NYX
Para Nyx siempre había sido sencillo olvidarse de lo que sucedía alrededor. Solo era cuestión de tener una hoja enfrente, un lápiz y ponerse a dibujar cualquier cosa que se le ocurriera; y ahora más que nunca estaba agradecida de esa habilidad.
Eldoria se había vuelto loca, estaba alterada. Las noticias no hablaban de otra cosa; y si no fuese por su capacidad de olvidarse de todo mientras dibuja, ella estaría igual que ellos: perdiendo la cabeza y hablando con sus amigas de lo mismo una y otra vez. La población se estaba extinguiendo, era cierto; pero no por ello iba a desperdiciar lo que quedaba de su vida hablando de cómo ya había habido diez asesinatos en lo que iba de la semana y, por más alarmante que fuera, se negaba a hacer parte de la paranoia colectiva.
Mierda.
El café se le había enfriado, logró percatarse una vez salió de su trance. Observó el dibujo una vez más antes de tomar la tasa y levantarse de la silla para votar el líquido por el lavabo. Si había algo que Nyx odiara más que las personas escandalosas, eso era, sin lugar a dudas, un café frío.
Una vez vertió el líquido marrón por el lavabo, Nyx decidió volver a su mesa de trabajo. Realmente la amaba. Enfrente de su gran ventanal por donde se colaban la luces neón que emitían los edificios del centro de la metrópolis.
Nyx tenía de nuevo el dibujo frente a ella, y tuvo la sensación de que algo le estaba faltando, un detalle importante; pero no sabía qué. Había tratado de retratar la bestia lo más cercano al sueño que tuvo la noche anterior, pero por más trazos y sombras que realizaba había algo que estaba faltando; pero ya era muy tarde para seguir intentando, y ni siquiera había sacado la basura en todo el día. Tener el superpoder de enfocarte tanto en algo y olvidarse del resto a veces no eran tan genial; pero podía vivir con ello.
La muchacha se quitó los anteojos y los dejó sobre la mesa a un lado de la hoja de papel y se dispuso a sacar la gran bolsa de basura que le saludaba desde la cocina. Por suerte, para ella y su pereza para hacer actividades físicas, no era un largo tramo el que tenía que recorrer, sino el de un pasillo y un par de escaleras.
—¡Malditas escaleras!—exclamó al llegar abajo.
La joven se hallaba ahora en un callejón pobremente iluminado cuyo olor era una mezcla de hedores proveniente de todas las bolsas de basura que sus vecinos tiraban allí. Nyx dejó la suya, y se dispuso a volver a su casa; sin embargo, antes de siquiera poder darse la vuelta, escuchó algo que llamó su atención. Algo se había movido a sus espaldas, y ella como acto reflejo miró hacia la procedencia del ruido; pero aparentemente no había nada allí.
Nyx, sintiendo cómo sus latidos se habían acelerado abruptamente, caminó hacia adelante tratando de hallar algo; pero de nuevo nada. Todo estaba solitario y en completo silencio. Tal vez solo había sido producto de su imaginación y de ser así, lo mejor sería volver a casa. Se dio la vuelta para darse de cuenta de que una densa neblina morada había cubierto todo el callejón y el hedor se había incrementado. La chica se dio la vuelta una vez más; pero sentía una mirada fija en su nuca que la dejó helada. Miró hacia atrás solo para darse cuenta de que la neblina había empezado a moverse, alzándose lentamente sobre ella y adquiriendo un color negro.
Nyx se quedó paralizada, helada. Mientras aquello se convertía en un sinfín de trazos que parecía hecho con carboncillo, ella no pudo hacer nada, se le quedó un grito atorado en la garganta, y lo único que realmente se movía en ella, era la gota de sudor que se deslizó con lentitud desde la sien y cayó sobre el pavimento.
Aquella criatura sombría solo la miraba, en silencio, sin moverse. Era oscura y sigilosa. Estaba totalmente tranquila, hasta que dos orbes de luz dorados aparecieron en el frente de su cabeza, y entonces ya no lo fue. La figura creció mucho más, y Nyx solo podía mirarla mientras le temblaban las manos y su sudor caía, helado, sobre cada parte de su cuerpo.
La criatura abrió algo que se asemejaba a una boca, y el olor que emitió provocó náuseas en Nyx.
La bestia aforme se acercó hacia ella, veloz y audaz.
El monstruo la cubrió son su sombría neblina.
A Nyx el grito le salió de las entrañas.
Y de pronto, la criatura desapareció. Nyx se vio sola a media noche en un callejón, helada. Se sentía como un boceto, sin color, plana, y hecha con líneas dudosas, líneas que fueron borradas muchas veces, sucias y débiles.
Las náuseas se intensificaron, el ácido le dolió en el pecho, le quemó en la garganta y lo expulsó.
°°°
Nyx no recordaba en qué momento había entrado de nuevo a casa. Había despertado en el sofá a las doce del medio día, con punzadas en las articulaciones y la peor jaqueca que pudo haber tenido en su vida.
Aún no sabía qué había sucedido la noche anterior, pero trataba de convencerse de que había sido un mal sueño; aunque el ardor en el estómago le gritaba que lo que había sucedido había sido real.
Había decidido que se quedaría en recostada en el sofá todo el día con una buena serie y una canasta llena de papas fritas; pero como todo en la vida de Nyx, siempre había algo dispuesto a arruinarle los planes.