3. Caso 1: El chico bullying
Tal cual lo anticipé, aquella noche no pude dormir. A pesar de que eran pensamientos sin forma sólida, bastaron para incitar mi insomnio. Envidié un poco a Lupin, que sin darme cuenta había subido a mi cama y dormía plácidamente a mis pies. Seguí haciéndome preguntas hasta bien entrada la mañana, cuando las primeras luces de los autos entraban entre las cortinas de la ventana para rebotar en el techo. Por suerte, al menos pude dormir un par de horas antes de que sonara mi alarma a las 7:30 a.m; y antes de que Lupin me arañara los pies como siempre.
Hice mi rutina matutina tan rápido como me fue posible. Mientras desayunaba, hojeaba el periódico sin mucho interés. Siempre las mismas cosas. Ver notas rojas ya no significa nada, se ha vuelto algo tan común. Aquello me recordó lo que haría ese día. Muy probablemente me entrevistaría con Evan Corney, aquel chico de 18 años que hace un año cometió una masacre en su escuela. Si lo pensaba un poco, sentía algo de nerviosismo ya que sería la primera vez que tendría contacto directamente con ese tipo de criminales. Durante mi estancia en el departamento de policía solo investigué crímenes de menor importancia y me limitaban a permanecer en ese cubículo gris y aburrido. El trabajo de campo era para los preferidos del buen Harry, aunque en realidad no pudieran encontrar ni el control remoto de su televisión al llegar a casa.
Terminé el desayuno y mientras Lupin terminaba de beber la leche en su tazón, yo le daba los últimos arreglos a mi camisa y corbata. Tomé mi portafolio y me puse una gabardina negra, muy cómoda; ya que la mañana se había tornado gris y con viento. Antes de cerrar la puerta es cuando llamo a Lupin, ya que odia quedarse en el departamento y sabe que si salgo sin él su encierro será inevitable. No importa en qué parte del departamento esté, siempre acude corriendo a la puerta cuando me escucha salir. Tarde en descubrirlo un rato. Mientras tanto pasé muchas peripecias dignas de una recopilación de risa tratando de hacer que saliera. Cerré la puerta y bajé las escaleras a prisa esperando no toparme con ningún vecino, seguido de cerca por Lupin. Conduje hasta la oficina tratando de adivinar qué me esperaba ese día. Estaba nervioso pero también un poco emocionado. Cuando llegué, el mensajero que había enviado Harry ya estaba esperándome impaciente.
—¿Es usted el detective Allan? —preguntó malhumorado, cuando apenas había subido las escaleras.
—Sí, soy yo —dije mientras me acercaba y abría la puerta de la oficina.
—Bien. Tengo una entrega para usted del departamento de policía —dijo mientras hurgaba en una de las mochilas que cargaba. Sacó un sobre beige sellado y me lo entregó—. Firme aquí por favor —me tendió el pad electrónico y la plumilla rápidamente para que el tipo pudiera irse ya que parecía muy ocupado. Apenas firmar, se retiró sin siquiera despedirse. Me pregunté entonces si habría estado esperando un tiempo considerable. En todo caso sería culpa de Harry ya que él sabe a qué hora empiezo a trabajar. Entré a la oficina seguido de Lupin, encendí la cafetera y la computadora. Abrí el sobre con el sello del departamento de Policía a un costado y saqué el pase. Era una identificación mía donde decía que estaba trabajando para la policía. Harry había tomado mi fotografía vieja de mi expediente en vez de citarme para una reciente. Vaya que quería que trabajara cuanto antes en el caso. Junto al pase venía un documento especificando qué tenía autorizado hacer. Tenía acceso a todo lo que estuviera relacionado con las personas involucradas en el caso, incluyendo el poder entrevistarlos sin supervisión inmediata. Llamé a Harry para avisarle que había recibido el sobre y para que me diera instrucciones. A diferencia de la vez anterior, la llamada no pasó por su secretaria.
—¿Sí? —contestó Harry con su característico mal genio matutino.
—Buenos días Harry, aquí Allan. Acabo de recibir el pase que me enviaste…
—Excelente, justo a tiempo —Harry parecía complacido—. Ya acordé con Verónica que la verás exactamente dentro de 2 horas en el reclusorio para menores. Deberás hablar con ella primero para que te pase los datos que creas necesarios. Dependerá de ti si quieres entrevistarte con los acusados.
—¿Exactamente qué debo buscar? —inquirí.
—Cualquier cosa que nos dé un indicio de que si quiera existe La coleccionista —aseveró Harry—. Debes llegar al fondo, Allan. No importa que tan absurdo e irreal pueda parecer.
—¿Por qué le tomas tanta importancia, Harry? —me animé a preguntar—. Si ninguno de los detectives a tu mando quiso tomar o siquiera considerar de peso el caso, ¿Por qué tú si?
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Editado: 21.03.2018