La Compañera Destinada. #2

Prólogo

Habían pasado meses desde que Cristian la corrió de la manada, en todo este tiempo había estado intentado que el amor de su vida la perdonara y pudiera recibirla de nuevo, sin embargo nunca obtuvo lo deseado. Intentó contactarse con él por llamada, nunca le respondió, trato de entrar a la manada, pero ya no era bienvenida, la ultima vez que pudo ingresar por medio de un portal los lobos la habían sacado a patadas y no intento herirlos con sus hechizos porque no quería que Cristian se molestara más con ella.

Así que busco otra manera y era la de entrar en los sueños de su amado, si lograba entrar a sus sueños él no podría expulsarla, entonces lo intento.

Generalmente las brujas de rango menor necesitan el cabello o algún objeto que pertenezca a la persona que quieren controlar en sus sueños, pero ella tenía una ventaja y es que era una bruja de rango mayor, su poder era mayor que el de las demas, asi que no necesitaría nada eso, bastó solo con pensar en él y enfocarse en su necesidad de volver hablar con el Alfa para que pudiera entrar en su mente.

Al verse en la mente de su amado, se maldijo por no haberlo hecho antes. Recorrió su mirada por el lugar y lo reconoció; se encontraba en el lago que está cerca de la casa principal.

— ¿Cristian?—Su voz se escuchaba con eco.

Se dio media vuelta al escuchar las hojas crujir, pensó que se encontraría con Cristian el humano, pero estaba equivocada lo que estaba frente a ella era un enorme lobo de pelaje negro, sus ojos los tenia rojos y su expresion era feroz. Supo de inmediato que era el lobo de Cristian y que no estaba feliz de verla.

—Lobito.—Susurro con temor.

Estaba segura que podría detenerlo utilizando su magia, pero jamás le haría daño al amor de su vida.

—Solo he venido a hablar. Por favor no me hagas daño.

El lobo solo la veía, por un largo minuto los dos se mantuvieron inmóviles hasta que el lobo gruñó y se lanzó hacia ella. De los labios de la bruja salió un grito de pánico, antes de que su espalda tocara la tierra cerró sus ojos fuertemente, pero el impacto nunca llegó.

Abrió los ojos y un suspiro salió de sus labios cuando pudo visualizar los ojos azules de su amado. El alfa ya convertido en humano la soltó cuando supo que no caerían, le dio un repaso de arriba hacia abajo sin poder creer que se había atrevido a invadir su mente, su sueño.

—¿Que haces aqui?—Alaia no pudo contener un escalofrío recorrer todo su cuerpo al escuchar la voz del hombre que amaba, aunque pudo detectar furia en su tono, sintió que estaba en el cielo. Lo había extrañado tanto.

—Te he extrañado tanto.—Intentó acercarse al hombre, pero este no se lo permitió.

—No me importa. Te dije que no quería volver a verte y ¿Has osado a invadir mis sueños? ¡Estás enferma!—No podía creer de lo que era capaz esa mujer.

—Pero mi amor…

—¡Yo no soy tu amor!—La interrumpio.—Entiende que no somos nada, bruja del demonio. Tienes que dejarme en paz.

Las palabras del alfa eran puñales que iban directo al corazón de la bruja.

—No somos nada y quiero que te metas en esa cabecita tuya que yo nunca te voy amar, para mi eres un ser despreciable y espero no volverte a ver jamás en mi vida. Ahora por favor ten un poco de dignidad y sácame de este sueño.

Alaia solamente tocaba su pecho adolorido mientras procesaba las palabras hirientes de Cristian. Había venido para obtener su perdón y también para recuperarlo, sin embargo después de escuchar sus palabras sabía que eso nunca iba a suceder. A pesar de su inmenso dolor y de que Cristian la había herido profundamente, ella deseaba que él fuese feliz y si con ella desapareciendo lo sería, entonces iba hacerlo.

Desaparecería para que él fuese feliz.

Sin pronunciar palabras la bruja salió de los sueños del hombre y volvió a la realidad, a la fría y apestosa caverna donde se estaba quedando. Movió sus pies hacia la salida y camino por un par de horas aun perdida en sus pensamientos o mejor dicho metida solamente en uno, solo había un pensamiento que rondaba su mente y que era la mejor solución para terminar con este dolor.

Se detuvo al orilla del enorme acantilado, su mirada viajó hasta el agua que desde su posición se miraba calmo.

—Los amo.—Pronunció en su mente, sabía muy bien que las únicas dos personas que la amaban pudieron escuchar sus palabras.

Sin esperar respuesta se lanzó al vacío. En ningún momento cerró los ojos, ni siquiera cuando sucedió el impacto.

La bruja Alaia se había quitado la vida por amor.




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