus ojos pasaron de Barquillo a la llave, y finalmente a Iris.

—Por fin ha comenzado.—murmuró.

Iris alzó la cabeza lentamente.

—¿Qué ha comenzado?

Elías entró sin responder y puso el plato frente a ella.

—Primero debes comer, Iris querida.

—No voy a comer hasta que me expliques que está pasando.

Elías suspiró y se sentó con cuidado en la silla más cercana. Abrió su abrigo y del bolsillo interior sacó: un fragmento de papel antiguo, amarillento, con un símbolo muy similar al de la llave.

—Durante años pensé que nunca pasaría. Qué quizás todo había sido una advertencia exagerada—dijo Elías— pero ya no hay duda. Estás atrapada en el mismo ciclo que ellos.

—¿Ellos?

Elías la miró con una mezcla de orgullo y miedo.

—Los guardianes.

Barquillo bufó suavemente.

—Iris merece saberlo todo.—dijo el gato, con la voz más firme que ella le había oído nunca.

El abuelo asintió y sus ojos, aunque cansados, brillaban con un conocimiento antiguo.

—Hace generaciones existía un libro.—comenzó— el primero de todos. El Libro de los Inicios. Era más que un libro, era el origen de cada historia, cada palabra, cada posibilidad. Para protegerlo se nombraron siete guardianes. Pero uno de ellos.... traicionó al resto.

El nombre no se dijo, pero estaba allí, flotando en la habitación como una sombra sin forma.

—Ese guardián robó un fragmento del libro. Y con eso, se volvió eterno. Incompleto pero eterno. Las llaves....—Elías tocó el papel en su mano.—.... fueron creadas para sellarlo, siete, igual que los guardianes. Solo juntas pueden restaurar el equilibrio.

Iris miró la suya. Una de siete.

—¿Y que pasa si no las reunimos?

—Las historias desaparecen.—dijo Barquillos sin rodeos.

—¿Cómo el cuento de Lila y Erian?—preguntó Iris.

—No, ese cuento logramos salvarlo, pero es uno entre muchos.

—¿Y mis padres?—preguntó de pronto Iris.—¿Ellos están...?

Elías no respondió.

Barquillo fue el que se animó a responder.

—Tus padres fueron los últimos en intentar restaurar el libro. Y fallaron, pero no murieron. Quedaron atrapados en uno de los cuentos, bajo el dominio de Alaric.

Iris apretó la llave contra el pecho. Como si pudiera sostener el recuerdo, la historia, todo lo que aún no entendía.

—Entonces tengo que detenerlo.

—Lo harás.—respondió el abuelo.—Pero esta vez no serás solo una visitante. Serás parte del cuento.

Iris sintió un escalofrío. Afuera, la lluvia se volvía más fuerte.

En otra parte de la casa, en la biblioteca. En la parte más arriba de una estantería antigua un libro parpadeó con luz tenue, esperando.



#1354 en Fantasía
#1921 en Otros
#123 en Aventura

En el texto hay: portales, aventura, magia

Editado: 29.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.