La constelación de Gabriel.

Capítulo 01.

Gabriel no había vuelto a ser él mismo después de que, Alessia, la única mujer a la que él en sus treinta y dos años había amado lo hubiera rechazado alegando que ella había dejado claro desde el inicio que solo era algo pasajero. Sus expectativas sobre el amor habían bajado demasiado, llegando al punto en dónde, para él, todo era solo una noche de pasión con alguien quién al otro día no tendría rostro ni nombre. Había jurado que se vengaría de aquella chica rubia por haber jugado fríamente con su corazón, pues ella había prometido quererlo tanto como él la quería a ella, y aún así después de haberse enterado en aquel restaurante que ella llevaba una relación formal con James, una boda se llevo a cabo en dónde Gabriel claramente no era el dichoso hombre que la acompañaría el resto de sus días.

Gabriel se dedicó en todo ese año de duelo con su corazón roto a obtener aún más fama de la que tenía cuando ella había aparecido en su vida, creyendo ilusamente que volvería al ver todo aquel prestigio rodeándolo. Pero, de nuevo se enteró de cosas de las que no tenía conocimiento de ella, reafirmando lo que Alessia había dejado claro aquella noche «Somos dos extraños que sin esperalo coincidieron, Gabriel, acepta que no sabemos nada sobre el otro». Era hija de una familia con igual prestigio del que el mismo gozaba, nada que la pudiese sorprender.

Nuevamente esa noche, el pelinegro de ojos negros como la obsidiana se encontraba ahogando todo aquel escozor de su pecho en alcohol, buscando quién pasase por su cama para calentar la misma y no sentir la soledad que lo acogía todas las noches en su departamento. Desde que aquella relación con Alessia había terminado no pudo evitar desarrollar cierta obsesión en acostarse con chicas que cumplieran una serie de características similares a los de ella, él estaba demasiado consiente de lo insano que resultaba pero era inevitable no buscar su fantasma en cada chica rubia que conocía. Sentado en la zona alta en dónde solo los magnates o de alta categoría podía darse el lujo de estar, Gabriel, aguardaba y observaba la pista de baile con una copa de cognac, con la esperanza de ver a alguna chica que llenara su refinado gusto.

Y fue entonces que la vió. Aquel cabello rubio un poco mas largo que la primera vez que la había visto y con un vestido un poco menos escotado que los que ella acostumbraba a llevar.

«Debe ser por el matrimonio», pensó.

Como si un resorte lo hubiese impulsado a levantarse, Gabriel llegó hasta la barandilla; aferrándose a esta con una sola mano, sintiéndose como adolescente enamorado, con el corazón acelerado y la respiración entrecortada a causa de la excitación que le causan el encontrarla en el mismo lugar, por segunda vez.

Le tendió la copa de licor a una mesera que caminaba cerca de él, la chica rápidamente la tomó sin rechistar. El moreno se encaminó a la pista de baile como alma que lleva el diablo, aún cuando estaba tan apresurado por llegar hasta dónde la rubia se encontraba, nunca perdió su característico caminar elegante que lo distinguía de todos y cada uno de los demás empresarios que ahí se encontraban. Gabriel estando a solo cinco pasos del amor de su vida, se detuvo.

«¿Está casada, vale la pena?» se preguntó. Una vocecilla le susurraba insistente en que esa era su oportunidad de poder conquistarla de nuevo, y si no, al menos seducirla y llevarla a su cama de nuevo para causar una grieta en su perfecto matrimonio. En cambio, su parte razonable rogaba por ser escuchada y hacerle entrar en razón, abrirle los ojos para que no cometiera ninguna tontería. «Claro que lo vale» sentenció.

Se acercó por detrás de ella, deleitándose al verla mover tan exquisitamente las caderas. La tomo de la cintura, pegando la espalda de Alessia contra su fuerte pecho, aprisionándola en un vago intento de que ella no pudiese escapar de sus brazos de nuevo. Al parecer a la rubia le importó un comino ser tomada de esa manera por un desconocido y siguió moviéndose al compás de la música, pegándose cada vez más a Gabriel. La chica pasó sus manos por el pecho de él mientras comenzaba a bajar de manera sensual por su cuerpo, todo sin voltear ni una sola vez a verlo; era algo que él no recordaba haber bailado con ella alguna sola vez, ni siquiera recordaba que Alessia fuese tan buena bailarina, sin embargo, no le prestó atención a ese detalle, si no a su baile. 
Cuando la canción terminó, acercó sus labios hasta el lóbulo de la oreja de ella, para tomarlo entre sus dientes, tal y como a ella le encantaba.

— Alessia —murmuró entonces con voz rasposa ante la emoción y el deseo que recorría su cuerpo—, tanto tiempo sin vernos.

La rubia se tensó entre sus brazos y se removió incómoda mientras intentaba salirse de aquella prisión que resultan ser él y su músculosa anatomía. Gabriel al ver que ella se removía, aflojo su agarre, entonces ella volteó para encontrarse con el rostro más atractivo que había visto en su vida. Y ella sabía quién era él, Gabriel Mossen, su amor platónico desde qué sin quererlo lo había visto en la revista Forbes figurando cómo el empresario más cotizado de la última década, y eso no había sido lo que se robo sus pensamientos, no, sino aquella lista interminable de actos de caridad que había tras investigar su nombre. Pero algo la trajo de nuevo a la realidad, alejada de aquel bello rostro que la contemplaba como si de un diamante en bruto se tratara, más bien, un nombre: Alessia.

— Disculpe, no soy Alessia —dijo con aquel acento británico marcado en su habla, que surgía cada vez que se sentía enojada o incómoda—. Creo que se ha equivocado de chica.

Gabriel soltó una ronca carcajada al escucharla decir aquella insensatez, si bien su voz le resultaba un poco cambiada; más aguda que la última vez que habló —discutió— con ella, tampoco le pasó desapercibido aquel acento británico más marcado, pero de eso a que no fuera su Alessia no era creíble.



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En el texto hay: perdon, romance, venganza

Editado: 20.12.2021

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