Emma
—Emma… por favor.—Susurra.—Solo quiero saber si estás bien.
—Estoy bien.—Seco mis lágrimas y me levanto del piso.
—Puedes estar mintiendo. Necesito constatar yo mismo de que estás bien.
Me muerdo el labio inferior tratando de calmar la emoción que va burbujeando poco a poco en mi interior.
Su voz.
Si, la decepción de que Cristian no haya venido en mi búsqueda está presente en mi ser. Se supone que él debe de arreglar las cosas y que no esté él aquí, significa que no quiere recuperarme y darme cuenta de eso me duele mucho. Sin embargo, tener a William del otro lado de la puerta, escuchar su voz y saber que ha venido a verme, que se ha preocupado por mí, me genera una emoción que no puedo describir.
Sé que él fue cómplice de su hermano al no decirme la verdad, pero creo que debo aprender a escuchar, a escuchar su versión.
Puede que tal vez solo estaba siendo un buen hermano y debo aceptar que antes que yo, está su familia.
Yo nunca he tenido más familia directa que mi papá, así que no sé cómo es tener una relación de hermanos, pero debo suponer que la lealtad aplica para cada miembro de la familia. ¿No?
Asiento ante mis pensamientos, me convenzo a mi misma de que debo de escucharlo.
Tomo un suspiro profundo mientras que cierro y abro mi manos de manera continua, sin esperar más abro la puerta encontrándome con su rostro lleno de tristeza que cambia a uno de alivio al verme nuevamente.
—Entra.—Me hago a un lado.
Él no se mueve de su lugar, su mirada me detalla el rostro y mientras sus ojos recorren cada facción, de sus labios sale un suspiro que no sé cómo interpretar.
—¿No quieres pasar?
Debe de detectar nervios en mi voz porque me da una pequeña sonrisa antes de pasar frente a mí, adentrándose a mi humilde hogar.
Cierro la puerta y me quedo unos segundos dándole la espalda aunque siento sus ojos en mí. No importa que sepa lo nerviosa que estoy, a estas alturas aunque quisiera no pudiera aparentar tranquilidad.
Desde el momento en el que atravesé el portal estaba segura que jamás volvería a ver a nadie que tuviera que ver con la manada, pero ahora sé que no hay que dar nada por asegurado.
Me enderezó, respiro profundo y me doy media vuelta.
—Puedes sentarte. ¿Quieres algo de tomar?
William niega al mismo tiempo que toma asiento en el sillón más cercano.
No me puedo creer que William Harrison esté en mi casa.
Cruzo los brazos sobre mi pecho y espero a que hable, pero no emite ni una sola palabra. Simplemente se dedica a escanear mi pequeña sala deteniendo su mirada en una foto que está sobre una mesita; en la foto estoy yo a los ocho años de edad, al lado del gran árbol de navidad del centro comercial, sonriendo. La mirada llena de ternura que el hombre frente a mí le da a la foto hace que mi corazón se acelere aún más.
Carraspeo para obtener su atención. Lo consigo de inmediato.
—Me dijiste que querías constatar que estoy bien y ya puedes dar fé de que lo estoy.—Aseguro.—También me has dicho que quieres explicarme las cosas… entonces hazlo. Quiero escucharte.
Por un momento sus ojos azules cambian al dorado aunque solamente fue un segundo.
¿Su lobo?
—Claro.—Su voz suena ronca.—Entiendo que estés enojada con mi hermano y conmigo; Cristian ha fallado gravemente y es por eso que no he venido a abogar por él.
—Lo sé, si él estuviera arrepentido de sus acciones estuviera él aquí y no tú, pero imagino que tú hermano sigue feliz con su esposa.
Trato de mantenerme serena aunque mis palabras han salido de mis labios con dolor y William lo sabe perfectamente al darme una mirada llena de tristeza.
—Te equivocas.—Traga saliva.—Él…en cuanto supo…—Duda.—En cuanto supo que te habías ido… sufrió. Tiene días de que no sabemos nada de él, lo más probable es que su lobo tenga el control total de su cuerpo.
¿Mi lobito?
—¿Su lobo? ¿Cómo así?
—Sí, su lobo. Tu sabes que su lobo tiene conciencia propia y no estaba de acuerdo con las acciones de Cristian, su lobo te ha amado desde que te encontró y es él que más ha estado sufriendo. Creo que desde que supo de tu partida el lobo de Cristian ha estado cegado y mi hermano dejó que tomara el control, estoy seguro que él también sufre, ambos están sufriendo.
Ante sus palabras mi corazón se quebranta una vez más. Todo este tiempo he estado muy enojada con Cristian, su traición ha hecho que tenga resentimiento hacia él, tanto que no he pensado en su lobo, más bien en mi lobo.
Ese lobo que había visto en mis sueños, él que me hizo creer en los hombres lobo y él que me ha amado desde siempre, me ha esperado toda su vida.
Gruesas lágrimas comienzan a salir de mis ojos acompañado de un enorme dolor que se instala en mi pecho, un dolor desgarrador que me quita el aire poco a poco.
—Emma.—William trata de llegar hacia mí, pero se detiene con una seña de mi parte.
No deseo que me toque.
Mi cuerpo y mi alma clama por mí compañero, por Cristian el humano, pero también por su lobo, por ese ser que nos une espiritualmente y que ahora sufre como yo.
Mis sollozos comienzan a ser sonoros y aunque quisiera detenerlos, no puedo. El dolor me está consumiendo el alma mientras que pequeños recuerdos del lobo negro llegan a mí.
Las veces que lo soñé.
Cuando Cristian se convirtió en su lobo aquella tarde en el lago.
Recuerdo que pasé toda la tarde mimando a ese lobo peludo que pedía mi atención y cariño.
Me doy cuenta que es muy probable que jamás vaya a verlo nuevamente, me destroza por completo.
Creí que estaba superando el rechazo de mi compañero, pero estaba equivocada.
…..
Me observo en el reflejo del espejo que hay en el baño, mis ojos están hinchados e inyectados de sangre y mi nariz roja de tanto llorar. Sentí mucha vergüenza de que William me viera llorar como una niña así que sin decir nada me encerré en este baño.