2:30 p.m. — Comida, risas y planes indecentes
La carne ya estaba servida, dorada, humeante y jugosa. Los platos pasaban de mano en mano mientras el grupo se sentaba alrededor de la mesa improvisada con mantas y cajas vacías como asientos. Sobre la madera, había tortillas calientes, refrescos burbujeantes, salsas, papas y bolsas de malvaviscos a un lado, esperando su momento estelar.
Nick tomó asiento con una pierna estirada, relajado como rey en su trono.
—Bueno, gente, esta obra culinaria no va a halagarse sola.
Wendy, a su lado, le dio un beso en la mejilla.
—Te luciste, chef. Oficialmente, eres el alfa de esta manada.
—¿Oficialmente? —preguntó Jordan con media sonrisa—. Yo diría que está en periodo de prueba. Quiero ver cómo arma una tienda solo.
Lucas ya estaba en su tercer taco, hablando con la boca medio llena.
—Mmmff… tengo una propuesta indecente.
—¿Casarte con la carne? —preguntó Estefani.
—No, pero si no me caso con alguien esta noche, me voy a volver celibato.
Todos rieron.
Samanta, limpiándose los dedos con una servilleta, comentó:
—Yo quiero que después vayamos al lago. Hay uno a menos de un kilómetro, ¿no?
—Sí —confirmó Nick—. Héctor dijo que hay un río más adelante. Podemos ir por ahí también, si quieren.
Marcus, que estaba comiendo en silencio, intervino sin levantar la mirada:
—Si hay río, hay peces. Podemos pescar.
—¡Oh, sí! —dijo Melissa, emocionada—. ¡Pescar suena tan de película!
—Podemos nadar después —agregó Jordan—. ¡Me traje mi traje de baño deportivo!
Wendy asintió.
—Yo también traje el mío… aunque con Nick en el agua, seguro va a querer jugar a ver quién se hunde más.
—Spoiler: siempre gana ella —dijo Nick, tomando su soda—. Se hunde en mis encantos.
—¡Guácala! —gritó Nickole desde el otro extremo—. ¡Tranquilos que hay menores presentes!
Estefani, sentada justo al lado de Marcus, mordió un trozo de carne con lentitud mientras giraba la cabeza hacia él.
—¿Y tú? ¿Nadarás?
—No soy fan del agua, pero puedo hacer excepciones —respondió Marcus, serio, pero sus ojos se desviaron brevemente hacia Nickole.
Nickole lo notó. Bajó la mirada a su plato y se quedó en silencio por un momento, apretando los dedos alrededor de su tenedor. Por fuera, estaba sonriendo. Por dentro, hervía. “¿Y ahora es acuático el Marcus este con tal de complacer a Estefi?”
Héctor, siempre atento, cambió el tema.
—Podemos turnarnos. Un grupo va a pescar, otro a nadar…
—Otro a tener sexo, gracias —dijo Lucas, levantando la mano—. Ese grupo lo lidero yo.
Risas generalizadas.
—Ok —dijo Nick—. Dividamos por necesidades. Pescar, nadar, hablar, y... Lucas.
—Yo solo quiero hablar con una mujer —Lucas exageró un suspiro—. ¿Tan difícil es?
Estefani se estiró como gata perezosa.
—A mí me parece justo. Un poco de todo. Naturaleza, amigos, carne... sexo...
Jordan se llevó la mano a la cara.
—Voy a hacer como que no escuché eso.
Nickole intentó relajarse, reír con los demás, pero su mirada se clavaba en cada gesto entre Estefani y Marcus. Lo detestaba: cómo ella se acercaba, cómo se reía, cómo cruzaba las piernas justo cuando Marcus giraba hacia ella. Y peor: cómo Marcus no se alejaba.
Quiso gritar. Quiso arrojarle el plato.
Pero se limitó a tomar un sorbo de soda, largo, fingiendo que no pasaba nada.
4:00 p.m. — Después de comer: descanso, deseo y planes
Después de saciarse, algunos se tiraron sobre las mantas extendidas al sol. Otros caminaron hacia el borde del bosque a buscar sombra o mirar el paisaje. El río no estaba lejos, pero aún no era hora de moverse.
Wendy y Samanta hablaban tranquilas bajo un árbol, intercambiando risas suaves.
—De verdad, me hacía falta esto —dijo Samanta—. El aire, la calma… ustedes.
—Sí, a veces solo se necesita silencio y sol para curar el alma —respondió Wendy—. Y si no, siempre quedan los chismes.
Cerca de la orilla de un pequeño sendero, Jordan caminaba con Lucas, los dos hablando entre risas.
—Tú no necesitas sexo, necesitas terapia —decía Jordan.
—No me ofendas así. Yo necesito ambas cosas, gracias.
Nickole se había apartado un poco, sentada sola con el rostro hacia el bosque. Fingía mirar los árboles, pero estaba observando, como un radar humano. Estefani, Marcus, Héctor… no perdía un detalle.
Cuando los veía cerca, hablando, arreglando algo juntos, sentía el pecho apretado.
“Tranquila. No es nada. Solo está ayudando. No te pongas así. No seas una niñata…”
Pero igual arrugaba la nariz. Y Nick, su hermano, lo sabía.
7:00 p.m. — Se va el sol
El cielo comenzaba a teñirse de naranja. El viento traía un aroma a leña y humedad. Las aves callaban poco a poco. El grupo se activó para prepararse para la noche.
Héctor y Marcus se ofrecieron para ayudar con las tiendas que habían quedado mal montadas.
—¿Dónde están las varillas largas? —preguntó Héctor, tomando una linterna.
—Las tienes justo en frente —respondió Samanta.
—Ah, pensé que eran trampas para atraparnos de noche.
—Podrían serlo si las arma Estefani —rió Melissa.
Nickole, viendo a Marcus trabajar de nuevo con Estefani, sintió cómo su estómago se revolvía. No podía seguir fingiendo que no pasaba nada.
Tomó una cesta vacía y dijo fuerte:
—Voy a traer más leña.
Y sin esperar respuesta, se metió al bosque. En realidad, no necesitaban más. Solo quería alejarse. Respirar. No verlos juntos un segundo más.
Jordan, Lucas, y Nick estaban en la otra zona, recolectando ramas gruesas y secas.
—Tengo fósforos —anunció Jordan—. Pero si esto no prende rápido, voy a sacrificar a Lucas.
—Acepto —dijo él con tono lánguido—. Igual creo que estoy muriendo lentamente.