29 de mayo del 2019
12:48 am
Una semana más, ha pasado una semana luego de que Esmeralda y Amanda vinieran a mi casa. Sigo llendo a mis clases, pero luego me encierro en mi casa y no vuelvo a salir. Me he aislado de todos, Lilia quiso invitarme de compras junto con Rafael y Verónica, pero la rechace, Sebastián me quiso invitar a su departamento para jugar videojuegos junto con Isaac, pero igual que ha Lilia lo rechace. Los únicos con los que convivo son con mis hermanos y mi mayordomo.
Últimamente no me separo de mi cama, se podría decir que se volvió mi lugar seguro, claro, el lugar donde cae todas mis lágrimas y penas, y hoy no es la excepción, después de clases volví a casa y me encerré en mi cuarto para estar todo el día en mi cama. No tengo ánimos de nada. Solo siento rencor, no se me quita de la cabeza que todo esto sea culpa de él, pero también no entiendo ¿Porque William y Samanta estaban ahí? Necesito investigar de ellos, han pasado tantos que ya no parecen ser esos compañeros que en algún momento nos ayudamos mutuamente. Ya no los conozco. Es normal ¿No? Después de la graduación cada uno tomo su camino y no volvimos a saber más de nadie.
Alzó mi mano izquierda tapando la intensa luz del cuarto, me quedo viendo a los anillos de Ámbar y Natalia que ahora viven en mis dedos, no me sentí segura dejándolos aquí en casa, preferí mejor llevar este recuerdo conmigo a todas partes, aunque a veces quisiera llorar hasta quedar dormida tengo que seguir adelante e intentar superarlo, olvidarlo no, porque jamás podre olvidar los años de amistad que tuve con ellas, pero si me gustaría olvidar ese día, el día que inicio con los pájaros cantando en la mañana y que luego termino en desgracia.
Mi vista se va directo hacia balcón cuando escucho unos ruidos extraños, son golpes. Me levanto y antes de salir al balcón me quedo parada escuchando el ruido, son piedras, hago un lado la cortina para ver hacia afuera.
No me lo puedo creer. Este idiota.
Abro las cortinas y muevo la puerta a un lado, salgo al balcón para encontrarme bajo la luz de la luna a un rubio sonriendo vestido con traje clásico elegante.
- ¡¿Qué carajos haces aquí?! – le reclamo confundida
- Oh Rapuzel, amada mía, apareciste.
¿Y a este que mosca le pico?
- ¡Rapunzel, deja caer tu cabello! – dijo Sebastián sacando una rosa dorada de la chaqueta de su traje.
- Retrasado, tengo el cabello corto y castaño.
- Igual que a Rapunzel cuando le cortaron el cabello al final de la película.
Le alzo una mirada asesina a su cara sonriente arrogante.
- No seas exagerado, mi cabello está por debajo de los hombros y que yo recuerde, Rapunzel fue rescatada por un criminal y no por un millonario – cruzo mis brazos.
- Y que yo recuerde el allanamiento es un delito hoy en día, así que, se podría decir que soy criminal millonario y elegante – dijo con orgullo el hombre jugando con la rosa dorada.
Y fue cuando me di cuenta.
- Espera…
Una de las cejas de Sebastián se alza sin dejar esa arrogancia de lado, chasqueo la lengua al confirmar mis sospechas.
- ¡¿Cómo entraste a mi casa?!
Sebastián se echa a reír mientras que yo me quedo perpleja mirándolo a él como no le daba importancia lo que acababa de hacer. Si Esteban se entera de esto le prohíbe la entrada de por vida.
- Es posible que no lo sepas, pero como de seguro recuerdas a mi desde pequeño me interesaba la energía eléctrica y a Isaac la informática.
- Lo recuerdo muy bien, fue el día que fui a visitar la famosa Escuela de la famosa educadora Esperanza Ríos. Recuerdo en mi recorrido ver a un emo pegado a una computadora como rata de laboratorio y luego un Frankenstein emocionado por la chispa que soltaba dos cables al ser juntados – luego de mencionar eso no pude evitar que se me escapara unas risas al ver como la cara de Sebastián cambiaba de mal en peor.
Creo que lo ofendí a él y a su mejor amigo.
- ¡¿Sabes lo mucho que me costó reparar esos cables y que conectaran?! – dijo molesto alzando la voz.
- ¡No! ¡No lo sé! ¿Y sabes por qué? ¡Porque yo limpio joyas, ojos de gato! ¡Yo limpio diamantes! ¡No cables! – le respondí alzándole aún más la voz.
- ¡Claro! Le paso una toalla con agua a un cable para provocar con corto circuito ¡¿Acaso quieres que me muera?! ¡Pero claro! Como la malcriada niñata desde los diez años ya adornaba diamantes y piedras de colores con oro y plata.
- ¡¿Cómo me llamaste?!
- ¡Malcriada niñata! ¡Anda y límpiate esos oídos, sorda!
- ¡Mira quién habla! ¡Exclamo el ciego! ¡Ve a ponerte los lentes!
- ¡Existen los lentes de contacto, tonta!
- ¡Vete a la mierda, ojos de gato!
- ¡Si! ¡Soy un maldito gato! ¡¿Y eso que?!
En nuestros gritos e insultos nos vimos interrumpidos cuando el celular de Sebastián suena en medio de la noche, me quedo callada mientras él atiende su llamada.
- Dime – respondió tranquilo - ¿Cómo? – veo sus cejas arrugarse – No, no voy a ir – mira por ambos lados – No lo sé, yo ahí me la arreglo, ya sabes como soy.
Cuelga su llamada y me vuelve a mirar con una sonrisa.
- ¿Puedo preguntarte algo, Maly?
- Claro – apoyo mis brazos en la barandilla del balcón.
- ¿Por qué a esta hora tu mayordomo está despierto?
Voy a ignorar el hecho de que me sorprende que sepa ese dato.
- A esta hora Michael sale a vigilar que todo esté bien en la casa.
Espera… Ahora soy yo quien esta arrugando las cejas, me devuelvo a mi cuarto y veo la hora del reloj, son la una y nueve de la mañana, a esta hora Michael está haciendo su recorrido por la casa ¡Mierda! Me devuelvo al balcón.
- Sebastián, tienes que irte.
- No lo hare.
- ¡¿Qué?! – exclame – Tonto, tienes que irte ahora o te vas a meter en un problema.
#3752 en Thriller
#1944 en Misterio
#1477 en Suspenso
familia odio rencor abandono dolor, suspenso amor dolor, secuestro venganza romance
Editado: 18.09.2024