Cristian
Guerra
Enfrentamiento.
Batalla.
Desde hace años he sabido el significado de esas palabras, desde que nací y fui proclamado heredero de mi padre, me han enseñado el peso de esas palabras y lo que conlleva. Pasaron cientos de años sin ningún percance, sin ninguna guerra, ninguna batalla que haya puesto en peligro la vida de los habitantes de la manada que dirijo.
Eso cambió. Desde hace un tiempo estamos constantemente enfrentados y se puede decir en guerra con los vampiros.
Ahora con pasos apresurados me dirijo a mi despecho, aún con la adrenalina recorriendo todo mi cuerpo. Nos habían atacado los vampiros nuevamente y esta vez estuvimos listos, aunque tuvimos pérdidas. Pérdidas que nos hacen sangrar el alma como la manada que somos.
Malditos Vampiros.
No todos los vampiros nos odian, incluso hay un tratado verbal de paz que ha perdurado por cientos de años, pero hay un grupo en especial de vampiros que nos atacan por simple que su rey me odia. ¿La razón? No lo sé, no he hecho algo para despertar el odio de ese vampiro e incluso es o era amigo de mi padre, pero tal parece que se ha olvidado de esa amistad y ahora nos afecta como manada.
Entro a mi despacho con la necesidad de estar solo, después de cada enfrentamiento lo hago para calmar a mi lado lobo, no encontrar a su compañera es motivo para volverse violento en consecuencia demora en calmarse después de cada enfrentamiento. Mi lobo y yo somos diferentes entidades en un mismo cuerpo, él me ayuda a transformarme en lobo por completo y yo le doy mi humanidad, hago que sea un ser pensante con sentimientos.
Siento mi cuerpo temblar mientras camino directo a una de las ventanas de mi despacho y observo un punto indefinido del exterior. Respiro profundamente y repito la acción unas tres veces; necesito calmarme, tengo veintisiete años soy un Alfa y en el pasado dominaba muy bien a mi lobo desde luego todo cambió cuando contraje matrimonio con Alicia, está de más decir que mi lobo se puso como loco porque no espere a nuestra compañera.
Hago una mueca al sentir una corriente eléctrica al pensar en ella. Mi padre quiere que la busque como si fuese demasiado fácil, este mundo es muy grande y ella puede ser loba, bruja, vampiresa o humana.
¿Cómo será ella? Me recargo sobre el marco de la ventana haciéndome la misma pregunta de siempre.
Quisiera imaginarme a esa mujer, esa persona que está destinada a estar conmigo, la mujer que debo amar profundamente pero no puedo.
Todavía recuerdo cuando mi hermano William presentó a su compañera, sentí un cosquilleo en mi cuerpo, desee encontrar a la mía, pero basto una mirada de mi Alicia para que ese deseo se evaporara.
Ella me tiene atrapado, loco de amor y mentiría si dijera que no me encanta estar enamorado.
Sonrío cuando el aroma de mi esposa llega a mis fosas nasales, no es el aroma que vuelve loco a mi lobo, pero si me vuelve loco a mí. Escucho sus pasos cerca, a los segundos la puerta es abierta, vuelvo a verla con una gran sonrisa que desaparece de inmediato al encontrarla con lágrimas en sus ojos.
Me alarmo.
—¿Qué ocurre? ¿Te hicieron algo? — Me acerco a ella.
—No me hicieron nada, estuve en el refugio. Además, sabes muy bien que no me harían nada, solo… solo soy tu esposa mas no tu compañera. — Se muy bien que le duele no ser mi compañera, incluso a mí me duele.
—Entonces, ¿Qué ocurre? Sabes que no me gusta verte llorar.
—¿Es cierto? — La observo con evidente confusión. —¿Buscarás a tu compañera?
Me congele.
Mierda…
—¿Qué-
—Dime la verdad, Cristian— Interrumpe. —La buscaras ¿Verdad? Por favor amor, dime que solo es un simple rumor. ¡Dime! —Grita.
Llevo mis manos a su rostro, con mis pulgares limpio sus lágrimas. Miro sus ojos, esos ojos que me enamoraron y que ahora brillan, pero no de felicidad. La amo demasiado, no sé qué sucedió, pero me enamoré de ella al verla por primera vez, me perdí en sus ojos color marrón y olvidé completamente a mi compañera.
Respiro profundamente, decido ser honesto con ella.
—Es cierto— Respondo, su mirada se llena de dolor. Se separa rápidamente de mí.
—¿Me dejaras? ¿Ya no me amas? Es eso. Sabía que algún día me ibas a dejar. —
¿Dejarla? Jamás.
—Escúchame. —Pido —Te amo, no te dejaré. Es mi padre el que exige buscarla, quiere que deje un sucesor, sabes muy bien que un futuro alfa solo puede ser procreado con mi compañera.
Anhelo tener hijos, muchos en realidad y con Alicia, no me imagino a otra llevando a mi hijo en su vientre.
Diosa Luna ¿Por qué Alicia no puede ser mi compañera?
—¿Te estás escuchando, Cristian? — Me sorprende escucharla gritar, jamás lo había hecho. — No me dejaras, pero seré una cornuda ¡Tendrás sexo con otra mujer! ¡Dijiste que serías mío!
Sollozos escapan de sus labios, me siento el peor de los hombres por hacerla llorar, pero jure siempre hablarle con la verdad. Me acerco a ella, retrocede y esa acción me entristece.
—Si buscas a tu compañera te juro que me largo de aquí y no volverás a verme.
Abro mi boca, al segundo la cierro porque siento enorme dolor en mi corazón; escucho a mi lobo aullar de dolor en mi cabeza.
¿Qué me pasa?
Caigo de rodillas al suelo, llevo mis manos al pecho ya que el dolor es insoportable.
¿Me estará dando un ataque al corazón? No lo creo, los hombres lobos no padecemos del corazón, pero entonces ¿Qué es este dolor que siento?
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Editado: 29.10.2024