Julie.
Fui a dar un paseo por el parque, contemplando a todas las personas haciendo aquello que disfrutaban hacer, algunas patinaban, otros jugaban, otros daban vueltas en motocicleta o en sus bicis.
Habia quedado con Josh, y llevaba cinco minutos de retraso, pero supongo que le habrá surgido algún imprevisto.
Estoy sentada en el banco, viendo cómo el tiempo pasa ante mis ojos. Estos últimos días he estado ocupada haciendo mis deberes, a penas he tenido tiempo ni para ver la televisión, he leído alguna que otra noche un libro que me está gustando bastante.
La semana pasada vino mi amigo Ross e hicimos una maratón de la saga crepúsculo y mientras la veíamos comimos pizza, patatas y palomitas acompañados por nuestras bebidas. Yo tomé agua, porque no me apetecía ningún refresco en aquel momento. Y mi amigo, tomo un vaso de coca-cola.
Nos pasamos toda la noche despiertos. Mi madre no nos llamó la atención, pero cuándo mi amigo se fue para su casa por la mañana me miró con cara de desaprobación, yo solo negué con la cabeza y pasé de ella.
Poco a poco, las cosas van mejorando.
Aunque, las discusiones con mamá nunca cambian. Ya que siempre tenemos algo que debatir.
Cojo el móvil para mirar la hora. Son las cinco de la tarde. Decido enviarle un mensaje de voz a Josh.
—"Josh, ¿dónde estás? Te estoy esperando en el banco de central park".
Audio enviado.
Mensaje leído.
—Hola Julie—dice alguien a mis espaldas. Mi corazón se acelera y salto alarmada del banco.
Cuándo miro hacia atrás me encuentro con Josh, ese chico que siempre me provoca cien infartos, por minuto.
—Josh, no se saluda por detrás. ¡Dios! Casi me da un infarto—digo con la respiración acelerada y mirándolo con ganas de matarlo.
—Vale, perdona. No me mires así. —dice con una leve sonrisa, arrastra su silla de ruedas y se coloca en frente de mí. —Bien Julie, ¿cómo estás?
—Pues mirando como pasa la vida ante mis ojos.—digo sonriendo sin ganas.
—Eso es porque aún no has encontrado nada que hacer que te distraiga, debes relajarte.
—¿Relajarme?—pregunto exhausta.—Es tan fácil para ti, no tienes que ver a tus compañeros de baile avanzar sin ti, y hacer nuevas competencias con las que he soñado desde que era una cría—alzo mi tono de voz. Josh arrastra su silla un paso hacia atrás y alza una ceja.
Es ahí en ese momento cuando me doy cuenta de que me he pasado. Él no tiene la culpa. Nunca pensé que me pondría así, pero es que todo esto sobrepasa mis límites.
—Julie, te comprendo mejor que nadie. ¿Sabes? Estaba en un equipo de baloncesto, supongo que lo sabrás a estas altura, porque te lo he dicho varias veces, y mis compañeros no tuvieron mi mala suerte. Ahora muchos de ellos están en equipos muy conocidos como la NBA.—desvía su mirada hacia un lado.—Para mí esto tan poco es fácil, pero quejarte no va a hacer que vuelvas atrás en el tiempo y tú pierna se recupere por arte de magia.
Asiento con la cabeza. —Lo siento Josh, soy una egoísta.
—Julie, debes levantarte de esa depresión en la que te estás sumergiendo día a día. —toma mis manos y sonríe haciendo que nuestros ojos se vuelvan a encontrar. —Dime que puedo hacer para que vuelvas a sonreír y lo haré. Pero, no sufras. Me mata ver esos ojos llorosos.
Mi corazón se derretía con cada palabra. Sentía tanto dolor en mi corazón, y a la vez tanto amor por ese chico. El baile, era una parte de mi tan fundamental. Y Josh, era la única persona que me estaba rehabilitando y levantandome cada vez que me veía mal.
Él quería que volviera a sonreír. Y si eso le hacía feliz. Lo haría.
—Solo quedate conmigo y no me abandones—digo volviendo a entrelazar nuestras manos y encontrándome con sus brillantes ojos azules.
Me sonríe y dice: —Jamás te soltaría, dulzura. —me sonrojo al escuchar el apodo y devuelvo la sonrisa.
Es la primera vez que me dice dulzura. Ya tenía la confianza para llamarme por un apodo, que lindo. Ahora debería buscar yo alguno como por ejemplo... Ángel, porque en cierta manera, era así como lo veía como un Ángel caído del cielo que había venido a rescatarme de la Soledad, y el sufrimiento que me provocaba estar sin el baile.
Sentía que se estaba colando en mi corazón, a fuego lento, y se estaba quedando para una gran temporada.
Jamás me había sentido tan protegida por alguien que no fuera por la presencia de mi mamá.
Josh me provoca tanta estabilidad.
—¿Vamos a tomar ese helado?—pregunta sacándome de mis pensamientos.
—Claro que sí —le digo y cojo las muletas.
Ambos vamos a la heladería de enfrente del parque y antes de entrar hacemos chistes.
—¿Qué le dice un pollito a otro pollito?
—pregunta Josh.
Me quedo esperando y como no responde le pregunto: —¿Qué le dice?
—Caldito seas. —dice y luego se acaba riendo el solo. Yo levanto la ceja y niego con la cabeza.
—Es un chiste tan malo, Josh.—digo sonriendo.
—Bueno, pero por lo menos te ha sacado una sonrisa.
—Si, pero no me ha hecho reír. —le guiño el ojo y entramos a la tienda.
Observamos los diferentes tipos de helado que hay y cuándo al fin me decido se lo digo a una mujer que trabaja en la tienda.
—Yo quiero dos bolas de vainilla y una de chocolate con una cereza.—le digo.
Ella no anota. Y Josh abre los ojos al escuchar mi pedido.
—Muchas bolas para ti sola ¿no crees?—pregunta riéndo.
—¿Qué? Adoro comer. ¿Vale?
—Ya lo veo.
—¿Usted va a pedir? chico.—le pregunta la cajera a Josh, el asiente.
—Yo voy a querer un cucurucho de vainilla. —pide Josh.
—De acuerdo. —toma nuestros pedidos y nos da los helados.
Salimos del lugar y nos quedamos durante un buen rato sentados en los asientos de afuera de la heladería.
...
No paro de pensar en lo que Josh y yo hablamos. Me quejo demasiadas horas al día, y eso no me beneficia en ningún sentido.
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Editado: 17.04.2021