Los días pasaban y podía observar a través de mi ventana los copos de Nieve caer.
Hace ya dos meses me dijeron que me quedara en observación durante dos semanas, pero, prefirieron que me quedase aquí. Mi madre no se fiaba demasiado de mí, ella decía que era demasiado peligroso que me quedase en casa sola, y sin vigilancia.
Así que llevo aquí todo este tiempo. Enciendo la tele y pongo uno de esos dramas coreanos que tanto me gustan. Me entretienen bastante, y me hacen no pensar en todo lo que me estoy perdiendo por culpa de mi lesión.
No he querido ni hablar con mis amigas de la academia. Y pensar que muchas de ellas me adviertieron de que era demasiado peligroso. Debi haberlas escuchado.
Pero, no. Como terca, Julie tuvo que hacer lo que su corazón le mandaba.
Pues mira corazón, gracias a ti ahora tengo una lesión y no puedo caminar.
Esto es lo peor.
Y peor aún que hace una semana que no veo a ese chico, el cual ha aparecido en bastantes de mis sueños.
Se lo que están pensando, pero no me refiero a esa clase de sueños.
En mi sueño él estaba de espaldas en el pasillo, y cuánto más quería acercarme a el. Más se alejaba.
Una vez logre alcanzarlo, y estaba dispuesto a girarse. Desperté acelerada y con sudores por todo mi cuerpo.
Estos últimos días, me he encontrado fatal y he tenido hasta fiebre. He supuesto que será por tiempo.
La verdad es que estoy echa un cromo. Primero la pierna, después la tos y ahora la fiebre seguida de la tos.
Siento que llaman a la puerta. Miro para saber quién es, le doy permiso para entrar cuando veo que se trata de mi madre.
Ella sonríe. Va con un vestido blanco de rayas negras. Y un collar de una luna blanca sobre su cuello, sus cabellos cortos y rubios están muy bien peinados hoy. Se ve preciosa. Ella tiene los ojos verdes. En cambio, yo los tengo como los tenía mi padre, marrones.
Nunca pude conocerle. Y saber que tengo algo de él me alegra mucho en el alma.
-Hola cariño-me saluda dándome un beso en la mejilla. -¿Cómo estás?
Le devuelvo el saludo y la sonrisa. -Estoy mejorando. Aunque ahora estoy con mucha tos.-le comenté frunciendo el ceño.
-Bueno,¿ y la pierna? ¿Estuviste haciendo los ejercicios que te dijo la doctora?-preguntó mama mirándome seria. No se fiaba de mí. Por supuesto, estaba poniendo esa mirada que siempre usaba para reprocharme algo.
-Por supuesto que sí, mama. Yo soy la primera que quiere recuperarse.-añadí dando un suspiro.
-Bueno, según la doctora pronto podrás regresar a casa. Me imagino que tendrás ganas de dormir en tu cama, las camas de hospital son mas incómodas -dijo mirandome y señalando la camilla en la que me encontraba. Asiento y entrecierro los ojos.
No podría creerme que pronto pudiera regresar. Tenia muchas ganas, pero sabia que las cosas serían diferentes.
Al principio mi situación empezó siendo grave. Poco a poco la rehabilitación está haciendo que sea más leve.
**
Los próximos días comienzan a ser más pesados. Aún no me han dado el alta, pero esta tarde podré irme a casa y ya solo tendré que volver el resto de días por la tarde para que comprueben cómo sigue la cosa.
Yo sigo sin saber nada de aquel chico misterioso, supongo que es de esas personas a las que ves una vez en tu vida y no las vuelves a ver. Además, no creo que sepa ni de mi existencia.
Ni siquiera se su nombre. Pero, su rostro no se borraba de mi mente.
Solo le vi una vez. Una maldita vez Julie, para. Este pensamiento que tengo es insano necesito borrarlo de mi cabeza.
Bebo agua y como la comida de hospital que se encuentra en mi bandeja. Es una hamburguesa con patatas fritas, y una coca-cola. Le doy varios bocados, la verdad tengo hambre hoy.
Y de pronto pasa aquello que menos esperaba. Cuándo cojo las muletas para acercarme a la papelera de la habitación, veo a aquel chico.
No puede ser. Es él. ¿Qué hago?
Julie reacciona. Maldita sea.
-Hola-saluda él desde el pasillo. Esta vez va en silla de ruedas. Me quedo perpleja al verlo, su cabello rubio como la miel está despeinado, se ve bastante guapo.
-Hola-saludé con timidez. Me había quedado casi muda. Estaba impactada por su presencia.
-Oye. ¿Estás bien?-pregunta con media sonrisa.
Yo asiento.-Estoy bien. ¿Te alojas en la habitación de en frente?-pregunte buscando un tema de conversación.
Además tenía curiosidad.
-Sí, pero no por mucho tiempo. Pronto me trasladaran a la planta de arriba, ya no seré un paciente.
-Ah, ¿no?-pregunté extrañada.
-No.
-Vale.
-Bueno, ¿y a ti que te ha pasado?-pregunta señalando mi tobillo y las muletas.
-Es una larga historia... pero en resumen, acabó destrozando mi sueño.
Asiente con la cabeza. -Te comprendo. -él mira hacia el suelo con el ceño fruncido.
La conversación es interrumpida por una voz familiar.
Mi madre.
Oh oh. Estoy en problemas.
-Julie, ¿qué haces en pie? -pregunta acercandose a mí y obligándome a volver a la habitación. -Debes permanecer en reposo. Es peligroso que camines.
Yo me intento acercar para despedirme pero mi madre bloquea el camino.
-Mamá. ¡Estaba hablando!-le grito.
-¿Qué te tengo dicho sobre hablar con desconocidos?-pregunta reprochandome.
-¿Qué te tengo dicho sobre interrumpir conversaciones importantes?-pregunté seria y cruzandome de brazos. Me senté en la camilla.
No podía creerlo. Mi madre había hecho que perdiera la oportunidad de preguntarle su nombre, o su número e teléfono.
Tal vez era demasiado pronto.
Si definitivamente. ¿En que estaba pensando?
Su voz era tan dulce y gentil que me hizo sentir muy cómoda.
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Editado: 17.04.2021